Entretelones de una épica pedagógica. Lury Iglesias

Entretelones de una épica pedagógica - Lury Iglesias


Скачать книгу
un capítulo aparte de su vida.

      A los dos meses de casada entraron a su casa una noche de carnaval. Habían ido a bailar y al regresar quedaron congelados: todo dado vuelta, se llevaron hasta los rega­los de casamiento.

      De noche la asaltan miedos terribles.

      Sueña que vuela; planea mirando hacia el sol y de pronto aparece la misma alucinación recurrente; una fuerza ame­nazante la hunde en un pozo y le muestra la fragilidad del hogar que habían construido con tanto sacrificio.

      Al despertar, su universo onírico se esfuma y la vorági­ne de la vida cotidiana la devora, inundándola de optimis­mo, nuevamente.

      Ahora… Buscar otra casa, otro barrio, cambiar a las hijas de escue­la, mentir, borrar rastros, desaparecer sin irse.

      Desea que la severa voz que siempre la juzga sea un poco más indulgente. Entonces, se permite sentir un genuino or­gullo por sus luchas en CTERA, sin haber faltado ni un solo día al colegio. Su padre había sido secretario del sindicato de los viajantes y le inculcó a fuego que eran funciones que se cumplían por convicción, paralelamente al cargo, sin reci­bir ningún dinero por ellas. Su madre también había sido un ejemplo, siempre participando en el movimiento por la paz.

      ***

      ¡Hola, Vera! No sé si estando en el grado te pasó, pero cuando yo era maestra en Villa Tesei, llegó la orden de que-mar una lista de libros entre los que estaba “Mi planta na­ranja lima”, de Vasconcelos; teníamos varios ejemplares en la biblioteca y fueron a parar a una hoguera en el patio ¡Quema de libros, qué espanto! Prohibidos por el gobierno militar… pienso que todos los libros son peligrosos para ellos, si serán brutos. Yo me llevé a escondidas uno a mi casa y me prome­tí reponerlo a la escuela en cuanto logremos que este infier­no termine.

      Un día llegaron cajas con guardapolvos y útiles, creo que el ERP había saqueado negocios, y la que fue mi directora tuvo tanto miedo que los devolvió. ¿Te acordás que prohi­bieron la enseñanza de la matemática moderna por con­siderarla subversiva?, qué absurdo.

      Te dejo, mejor que esta nota no la encuentre nadie…

      Hasta mañana. Ami

      ***

      …Sí, Ami. También a mi escuela nos llegó la lista de li­bros prohibidos, la mandaron a todas y provocó una reac­ción tremenda. Nosotras no los quemamos, los escondimos en las casas de las maestras que aceptaron guardarlos. Reconozco que yo no me animé.

      En algo no coincido con vos. No creo que los militares sean brutos, ellos hacen inteligencia militar; es más, creo que son muy inteligentes, llevan sabiamente a cabo lo que más les conviene para sus planes. Saben que ahí radica una de las caras del terror.

      ¿Y los niños?

      Los niños sin saber, y los que sabían, callaban.

      Descubrir las marcas en las grietas que los maestros

      omitían por desconocimiento, o encubrían por miedo.

      Seguir, resistir…

      ***

      ¡Buenos días, Vera! Estoy visitando grados porque las chi­cas me llamaron. Te sugiero que esperes a que te inviten. No hace falta caer de sorpresa para apreciar cómo traba­jan los maestros y percibir el clima que logran con el grupo.

      Se generalizó el buen hábito de iniciar las clases con diez minutos de cálculos mentales. Ya se convirtieron en rutina. Te diré que lo hago con mis hijas y me los piden como un juego. Concursos, sin premios ni calificaciones.

      Observé que Silvana, (¿sabías que es fanática de las ma­temáticas?), al terminar los cálculos, les pide que revelen las trampitas que emplearon para llegar más rápido a los resultados correctos.

      Uno de sus chicos dijo: Yo en lugar de sumar 9, sumo 10 y le saco 1 y hago al revés con la resta. Aplausos; y Silvana que les pregunta: ¿probamos? y sigue con otra serie. Una chiquita dijo, ¡Qué viva, así es fácil!

