Las jugadas que importan. Jonathan Rowson

Las jugadas que importan - Jonathan Rowson


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mantenga atentos a la partida. Más aún, el pensamiento ajedrecístico implica en algún sentido la compasión, porque de lo que se trata es de promover el orden en lugar del caos mediante una atención especial al significado de cada una de las piezas, de las casillas y las ideas que van surgiendo.10 El filósofo Martin Heidegger sostuvo que el cuidado era la característica principal del “ser en el mundo”, y una famosa investigación en gerontología refuerza esta idea; en un geriátrico, si todas las variables restantes son constantes, aquellos que se dedican a regar y cuidar las plantas suelen ser más longevos que los que no lo hacen.11 Al igual que el amor, el ajedrez gira en torno a la experiencia de la pasión, la intimidad y el cui­­dado, pero no en el sentido habitual que le damos a esos términos. El juego nos revela significados implícitos en la idea del amor mediante un giro de perspectiva y contexto.

      Gerald Abrahams, abogado, escritor y ajedrecista tardío, escribió que “gracias al ajedrez uno se da cuenta de que toda educación es, en última instancia, autoeducación”. Esta idea es bastante oportuna en nuestro mundo, tan basado en la transferencia de datos. El ajedrez se presta a los análisis cuantitativos y la información estructurada de diversas formas –por ejemplo, otorgando un valor numérico a las piezas, elaborando bases de datos con millones de partidas o computarizando y evaluando los resultados mediante un sistema internacional de rating–. Sin embargo, la experiencia de jugar una partida es más cualitativa que cuantitativa.

      El ajedrez, por tanto, nos ofrece una serie de significaciones valiosas de una forma en que la información, la explicación y el análisis racional no puede facilitarnos. Una partida de ajedrez raramente es algo dado, no es simplemente “data”. La historia solo se hace vital en el momento en que le damos sentido, y entonces se convierte en eso que algunos académicos denominan “capta”. El ajedrez me ha mostrado que necesitamos el lenguaje poco convencional del “capta” tanto como necesitamos la actual extensión exponencial del “data”. El filósofo de la educación Matthew Lipman lo dijo de la siguiente manera al referirse al aprendizaje de los niños, aunque es aplicable también en general:

      A la luz de su poder metafórico, del rol del ajedrez como metametáfora, y de su capacidad para ilustrar que la educación es, en última instancia, autoeducación, la pregunta acerca de lo que el ajedrez puede enseñarnos de la vida merece alguna que otra respuesta. La estructura del libro reproduce la de un tablero de sesenta y cuatro casillas, dividido en ocho filas y ocho columnas y alternando casillas blancas y negras. El collage que sigue está estructurado en ocho capítulos con ocho apartados que siguen la secuencia del contraste temático, con antinomias y yuxtaposiciones: pensar y sentir, ganar y perder, aprender y olvidar, culturas y contraculturas, cíborgs y seres humanos, poder y amor, verdad y belleza, vida y muerte. Lo que el ajedrez me ha enseñado a mí, entre otras cosas, es que:

      La concentración es libertad.

      Lo realmente importante es lo que está en juego.

      Nuestras respuestas automáticas requieren el mayor de los cuidados.

      El escapismo es una trampa.

      Los algoritmos son nuestros titiriteros.

      Tenemos que hacer las paces con nuestros conflictos.

      Hay otro mundo, pero se encuentra en este mundo.

      La felicidad no es lo más importante.

      Estas enseñanzas, debidamente destiladas, han surgido a raíz de treinta y cinco años de una relación con el ajedrez que aún perdura. Durante casi la mitad de mi infancia, el ajedrez fue el elemento central para saber quién era yo y qué era el mundo. Amé el juego con todo el dolor y la extenuación que se siente cuando uno se enamora. He amado el ajedrez del mismo modo en que un niño ama a aquel que lo protege, como un joven ama a una chica que representa el amor en sí mismo, co­­mo un joven adulto ama su recién estrenada autonomía y su lugar en la comunidad, como un estudiante ama a sus profesores, como un amigo ama a sus amigos, como un padre ama a sus hijos. No sé exactamente cómo amo el ajedrez, pero sin duda es de todas estas formas, y de alguna más.

      1 N. del T.: Un match en ajedrez es un enfrentamiento entre dos jugadores al mejor de un número determinado de partidas acordado de antemano. También, en otras ocasiones, gana el encuentro quien logre antes un número de victorias. El título de campeón del mundo suele otorgarse al ganador de un match entre el vigente campeón y un aspirante o retador.

      2 STEINTER, George (28 de octubre de 1972): “Fields of Force”, The New Yorker.

      3 LAKOFF, George y JOHNSON, Mark (2003): Metaphors We Live By, Chicago, University of Chicago Press; BATESON, Mary Catherine (1991): Our Own Metaphor, Washington, Smithsonian Institute Press.

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