Entretelones de una épica pedagógica. Lury Iglesias

Entretelones de una épica pedagógica - Lury Iglesias


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      — Dale; no te prometo pasarlo hoy, tengo ropa atrasada de una semana y mañana a la salida, me voy volando a La Plata. Me van a dejar ver a Brian.

      — Me acuerdo que la dire trabajaba con grupos de libertad asistida, podrías pedir una entrevista con el juez para que lo mande a uno de los programas de recuperación. Ami estu­vo veinte años con esos pibes. Una cosa así necesita Brian.

      — Ya traté de convencerlo y me dijo que no me meta en su vida…si insisto es capaz de pegarme… no sería la pri­mera vez.

      —Clarísimo; y le lavás la ropa… ¿y tu vida?

      — Mi vida… me la arruiné bien pronto.

      ***

      ¡Hola, Vera! te cuento las novedades de hoy, no me vas a creer. Mandaron el reemplazo de Clara… una pena que se haya jubilado, es tan amorosa…

       Destinaron a un muchacho, sí, un muchacho ¡Un hom­bre-maestro en nuestra escuela! Me saludó y me extendió la designación. Vengo para primer grado, turno mañana, me dijo. Es un personaje. Tiene el pelo renegrido y enma­rañado, barba tupida y mostachos que no dejan ver sus la­bios. Vino vestido con un jean gastado y zapatillas que dan lástima. El guardapolvo hecho un bollo debajo del brazo.

      Le di la bienvenida; ¡qué ojos! Tiene una mirada caris­mática. Jesusa no se movía, intuitiva como siempre. Por fa­vor, le pedí, ¿podría servirnos un té? Salió caminando hacia atrás para no perderse ni un detalle, tropezó con la puerta y se fue. El muchacho se dio cuenta y sonrió provocativo.

      Charlamos un largo rato, intercambiando criterios. Me cayó muy bien. Le dije: parece que nuestras aspiraciones coin­ciden, y me contestó algo así: creo absolutamente en el po­der transformador y constructivo de la educación ¿Qué tal?

       Le propuse articular actividades en sentido contrario a lo monótono y disfrutar a los chicos con alegría. Le dije que en esta escuela estábamos abiertas al cuestionamien­to de los métodos que se daban por infalibles, dispuestas a desafiar lo anquilosado.

      Durante el recreo, el personal se dedicó a estudiarlo de arriba abajo como si fuese un bicho raro. Te aviso, sus expre­siones no anuncian nada bueno. El clima se volvió denso, imaginate, nosotras con nuestros guardapolvos almido­nados, zapatos de taco y solo las que nos animamos, con pantalones…. Ahí viene, te dejo. Los nenes se ríen travie­sos y se amontonan para darle la mano. Se llama Daniel.

      Hasta mañana. Ami.

      ***

      — ¡Hola, qué sorpresa! Suerte que hoy me tocó turno ma­ñana; lo conocí recién. Che, ¿será hippie? muero por charlar con él; vendrá durante el recreo. Después te cuento. Espero le hayas adelantado que no somos santo de devoción de la inspectora, que su deseo es que nos avengamos sin restric­ciones a las creencias arcaicas estipuladas. El pobre pibe va a creer que somos la revolución con patas y se va a dar un porrazo contra la pared más cercana.

      Paso a las novedades: Tenemos una situación. Agua otra vez y me olvidé el paraguas. El cielo está negro y hay relámpagos. Por las dudas, en los salones levantamos todo a más de un metro. A los ori­ginales del periódico los puse en el último estante. Al fin, y después de tantas votaciones, los chicos del equipo de pe­riodistas decidieron llamarlo “Despertar”; lindo. Proponen encargar doscientas copias en la imprenta de Brown, ¿te parece bien?, el dueño les hizo un descuento interesante.

      La bandera de ceremonias nueva está arriba del arma­rio de dirección. Jesusa sacó de la heladera lo que se echa a perder; tiene experiencia, me dijo que su casa se inun­da siempre. Tiemblo de solo pensar que otra vez pasare­mos días limpiando paredes, pisos y lo peor, tirando pilas de material didáctico.

