Colgada en Nueva York. Erina Alcalá
estaba arreglándome.
—Y yo. He visto esto por encima, pero me fui a arreglarme directamente.
—¡Qué bien huele!
—Gracias, Nerea, tú también. Seguro que podrás con todo.
—¿Está todo listo?
—Solo sacar las paellas y colocarlas en las bandejas, tengo que calentarlas dos minutos, lo mismo con el solomillo y las patatas, mientas van comiendo los canapés. Luego los voy poniendo en las bandejas y las reparto por las mesas.
—La verdad, esto está de lujo. Has comprado flores y este mandil…
—A juego con las servilletas y las cazuelas.
—¿Puedo probar?
—Solo de este plato. —Y sacó un gran plato de la nevera.
—¡Ah, bruja, has guardado!
—Sí, siempre dejo algo por si acaso, como ahora.
—Venga, come uno.
Y comieron uno cada uno.
—¡Dios qué bueno! No puedo perderte.
—Bueno, si encuentro un instituto, puedo traerle la cena y las comidas de empresa, siempre que sean viernes tarde y fines de semana, pero para la limpieza, será otra.
—No quiero que te vayas, Nerea, si acabas de venir. Y escribes tus novelas, ¿no estás bien?
—Estupendamente.
—¿Entonces? —Y él la miró—. Tienes razón, eres una chica de universidad. Sería egoísta por mi parte.
Llamaron a la puerta.
Ella abrió saludando a las personas y Taylor también.
Jacob llegó el último.
—Ya estoy aquí. ¡Hola, Nerea!, estás muy guapa con esos lunares como con el vestido.
—Sí. —Rio ella.
—Déjala, Jacob.
—No pienso dejarte en toda la noche —le decía bajito Jacob.
—Tengo que poner las cosas.
—Bueno, mientras comen.
Y cerró la puerta. Taylor fue abriendo las botellas de champán y echando en las copas junto con ella.
Se las llevó a la encimera para ir rellenando más, y que no faltara en las bandejas. De paso, retiraba las vacías.
—¿Qué has hecho aquí, mujer? ¿Esto lo has hecho tú?
—Sí, señorito —le dijo con acento de película sureña.
Y Jacob se rio.
—¡Qué guasa tienes, Nerea! ¿De dónde eres? —le dijo con una copa en la mano, mientras ella rellenaba las cazoletas de arroz y de solomillo y le dejaba una de cada a su lado. Jacob la miró encantado.
Cuando las llenó, las puso en las bandejas y fue a ponerlas repartidas en las mesas.
—Te espero.
—Ve probando, ¡están buenísimas!
Cuando hubo repartido todo, estuvo al tanto de las bebidas, porque comida había de más.
—Eres una cocinera estupenda.
—¿Te gusta?
—Sí. Es perfecto.
—¿Eres española? —le preguntó Jacob.
—Sí.
—Y profesora de literatura. De castellano.
—También.
—Y novelista. Dame tu pseudónimo para leerte.
—Tiene un toque erótico.
—Mejor —le dijo él al oído, y Taylor lo vio desde lejos, pero él estaba con Sonia. Sería su novia porque era pegajosa como ella sola, y guapa también, con un cuerpo envidiable.
—¿Es la novia de mi jefe?
—Dice que es un pasatiempo.
—Pues es una modelo, no he visto mujer más guapa.
—Ni yo —dijo Jacob mirándola.
—Eres un guasón, como dicen en mi tierra. ¿No te vas a departir con el resto?
—Son todos unos vanidosos.
—¡Vaya!
—Prefiero la cocina. ¿Sabes que mi madre fue sirvienta?
—Como yo.
—No, tú eres pasajera.
—Del vuelo 880.
—Ahora eres tú la graciosa —decía Jacob riéndose a carcajadas—. Quiero decir que te irás, esto no es lo tuyo.
—No, no lo es, pero encontrar un instituto para dar clases…
—¿Has enviado currículum?
—Sí, en institutos privados.
—Echa en todos, mujer.
—¿Puedo dar clases en los institutos sin oposiciones?
—¿Qué oposiciones?, en todos los de Manhattan tienes trabajo ya, puedes solicitar plaza.
—Me pondré el lunes.
—Haz una lista. Busca en Internet.
—Gracias, Jacob.
—Dame tu teléfono. —Y ella se lo dio.
Taylor estaba que rabiaba.
Sin embargo, ella estaba contenta y hacía su trabajo, no faltaba nada en las copas y reponía los canapés y limpiaba las bandejas.
Después, puso los postres.
Todo el mundo fue a darle las gracias por los canapés y ella les daba las gracias por los cumplidos.
Querían que Taylor se la dejara para sus fiestas.
—La tengo contratada y le pago un buen sueldo, es mía.
Y Sonia lo miró con una cara…
Se fue hacia ella, mientras Taylor iba despidiendo a los invitados.
—¡Hola, Nerea!
—¡Hola, señorita!
—Sonia, soy la novia de Taylor.
—Encantada —le dijo ella—. Es usted preciosa.
—Gracias, la comida es mejorable.
—¿No le ha gustado?
—Está fenomenal, Sonia —le dijo Jacob.
—Bueno, algunas cosas se salvan.
—Pues cómete las que se salven, anda, vete con tu novio que estoy ligando con Nerea.
—¿Para eso has quedado? —le dijo Sonia.
—Para eso, encanto.
Y ella se fue.
—No me puede ver. Es tonta retonta, no le hagas caso, no es su novia, y está celosa, la comida está genial, te lo dice todo el mundo.
—Gracias, Jacob.
—No sé qué ve mi amigo en ella.
—¿Tú también eres publicista?
—No, soy el abogado, pero nos conocemos desde la universidad, estuvimos ambos en Harvard, carrera y máster; luego, cuando recibió la empresa de su abuelo, me llamó. Llevamos ya unos años juntos.
—Me alegro.
—Sí, es como mi hermano.