Antigüedades y nación. María Elena Bedoya Hidalgo

Antigüedades y nación - María Elena Bedoya Hidalgo


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de situación en situación y de mercancía en mercancía” (1991, 30). Existe un interés en las constantes transferencias de las fronteras culturales y en cómo la cultura puede entenderse como un complejo sistema de significados, limitado y localizado. Dentro de esta misma publicación, el autor Igor Kopytoff presenta una perspectiva que apunta a estudiar la biografía de los objetos; es decir, analiza qué mensajes transmiten estos “objetos”, siguiendo el hilo de las respuestas culturales que hallamos en el contexto biográfico, donde los “juicios estéticos, históricos y aún políticos, y de convicciones y valores moldean nuestra actitud hacia los objetos clasificados como arte” (Kopytoff 1991, 93). En otra línea tenemos los aportes de James Clifford (1995), en su texto titulado Dilemas de la cultura: antropología, literatura y arte en la perspectiva posmoderna, y quien sugiere que en todos los procesos de documentación las inclusiones reflejan reglas culturales más amplias de taxonomía racional, de género, de estética; esto es, que se encuentra en ellas una necesidad excesiva, incluso rapaz, de tener, que se transforma en un deseo significativo gobernado por reglas: el sujeto que debe poseer, pero no puede tenerlo todo, aprende a seleccionar, ordenar y clasificar por jerarquías, a hacer “buenas” colecciones.

      En el caso que nos ocupa, el estudio de la relación entre el coleccionismo y los museos, para el caso de América Latina, es una temática que se ha abordado con mucho interés en estos últimos años. Si bien, las colecciones y sus prácticas expositivas fueron ligadas a los proyectos colonizadores europeos y a la generación de una alteridad, para el caso latinoamericano estas se vincularon a la “construcción de una memoria nacional” (Bustamante 2012, 23). A finales del siglo XX, el estudio sobre los museos en la región se había enfocado en recoger algunos datos interesantes y descriptivos sobre su nacimiento y su desempeño a lo largo del tiempo. Entre los casos estudiados para la región, con dicha perspectiva, entre los más relevantes se encuentran Tello y Mejía (1978), Ravines (1989) y Hampe (1998) para el caso peruano; también, Morales (1994) y Florescano (1993), para el de la museología mexicana, y Segura (1995), para el caso colombiano.

      Actualmente existen algunas líneas de trabajo que han puesto acento en las interrelaciones entre el coleccionismo, los museos y la ciencia. En primer lugar, encontramos el dosier titulado “Independencia y Museos en América Latina”, publicado en 2010 en la revista L’Ordinaire Latino-américain, y coordinado por Irina Podgorny. En dicho texto existía un interés en entrar a debatir aquellas ideas que circulaban en la historiografía, centrándose, particularmente, en los debates sobre las ideas acerca de la historia y proponiendo, más bien, estudiar qué tipo de relación “existió entre las prácticas ligadas al estudio de esa cultura material que iban creando el patrimonio histórico y la consolidación de determinadas prácticas historiográficas” (Podgorny 2010, 8). De cierta forma, la propuesta se acercaba a una reflexión sobre la “creación de imaginarios materiales nacionales”. Dentro de este enfoque surgen varias publicaciones que recogen algunas reflexiones, y entre las que se encuentran: El museo en escena: política y cultura en América Latina, de Américo Castillo (2010); Museos al detalle: colecciones, antigüedades e historia natural, 1790-1870, de Miruna Achim e Irina Podgorny (2013); también, el dosier especializado en museos titulado Museos, memoria y antropología a los dos lados del Atlántico. Crisis institucional, construcción nacional y memoria de la colonización, publicado por la Revista de Indias en 2012, y coordinado por Jesús Bustamante1. Entre ellos, a su vez, se destacan los trabajos de Pérez Vejo (2012), para el caso del Museo Histórico de México y los dilemas de la construcción nacional, y el estudio de Casaús (2012), para el caso de Guatemala. Finalmente, también tenemos el texto de Beatriz González Stephan y Jens Andermann (2006) Galerías del progreso. Museos, exposiciones y cultura visual en América Latina, que recoge algunas experiencias en torno al tema de las exposiciones y su visualidad en distintos momentos históricos en América Latina.