      Estuve mirando cuadernos. En los problemas de ma­temáticas, Silvana les hace poner en el margen: “Cálculo aproximado:…”. Los chicos me explicaron que los anotan antes de comenzar a resolverlos ¡Qué buena idea! La va a comentar en la próxima jornada de perfeccionamiento.

      Hasta mañana. Ami.

      ***

      ¡Hola, Ami!, ya les dije a las chicas y a Daniel que espero invitaciones para visitar los grados. Se rieron.

      Buenísimo lo de los cálculos mentales, yo también los empleaba, son juegos divertidos y aumentan la rapidez mental y la creatividad.

      Los ejercicios mecánicos insistentes, si bien son la mate-ria prima de las operaciones matemáticas, consiguen que los niños terminen odiándolos. Acordate cuando nos da­ban de tarea hojas y hojas con cuentas de dividir con co­mas y no sé cuántas cifras, yo las detestaba…

      Hoy no pude hacer nada. Hay una situación: el plomero no logró destapar los baños, regresará mañana, te lo cedo; el cerrajero no se va más. Ninguno de los dos se parece a mi actor predilecto.

      Mañana pasaré por el Consejo, espero convencerlos, sin discutir, de que nos manden rápido la suplente para quinto.

      ¿Te gustaría que para el acto del 25 de mayo organice­mos...?, mejor lo charlamos otro día, hay tiempo.

      Chau, me voy a preparar un café. Vera.

      ***

      ¿Cómo anda la escuela?, ¿siempre al hombro? No tanto, ahora es más fácil, mientras vos no estabas tenía que llevar las nenas a la escuela y correr a la mía... y lo peor, mentirles: “Papá se fue de viaje por el trabajo”.

      ***

      Sentía pánico por las hijas y por su amor.

      Cuando él regresaba y, gracias a su optimismo y valentía, aprendía a transformar lo siniestro en maravilloso; se decía: por algo me enamoré de él.

      Durante la guerra de Malvinas, con el hundimiento del General Belgrano sintió que el piso se desmoronaba, el her-mano de su amiga Sandra se había ido a la guerra como voluntario. El mundo que soñó construir para sus hijas se tornaba cada vez más oscuro.

      Debía olvidar el miedo.

      Besó a sus hijas. “Mami, acordate de comprar los globos para mi cumple, faltan cinco días”. Y la otra: “Ma… el señor del quiosco de la esquina me regaló un álbum para las figu­ritas de Cenicienta ¡Tienen brillantina!, ¿me comprás?

      Y la vida seguía, la rescataba con optimismo contra toda evidencia. No le dijo a él que llegaba a su escuela casi sin dor­mir; eso sí, ni bien entraba saludando a las compañeras y a los chicos, sus problemas quedaban en suspenso hasta la sa­lida. Ingresaba en otro mundo, también suyo.

      ***

      — Ay, Consuelo, y pensar que yo me hice la película de una doble vida de la dire, con amantes y todo…

      — Eran tiempos muy difíciles, Yamila… ¡Ah!, encontré lo que me preguntabas: acá nos nombran a las dos.

      — ¿En serio? ¿Lo copio?

      — Y… a mí me gustaría, fijate.

      ***

      ¿Te diste cuenta, Vera, que la cocina es el refugio de las chicas de séptimo? Durante el recreo corren a cuchichearle a Consuelo sus amoríos; ella las aconseja con el afecto de siempre, es su confidente. Fui a prepararme un té y, apenas me asomé, escuché llorar a la chiquita de las trenzas lar­gas y a Consuelo hablándole con su santa paciencia mien­tras le ataba moñitos.

      Desaparecí como si no hubiese visto nada, aunque estu­ve tentada de meter la nariz. Siempre me cuesta dejar que las cosas sucedan sin mi intervención. Te pido que no dudes en avisarme cuando adviertas esas actitudes de mi parte.

      Suerte hoy. Ami.

      ***


Скачать книгу