Amarillo. Blanca Alexander

Amarillo - Blanca Alexander


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      —¡Hola, Rod! Estamos muy bien. ¿Qué se te ofrece?

      —Tyles, seré muy breve. Pasado mañana jugaremos un partido de fútbol contra el reino a beneficio del orfanato de Río Dulce. El juego se realizará después de que el Abba dé su sermón en el templo, así que estará presente.

      —¿Por qué das la noticia tú, en lugar del entrenador? —Marky lo miró con suspicacia.

      —Porque fue mi idea, estoy a cargo del evento. —Rodrigo no podía ocultar su prepotencia.

      —¡Vaya! No sabía que tenías tan buen corazón. Claro, apoyaremos tu desinteresada obra de caridad.

      Rodrigo sonrió ante el sarcasmo de Marcus, luego hizo un gesto hacia Frank para que tomara la palabra.

      —Por ser un evento especial, Rodrigo será el primer capitán, Marcus el segundo y Cruz el tercero. Queremos saber qué opinan.

      —Aunque eso no importe mucho. —Vince rio entre dientes.

      —Si queremos ganar, procuremos mantener la moral del equipo en alto. Eso no ocurrirá si llevas la cinta de capitán.

      —Cuida tus palabras, Marky. —Vince lo miró de forma amenazante, era el más fornido de los compañeros de Rodrigo.

      —¿Y qué pasará si no lo hago? —El joven dio un paso hacia delante con actitud desafiante.

      —No caigas en su juego. —Cruz bloqueó el avance de Marky con el brazo.

      A pesar de la tensión que se respiraba, Marcus se mantuvo sereno.

      —Los chicos y yo estaremos allí, Rod, cuenta con nosotros.

      —¡Me alegra escuchar eso! Estoy muy emocionado, los próximos dos días serán inolvidables… No dejen de asistir al baile de independencia. Sus familias están invitadas, me aseguré de ello.

      —Creo que deberías reconsiderar la profesión a la que quieres dedicarte, destacarías más como organizador de eventos que como político o militar.

      Cruz ahogó una carcajada.

      Rodrigo dirigió a Marcus una mirada de odio, pero apretó sus puños detrás de la espalda.

      —Nos vemos mañana.

      El joven se retiró seguido de Frank y Vince. Los tres amigos esperaron que se alejaran lo suficiente para intercambiar sus impresiones.

      —No voy a jugar en un equipo que lidere Rodrigo. Es evidente que usó sus influencias para lograrlo.

      —La pregunta no es cómo lo hizo, todos conocemos la respuesta: es el nieto del presidente. Lo importante es por qué quiere asegurarse de que asistamos mañana al baile de independencia. —Cruz miró con atención a sus amigos—. ¿No les parece raro?

      —Quiere restregarnos que tiene poder, el anhelo más grande de ese imbécil es superar a Marcus y verlo derrumbado.

      —Es evidente que planea algo. Aunque si no me ha superado hasta ahora, créeme que nunca lo hará. Me tienen sin cuidado los comentarios sobre su influencia y poder. Ahora bien, con respecto al partido, en los primeros minutos se darán cuenta de que fue un error permitir que dirija. Frente a la presión de un resultado adverso en nuestra casa, el entrenador se verá en la obligación de elegir entre Cruz y yo para darnos el timón de nuevo, eso será todo.

      —No lo subestimes, Marcus. Sabe que no puede vencerte en el campo y en ninguna disciplina, sabe que jamás obtendrá el respeto del equipo…

      —Ni la atención que despiertas en las chicas —interrumpió Marky.

      —Lo que quiero decir es que Rodrigo intentará golpearte, pero no lo hará de la forma que esperas.

      —¿Y qué crees que podría hacer para lastimarme? Te daré la respuesta: nada, no puede hacer nada. Es solo un mequetrefe con algo de poder que mañana se las arreglará para ser el centro de atención. Eso lo puedo manejar a la perfección, tengo cosas más importantes en las que ocuparme que perder mi tiempo tratando de pensar qué estupidez hará Rodrigo Buenas Casas que pueda afectarme.

      —Solo ruego que no permitas que te sorprenda con la guardia baja.

      Marcus sonrió y decidió decir algo para salir del paso:

      —Está bien, Cruz, me mantendré atento.

      ***

      La mañana de la conmemoración de otro año de la independencia de Zuneve, las campanas del templo de Río Dulce repiquetearon con inusitada fuerza. En las entradas de las casas más humildes y las más acaudaladas izaron la bandera nacional. La mansión de los Tyles no evadió esa tradición, aunque no reinaba precisamente un ambiente de celebración.

      Marcus estaba sentado frente a su padre en el despacho, solo el escritorio se interponía entre ellos.

      —Hijo, hace poco decidí enviar un nuevo grupo de reclutas a la escuela militar. No es obligatorio alistarse, pero quiero que lo hagas, es importante que empieces tu carrera militar lo más pronto posible.

      —¿Por qué?

      Milton se levantó para acercarse a una pequeña mesita ubicada en el costado, donde lo aguardaba una botella de vino. Sin pronunciar palabra, sirvió una copa.

      —Padre… es muy temprano para que empieces a beber.

      Milton lo ignoró y dio un sorbo.

      —Dime qué sabes sobre los invasores, qué te han enseñado acerca de ellos en el colegio.

      A Marcus le pareció extraña la pregunta, pero decidió responder sin cuestionar el motivo de aquel interrogatorio.

      —Conformaban un grupo de ladrones y asesinos que desestabilizaron el viejo mundo e intentaron saquear Nirvenia en los años de la fundación. Querían tomar el control, así que masacraron a cientos de civiles. Sin embargo, las fuerzas comandadas por Bernardo Andala los contuvieron y expulsaron del continente…

      —¿Cómo son descritos?

      —Como salvajes que adoran a espíritus oscuros y practican el canibalismo, en la mayoría de los casos con infantes… También roban niños recién nacidos para sus ofrendas o su consumo. —Marcus recitaba aquella información como si leyera un libro—. Además, el Abba asegura que poseen una especie de maldición… los acusa de haber servido como instrumento a la oscuridad para destruir las tierras antiguas. —Hizo una pequeña pausa—. Ahora me dirás qué tiene que ver la historia de los invasores con la decisión que tomaste.

      Milton volvió a probar su trago y lo miró con evidente preocupación.

      —Los invasores volverán.

      —He escuchado sobre algunos infiltrados, pero tengo entendido que son muy pocos, el gobierno siempre los descubre y mantiene al margen… ¿O no es así?

      —Existe una comunidad de invasores al otro lado del mar, viven en espacios aún habitables en las ruinas de las tierras antiguas. Presumimos que se preparan para irrumpir de nuevo en Nirvenia, debemos alistarnos para enfrentarlos.

      Marcus miró a su padre con expresión de incredulidad.

      —¡Padre! Durante siglos han asegurado en los libros que las tierras antiguas están en el fondo del océano… ¿Qué hay sobre la expedición que hizo el capitán Núñez en el año 414 de Nirvenia? Aseguró que no existían, ¡escribí un ensayo sobre eso! Y los Abbas… todos los Abbas de la historia han dado innumerables sermones sobre cómo y por qué desaparecieron las tierras antiguas.

      Milton siguió bebiendo a cortos sorbos de su copa, pero evitó dar una respuesta.

      —Entonces las cosas que dice Sebastián no son una locura…

      —¡No, no, por favor! No seas como tu hermano, no podría soportar


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