      Existen otros análisis en torno a las colecciones, los museos y los proyectos educativos o de “apropiación de la historia” para el siglo XIX en el Cono Sur, como los de Podgorny, Margaret y Malosetti (2010), o las reflexiones sobre museos, educación y evidencia científica (Podgorny, 2005). Entre las contribuciones más contemporáneas sobre museos en la región andina están las de Amada Carolina Pérez (2011; 2015), en torno a las colecciones del Museo Nacional de Colombia y el problema de la representación de la nación y sus sujetos. Además, en el caso colombiano contamos con el estudio de Clara Isabel Botero (2006), titulado El redescubrimiento del pasado prehispánico de Colombia: viajeros, arqueólogos y coleccionistas 1820-1945. Dicho texto plantea una revisión panorámica del coleccionismo en distintas épocas y una revisión del coleccionismo científico en Colombia para los siglos XIX y XX. También existen otras aproximaciones que analizan la relación entre arqueología, ciencia y ciertos tipos de coleccionismo privado en los casos de Perú y Chile. En esta línea se encuentran los trabajos relevantes de Stephanie Gänger (2006; 2008; 2011; 2014; 2014). Finalmente, también tenemos los trabajos de Raúl Hernández Asensio (2012; 2018) sobre museos, arqueología y guaquería en el Perú.

      Para nuestro análisis hemos considerado, acorde con la perspectiva de Stephanie Gänger, que las antigüedades son categorías2, no objetos de colección específicos, y que los discursos de quienes trabajan con ellas —anticuarios, historiadores, arqueólogos— construyen y crean varios significados para estos vestigios; significados que, a su vez, son activados en las acciones de intercambio, así como en las de circulación, que se promueven (Gänger 2014, 6). En “estas maneras de hacer” se constituyen mil prácticas reapropiadas en un espacio determinado, que, a la vez, ponen en juego un “ratio popular” y “una manera de pensar investida de una manera de actuar, un arte de combinar indisociable de un arte de utilizar” (De Certeau 2000, 44-45). Así, las prácticas del coleccionismo pueden entenderse como escenarios de negociación de significados, de generación de valores y sentidos, de la fijación o la instrumentalización de los objetos que funcionarán como dispositivos para el aprendizaje de la historia y la nación; particularmente aquellos vinculados a la creación de una conciencia histórica y una representación del pasado, así como del tiempo histórico.

      Dentro de esta malla reflexiva, hemos optado por el uso de la categoría de análisis de “musealización”3, la cual entendemos como un entramado de prácticas culturales que cruzan diversas fronteras entre lo simbólico y lo material. Tomamos en cuenta que dicha “musealización existe más allá del museo” y que en este proceso el museo es apenas un “mediador”, y no el principal actor, de dicha musealización (Brulon 2015, 53). Por un lado, estas prácticas apuntan a la construcción de sentidos sobre los objetos que se van constituyendo como “nacionales” en amplios contextos; por ejemplo, el uso de una recursividad visual para ordenar las colecciones, explicarlas, exhibirlas y catalogarlas, así como la articulación de prácticas de colección que configuran nuevas representaciones del pasado como “hechos museables”, acorde ello a demandas diversas (científicas, diplomáticas, expositivas, etc.). Por otro lado, no solo podemos dar cuenta de instancias que rebasan la noción de museo-institución como algo “preexistente”, sino que observamos las contradicciones y las paradojas que permiten mirar cómo se configura un campo para lo museal en un momento dado. En tal sentido, es interesante observar cómo operan estas prácticas, que se sostienen muchas veces en el interior de complejos procesos sociales, culturales y políticos en cada país, y son contingentes a los sucesos globales vinculados al coleccionismo, las conmemoraciones y la ciencia, así como a un espíritu de asociacionismo en boga para los intelectuales afincados en los Andes en el tránsito de siglo.

      Sobre la crítica de fuentes

      La metodología de nuestra investigación es cualitativa y consideró tres tipos de fuentes primarias como soportes del trabajo de análisis. La primera tuvo que ver con los archivos de cancillería en el contexto de la conmemoración de 1892, las negociaciones localizadas entre los países y las publicaciones editoriales relevantes al hecho. La información recopilada fue valiosa, puesto que nos permitió conocer una serie de estrategias diplomáticas formales e informales de la época que se movilizaron para la celebración de dicho acontecimiento, y que se ligaron a la configuración de un sentido de historia y civilización universal, con una fuerte asociación al legado hispánico.

      En segundo lugar,


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