Amarillo. Blanca Alexander

Amarillo - Blanca Alexander


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la esfera?

      —Uno de sus hermanos la tenía cuando comenzaron a convertirse en piedra, así que corrió el mismo destino.

      —¿El diario habla sobre seres mágicos que desean dañarnos?

      Darío miró a Diora brevemente antes de contestar:

      —Satro, el líder de los magos oscuros, convenció a parte de su comunidad de que los hombres de sangre celestial serían una amenaza para ellos, esa es la razón de que los descendientes de Kurt hayan mantenido un perfil bajo. Esos descendientes son ustedes.

      —¿Y cuántos somos?

      —El diario menciona que Kurt tuvo un hijo, pero no aparece su nombre. Tal vez fue un trastatarabuelo tuyo.

      —¿Y por qué mi abuela no mencionó esta historia si tenía el diario con ella? Hay mucho de esto que carece de sentido.

      —Me gustaría decirte que tengo las respuestas a tus preguntas, pero no es así. No conocí a tu abuela.

      —Tal vez mi madre nunca leyó el diario porque no quería saber sobre el caballero de luz y se lo entregó al doctor Rubén para que lo alejara de nosotras.

      Marcus estaba muy lejos de sentirse convencido con la teoría de Diora; sin embargo, decidió ignorar ese detalle por el momento.

      —¿Qué… qué significa ser descendiente de un caballero de luz? Es decir… por lo que me han contado hasta ahora, los magos, brujos y hechiceros hacen cosas sobrenaturales, pero ¿y nosotros? ¿Tenemos algún… don o habilidad? Me siento muy normal.

      —Comprende a qué te refieres. —Darío lo miró con atención—. Los caballeros de luz son guerreros natos, poseen grandes destrezas físicas. Por lo que he escuchado sobre ti, dominas disciplinas deportivas a la perfección, incluso sin dedicarles largas horas de entrenamiento… También he oído que tus lesiones sanan con rapidez.

      —¿Cómo sabe que sano con rapidez?

      Darío se quedó sin palabras, pero Diora se apresuró a intervenir:

      —Se lo dije cuando nos quedamos a solas.

      —Sí… sí, tu madre lo comentó hace poco.

      Marcus respiró profundo.

      —Si estas criaturas son guerreros… deben tener armas, ¿no?

      —Kurt menciona las armas que utilizan, son forjadas en lugares sagrados; sin embargo, en la Tierra hay algunas suyas. Al parecer, las enterró junto a su armadura, aunque no precisó lugar.

      Marcus, decepcionado, colocó el diario sobre la mesa antes de levantarse.

      —Si no existe amenaza alguna ni poseemos poderes, ¿para qué quiero saber más sobre esto? Tal vez el diario es solo una historia escrita por alguien con imaginación, no deberíamos darle mucha importancia. Iré a descansar.

      Mientras el apuesto joven se dirigía hacia las escaleras, tres palabras escaparon de la boca de Darío:

      —¡Las rocas Hardo!

      —¿Qué?

      Diora hizo gestos de querer callarlo con la mirada, pero la ignoró.

      —¿Qué dijo? —Marcus se volvió hacia él.

      —Esas son las rocas Hardo. —Darío señaló los tres cristales que reposaban sobre la repisa de la chimenea—. O son muy similares a la descripción que Kurt da de ellas. Podríamos hacer una prueba y averiguarlo.

      —¿De qué habla este hombre, madre?

      La mujer permaneció en silencio.

      —Las rocas Hardo son una de las armas características de los caballeros de luz, se trata de tres rocas indestructibles con funciones diferentes. —Darío tomó el libro para buscar la página en que Kurt las mencionaba—. ¡Aquí esta! “Las rocas Hardo fueron creadas con parte de la misma esencia que formó a los caballeros de luz, para que su poder solo pudiera ser activado cuando las empuñara alguien de mi raza”.

      De pronto, un recuerdo invadió la mente de Marcus. Siendo un niño, había derribado por accidente las rocas y las levantó para regresarlas a su lugar.

      —No lo sé, en alguna oportunidad toqué los cristales y nada extraño ocurrió.

      —Necesitas la bendición de un caballero de luz mayor que tú para usarlas.

      —Entonces jamás lo sabremos.

      —El diario solo dice que el caballero de luz debe ser mayor que tú, no menciona un nombre.

      Marcus y el doctor Cavini miraron a Diora al mismo tiempo.

      —¡No, eso no tiene ningún sentido! Yo debo contar con la bendición para bendecir, ¿no creen? Nadie me la ha dado.

      —Solo es cuestión de intentarlo…

      —¡Es absurdo, Darío!

      Marcus tomó los cristales y se acercó a su madre.

      —¿Qué hacemos ahora?

      —Envuélvelas con ambas manos… Diora debe rodear tus manos entre las suyas… —El doctor Cavini no perdía de vista el texto sobre el ritual de bendición.

      —¡No pondré un arma en las manos de mi hijo!

      —Madre, en unos meses tendré muchas armas en mis manos. Seré militar, ¿recuerdas?

      —¡No necesitas esto! —La mujer dejó escapar un lamento—. Ese mundo sobrenatural solo te llevará hacia la desgracia, ¡no lo permitiré!

      —¿En qué te basas para asegurar eso?

      —¿Acaso has olvidado las leyes del Abba? ¿Has oído lo que ocurre con los hombres a quienes descubren practicando hechicería? No solo los encierran de por vida, también escuché que los torturan hasta que ruegan que los maten. El Abba dice que los dioses paganos solo traen desgracias, abrirles la puerta es dar la bienvenida a la muerte. ¡Existen fuerzas a quienes no debemos molestar!

      Marcus ladeó la cabeza con un suspiro y recogió hacia atrás los mechones de su cabello que jugueteaban cerca de su frente.

      —No conozco mucho al respecto, madre, pero creo que esto no está relacionado con la hechicería. ¿O me equivoco, señor Cavini?

      —No, no te equivocas. Kurt escribió que los magos y los caballeros de luz son razas diferentes; por ende, sus habilidades son distintas.

      —¡El Abba no se detendrá ante ningún tecnicismo! ¡Ustedes lo saben!

      —¡Madre, por favor! Solo intentémoslo. Si resulta cierto, seré cauteloso, lo prometo.

      —¡No lo haré!

      —No lo entiendo, madre. Primero dices que apoyaste de forma incondicional a tu amigo al descubrir que era un mago, ahora…

      —¡Y no le hizo bien estudiar la magia! ¡Lo cambió por completo!

      —¡Es mi decisión, madre!

      —Y esta es la mía.

      Marcus, furioso, guardó las rocas en su bolsillo y abandonó el salón para dirigirse a su habitación sin añadir otra palabra.

      Diora miró con ira a Darío.

      —¡No perdonaré lo que acabas de hacer! ¡Se iba a olvidar de todo esto y tú lo frenaste!

      —Jamás será un hombre completo si ignora parte de sí mismo.

      —Ahora entiendo… nunca fue tu plan alejar a Marcus de ese mundo, solo fingiste estar de acuerdo conmigo para que te permitiera acercarte a él y meterle cosas en la cabeza, cosas en las que no dejará de insistir.

      —Tengo derecho a estar cerca de Marcus.

      —Solo


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