Entretelones de una épica pedagógica. Lury Iglesias
el cambió de guardia se lo dejan ver un instante. Se asustó al notar su palidez y los ojos dilatados. Un rayo de sol que se filtraba lo hiere sin proponérselo.
— ¿Y las nenas?, yo estoy bien—. No le cree. La indefensión los envuelve, se engañan, gritan en silencio. Muchos de sus amigos habían desaparecido. Las reuniones eran secretas y nadie de afuera conocía el sitio donde ocurrían pero a pesar de esas precauciones, cuando lo detuvieron en Hurlingham, fue por un delator.
Sí, esto fue así; ocurrió de este modo.
Fue cierto.
***
¡Buenos días, Ami!… qué buena la reunión de tu cumple, aunque, “a la que te dije” no le gustó nada que estuvieran las auxiliares. Para mí, se cree la hija de Anchorena. Qué pena que tu marido no regresó del viaje, todos querían conocerlo.
El corte de luz que tanto te amargó favoreció el clima que buscábamos. Las velas nos salvaron. A esa hora estaría todo cerrado. Daniel dijo que seguramente la culpa fue de los spot que pusiste en el jardín, mirá que sos loca, con tu afán de tener todo lindo casi dejás a oscuras a la manzana completa.
Che, ¿no pasará lo mismo en la escuela cuando los chicos del teatro estrenen la obra y pongan todas las lámparas? Fui a ver un ensayo. Buenísimo. Cómo enseñan nuestros exalumnos, aprendieron mucho en el Centro de Arte donde trabajás. Para mí, lo mejor fue el collage con las obras de Alejandro Casona. ¿Viste cuántos chicos de sexto y séptimo actúan? Y eso que ensayan los sábados.
Luz se comprometió a venir para cuidar el orden, sabés cuánto le gustan las actividades artísticas. Daniel dijo que la acompañará, (¡ejem!).
Ya hice el acta y la firmó. Le aclaré que si surge algún problema nos avise así la reemplazamos.
***
La trama invisible del compañerismo se fue afianzando. Una empatía cómplice circulaba en el grupo y la abstraía de lo que dejaba Ami al transponer el umbral de la escuela. A los diez días lo liberaron. Entonces, pactan brindar en cada almuerzo y cena que los encontrara juntos. Ella no pudo explicar en la escuela el motivo de su alegría. Solo dijo que él regresó del viaje.
***
¡Hola, Vera! Te voy a pedir un gran favor, es muy importante para mi familia. Es posible que venga “alguien” a preguntar por mi dirección.
Te ruego que no se la des. Podés decir que no sabés dónde guardo el registro de datos. Muchas gracias. Te explicaré personalmente.
Cariños. Ami
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…No te preocupes, Ami, diré que tuvimos que tirarlo porque se empapó de aguas servidas en la última inundación. No preciso que me aclares nada.
Suerte. Vera.
Los obstáculos parecen insalvables.
Nubes negras se ciernen sobre el país.
Y la escuela no espera.
***
Al principio se preguntaba por qué a mí. La respuesta estaba incluida pero oculta, agazapada, silenciosa; comenzó a pensar: ahora que me sucedió, qué puedo hacer, cómo deberé actuar.
A medida que las hijas crecían, se tornaba más difícil vivir en clandestinidad, pero se jugaban la vida.
Iban desapareciendo compañeros y todos callaban, aterrorizados.
Habían albergado durante meses a camaradas perseguidos que no tenían dónde ir. Para las nenas eran tíos que venían de lejos y pasaban un tiempo viviendo en la casa, durmiendo en la sala.
Los que tuvieron posibilidades económicas emigraron a España o a otros países.
A los que sobrevivieron, los reencontraron años después, cuando volvió la democracia; democracia bastante limitada, pero democracia al fin.
Situaciones complejas, impredecibles.
Perder las raíces, añorar, sentirse desterrados.
