Amarillo. Blanca Alexander
qué pueda pasarme, quiero que sepas que guardo un cofre con la investigación que he realizado durante tres años… ahora prefiero compartirla contigo.
—¿Por qué lo dices como si no fuéramos a vernos durante mucho tiempo? No seas tan teatral, mañana me la muestras con calma.
Sebastián esbozó una leve sonrisa y cayó dormido casi de inmediato. Marcus lo abrigó con la cobija y besó su frente.
EL ANUNCIO
En lujosos carruajes arribaron los representantes del reino de Galanea y las diferentes ciudades de Zuneve. El salón de eventos de la Casa Amarilla (la residencia del presidente), era un espacio muy amplio y de techo alto fabricado en oscura madera reluciente. Mesas cubiertas por manteles color champaña y con coloridos arreglos florales en el centro llenaban la estancia. A un costado se ubicaba la orquesta, conformada por más de treinta músicos, y diagonal a esta se encontraba la mesa de la familia presidencial.
El primer mandatario de Zuneve, Aurelio Buenas Casas, era un hombre de baja estatura, ojos negros y cabello gris con entradas. Llevaba el uniforme de gala militar (chaqueta y pantalón negros) y lo rodeaba su familia. Su esposa Gardenia tenía cabello ceniciento, ojos oscuros, nariz fina y boca grande, llevaba un pomposo vestido amarillo, complementado con un peinado alto y llamativo. Samantha, su única hija, guardaba un gran parecido con Gardenia y sostenía la mano de su esposo René Busti, un hombre de estatura promedio, elegante y refinado, cuyos gestos reflejaban un inmenso dolor. Rodrigo, por su parte, no dejaba de mirar con impaciencia el reloj de su bolsillo.
—Dile a tu marido que trate de disimular. La expresión de su rostro dará a entender a la gente que algo grave sucede. —Gardenia musitó sin dejar de sonreír y saludar a la distancia a los invitados.
—Madre, no es para menos, mucho hace con estar aquí. —Samantha estaba molesta.
—Es una desgracia lo que sucedió, pero si esa información sale a luz, el país podría perder varios contratos con muchos de los empresarios que están aquí esta noche. No nos podemos dar el lujo de estar de luto, nuestra economía se irá a pique si no logramos las alianzas.
—Todavía no entiendo qué tiene que ver una cosa con la otra.
El volumen de la alegre música de la orquesta obligaba a la mujer a acercarse a su madre para continuar con la conversación.
—Fernanda y su hijo Henry fueron asesinados por invasores infiltrados; además, dejaron una nota de amenaza donde aseguran que ese será el destino de quienes se opongan a ellos... Si estos hombres se enteran de que Zuneve no terminó con todos los invasores, como lo ha asegurado un millón de veces, no confiarán en el gobierno de tu padre, no invertirán aquí. Así que si tu esposo no puede disimular un poco, es mejor que ambos se retiren cuanto antes.
Samantha, nerviosa, probó por primera vez su copa de vino.
—No puedo irme, no antes de los anuncios que hará padre sobre Rodrigo.
—¡Ah, sí! Los anuncios, de eso quería hablarte. Entiendo que uno es importante, pero el otro es inmensamente innecesario, solo un capricho de tu hijo.
—Sí, lo sé, pero en realidad lo anhela y padre lo complació. Tiene una gran debilidad por él, es el hijo varón que siempre deseó.
—¡Y tú eres su madre! ¿Qué piensas sobre eso?
—Creo que tal vez esos cambios en la vida de Rodrigo lo ayudarán a madurar y convertirse en hombre.
—Rodrigo nunca ha recibido un no por respuesta. ¿Crees que complacer a alguien en cuanto se le ocurre es ayudarlo a madurar?
Samantha se había quedado sin argumentos, así que no pudo evitar lamentarse.
—¿Y qué puedo hacer? No me escucha.
—Tranquila, pensaremos en algo si las cosas se salen de control con él. —Gardenia tomó la mano de Samantha—. Por el momento, trata de sonreír y saludar.