      Por favor, avisá que arriba de la heladera no pongan nada; fue tremendo verla flotar por la cocina la última vez. Le recordé al vecino que si se larga, llame a los bomberos. Seis años reclamando teléfono sin noticias. Si lo contás en otro país no te creen. Don Fernando, el de cooperadora, preparó una nueva nota y van… Algunos padres ya empe­zaron a retirar a los chicos ¿Cuándo entubarán este mal­dito arroyo?

      Estoy acabada, te dejo, no pude hablar con el maestro ni una palabra, qué habrá pensado….

      Que salga el sol. Vuelo. Vera

      ***

      ¡Qué alivio, Vera!, salió el sol. Ya estaba lista con la bici para correr a la escuela y respiré. Hubiese sido un mal de­but para Daniel lidiar con la inundación… muy lindos los proyectos, pero… todavía nos veo a las dos durante la últi­ma inundación como en una película, arriba del bote, con el bombero remando y nosotras debajo de tu paraguas de florcitas azules.

      A la distancia algunas desgracias se tornan grotescas. El miedo me asalta después.

      ¿Te acordás del gordito de primer grado que se durmió arriba del escritorio?, pobre…, me dijo Perla que el miedo suele provocar esas reacciones. Y nosotras sacando a los chicos por las ventanas y contándoles historias de Venecia y otras tonterías; ellos, riendo, y Jesusa, Consuelo, vos, yo, todas… alzándolos para que los bomberos los subieran a los botes. Ah, y la suplente de cuarto que se escapó sin avi­sar a nadie, ¿te acordás? decepcionante, che.

      Por suerte, estamos dando clase normalmente. Me voy a cuarto, Violeta faltó. Les leeré El loro pelado, mi caballito de batalla en estos casos, mejor dicho, mi lorito de batalla.

      Me avisa Jesusa que llegó el técnico a colgar los ventiladores.

      ……………………

      Se fue el técnico, los puso en el salón de actos; si no llue­ve, vendrá mañana sábado a trabajar en las aulas. Juan, siempre tan gaucho, se ofreció a abrir la escuela y quedar­se con él. Nos salvamos.

      Te dejo la convocatoria para la jornada sobre el tema Música en las aulas, por favor, agregá lo que te parezca interesante.

      Feliz fin de semana, Ami.

      ***

      —Che, Consuelo, ¿a vos no te nombran la dire o la vice en los cuadernos?

      —Estuve buscando, hay algo, ya te lo mostraré. Ahora quiero que leas cuando la dire nos invitó a todas a su casa:

      —¿A su casa?, los chicos nunca nos enterábamos de esas cosas.

      ***

      Hola, Vera, buen día. Espero que el próximo sábado ven­gan todos a casa. Continuaré festejando mi cumpleaños. Será bueno relacionarnos más, en especial con el perso­nal nuevo.

      Me alegró saber que las auxiliares también aceptaron la invitación.

      Gracias, bienvenida tu torta de manzanas, te sale riquí­sima, aunque me corresponde a mí agasajarlos.

      ***

      … Ami, dejame que yo también me luzca. Acordate cuan­do comparamos las recetas de tu torta de manzanas con la mía y cómo nos sorprendimos al cotejar que, siendo tan distintas, las dos llevaban exactamente los mismos ingre­dientes. Es así nomás, todos tenemos dos ojos, una nariz, una boca, dos orejas… y somos tan diferentes.

      Desensillo y a trabajar, dejo aquí las disquisiciones filo­sóficas. Después te voy a contar los sucesos del día.

      Cariños. Vera.

      ***

      Jueves.

      ¡Hola, Vera! Te escribo desde casa mientras se dora el po­llo con papas para la cena de mi cumple, total, mañana lle­garé 7.30 y devolveré al cajón nuestro top secret. Estaremos los cuatro nomás. Por fin mis padres decidieron mudarse; pronto estarán en Morón. Ni te imaginás la alegría que ten-go, y las nenas, felices esperando a sus abuelos y tíos. Los veo muy poco, los pasajes son tan caros… ¿te conté que desde que se fueron les mando una carta todos los días?, como no tenemos teléfono… a cuatro cuadras de casa hay un buzón y sin bajarme de la bici, le doy un beso al sobre y allá van. A veces


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