Ellos se quedaron por convicción, como un acto de valentía para vencer a la dictadura.
Antes, sus hijas jugaban en la vereda con todos los chicos de la cuadra. Subían a los árboles. La acacia fue creciendo con ellas, de modo que siempre pudieran subirse. Entre las ramas colocaban almohadones, ataban cuerdas, subían juguetes… Era su guarida.
Cómo explicarles, tan pequeñas, que dieran otra dirección, que no invitaran a casa a sus amiguitos del barrio anterior, que cuando les preguntaran a qué se dedicaba su papá, dijeran que era viajante de comercio.
El país convertido en tierra de exilio.
***
La ilegalidad en que vivieron durante los años de dictadura evitó que visitaran su casa la mayoría de las amistades que hasta entonces habían cosechado; algunas no resistieron el paso del tiempo.
Salvo los familiares, los muchísimos amigos que estuvieron en la fiesta de casamiento no supieron su dirección. Ellos perpetuaron su misteriosa intimidad: un revolucionario debía vivir clandestino, estaba naturalizado, lo sabían muy bien.
Desde junio del 1966 los gobernaba el miedo. Las hijas tenían cinco y tres años.
A Illia lo habían depuesto como a un tonto, y así lo consideraba gran parte del pueblo, tal vez por su honestidad, por llevar una vida humilde y no utilizar influencias a su favor.
Entonces empezó la noche. La dictadura de Onganía impuso la Doctrina de la Seguridad Nacional, logró la “profesionalización” de las FFAA, eliminó a los partidos políticos y al parlamento; terminó con el derecho de huelga, reprimió sindicatos, cerró universidades. Coartó todas las posibilidades de expresión.
Como contrapartida al gobierno militar, se produjo la explosión del pueblo en “El Cordobazo”. Los padres y hermanos de Ami, por entonces vivían allá, en plena ciudad de Córdoba y ella temblaba por temor a perderlos.
Después, vino el Rosariazo. Más luchas, más represión, más muertes y… ¡lo que les esperaba…!
Ami se quejaba con Marianela, la única que sabía los entretelones de su vida familiar. Le contaba: él llega tardísimo de las reuniones y nunca sé a ciencia cierta si regresará. Vivo asustada, con el corazón en la boca.
Ella intentaba tranquilizarla con diferentes ideas. Una le hizo gracia y le sirvió para reflexionar: ¿y si fuese un violinista que trabaja en una orquesta?, tendrías que aguantarlo todo el día en tu casa ensayando y volvería tarde también.
Sabía que no debía quejarse de su vida. Él tenía ideales y luchaba con valentía para concretarlos, amaba a sus hijas y a ella como desde el primer día.
Juntos fueron sorteando difíciles travesías.
***
Esta vez te pesa más la escuela; ya verás que pronto vamos a vivir en paz, ¿no le habrás contado nada a las maestras, verdad? Me ofendés, ¿pensás que soy inconsciente? No, eso nunca, discúlpame, tomemos un tecito y charlemos, ¿te acordás cuando nuestra chiquita se apareció eufórica con una rata muerta como trofeo de sus andanzas?, y vos, que les tenés pánico, debe ser algo típico en las mujeres, ¿verdad? Creo que sí, y ustedes hasta las ven con simpatía… como para olvidarme; la habían descubierto en el baldío de la esquina, donde jugaban a los indios y hacían chozas con ramas… ha pasado tiempo ya. Casi te desmayás, pensabas que se iba a enfermar de fiebre bubónica, ¡pobre, hija!, la metiste en la bañadera para desinfectarla, por poco con lavandina, y las dos riéndose a carcajadas. Sí, y vos también, no lo olvido.
Pensó:
Era ella quien estimulaba esas correrías, leyéndoles cada noche cuentos fantásticos y de aventuras. Invitaba siempre a jugar a seis o siete vecinitos. Creaban funciones de teatro y