En una mesa cercana a la de Aurelio Buenas Casas estaba sentado Benicio Velavar, un hombre inexpresivo que escudriñaba el lugar con la mirada; junto a él estaba su hija Pía. Los Velavar poseían ese gesto inmutable y una apariencia sombría que les ganó el adjetivo de excéntricos en la alta sociedad de Nirvenia. En la misma mesa que el señor de Antario, quien encabezaba la delegación del reino, estaba Preston Hilldawyn en representación de Minsdan, un hombre alto de cabello castaño oscuro con reflejos grises; conocido por ser un mujeriego empedernido, esa noche no perdió la oportunidad de coquetear con cuanta dama zunesa se le puso en el camino. Sandro Linarmitt, el señor de Guendovar, un anciano de casi noventa años que no escuchaba bien ni dejaba de farfullar mientras dormía de forma intermitente. “Si quiero que las cosas salgan bien, tengo que hacerlas yo mismo”, susurraba con los ojos cerrados. El anciano vestía un traje de etiqueta color vino y un extravagante abrigo de piel de animal. También acudió Akil Cibrian por la ciudad de Herseya, un hombre negro de treinta años, apuesto y elegante.
—Con su permiso, señores, iré a saludar a la familia presidencial —dijo Akil antes de retirarse.
En la mesa de Velavar también estaban presentes Ronin Sakuraya, un chico de veinte años y ojos pequeños y alargados que cumplía el sueño de representar a la ciudad de Zhenjin por primera vez, como le encantaba repetirle al más joven, Theo Magkiston, de dieciséis años, quien asistía por Verenasi.
—¿Me veo bien? —Ronin se arregló el cuello de la camisa.
—Es la enésima vez que lo preguntas. Por enésima vez, te pido que dejes de hacerlo. —Theo apoyó con hastío la barbilla en la palma de la mano.
—¿Nervioso por el juego de mañana? —Ronin era incapaz de borrar la sonrisa de su rostro.
—No, solo estoy aburrido de estar aquí.
—Eres el capitán del equipo de fútbol del reino, debes estar en Zuneve, mañana es el gran partido.
—Con “aquí” me refiero a la Casa Amarilla. Debería estar practicando con el equipo, no perdiendo mi tiempo en este evento. No sé por qué mi padre insiste en que es mi deber.
—El señor Magkiston te prepara para que algún día gobiernes Verenasi. No tengo duda de ello. —Ronin se expresaba como si fuera un experto político.
—No lo creo, tengo tres hermanos mayores.
—Si lo piensas bien, tu hermano Tobías es el comandante del Ejército del rey Nelson, eso lo obliga a permanecer en Puerto Rey por el resto de su vida. Tu hermana Tracy también está en la capital porque se casó con el hijo menor del rey, y tu hermano mayor Tiago… a quien le fueron removidos sus privilegios de primogénito por hacerle perder a tu familia casi toda su fortuna, también tiene fama de irresponsable por invertir la mayoría de su tiempo en ofrecer grandes juergas. No quiero pecar de indiscreto, pero es evidente que tu padre no confía en él, es la oveja negra, entre otras cosas que se dicen… Ya sabes, sobre el accidente… Lo que quiero decir es que las circunstancias que rodean a tus hermanos te convierten en el heredero de Verenasi.
Theo dio un profundo suspiro, su paciencia se había agotado.
—Ojalá el Santo le dé larga vida y herederos a tu hermano mayor, sería una pena que Zhenjin cayera en tus manos. —Se levantó de la mesa—. Con su permiso, señor Velavar, iré a tomar aire fresco.
Benicio asintió a su gesto.
Ronin, avergonzado, se concentró en beber de su copa.
—Digan lo que digan sobre Tiago Magkiston, la verdad es que ofrece muy buenas fiestas. —Preston había escuchado parte de la conversación. Sin embargo, de pronto sintió dolor de estómago—. Disculpen, debo ausentarme un momento. —Huyó rápidamente hacia el baño más cercano.
Benicio miró a Ronin a los ojos.
—Aguardarás