Universo paralelo. Luiz Fernando Sella

Universo paralelo - Luiz Fernando Sella


Скачать книгу
fumaba, y no pensaba dejar mi vicio.

      *****

       Oír la voz de Dios

      Aprendí a convivir con el cigarrillo desde temprano, ya en el vientre de mi madre. Nací prematura, y mis padres siempre fumaron. En la facultad, el cigarrillo de clavo de olor (kretek) estaba siempre presente en los bailes. En el restaurante, era mi compañero en las noches solitarias.

      –Haz una oración, y pide ayuda a Dios para que puedas dejar ese vicio –me dijo el joven pastor.

      “¡Oración!... Muy fácil decir eso para un pastor, que nunca fumó en su vida”, pensé. Sin embargo, ¿sería posible que Dios realmente me escuchara?

      Entonces, resolví intentar, pues no tenía nada que perder. Hablé con Dios, estando de pie: “Si es que tú, Señor, existes, y quieres que yo sea bautizada exactamente en ese día que está proponiendo el pastor, ayúdame a dejar de fumar. Señor, tú me creaste, y sabes cuánto me gusta el cigarrillo”. Hice esta oración y me fui a dormir.

      A la mañana siguiente, me desperté e inmediatamente encendí un cigarrillo:

      –¡Puaj! –dije, sintiendo un gusto terrible en la boca.

      “Pienso que será porque estoy en ayunas”, racionalicé.

      Fui al restaurante, y aquel día trabajé toda la mañana sin parar. Después del almuerzo, cuando todos los clientes ya se habían ido, encendí un cigarrillo, como de costumbre. Y sentí náuseas.

      “Creo que comí muchas frituras”, pensé.

      Volví a trabajar, a fin de poder atender a los clientes en la cena. Durante la noche, también fue todo muy vertiginoso. Cuando estaba haciendo el cierre de caja y el último cliente salió por la puerta, pensé: “¡Uf, que día concurrido! ¡Voy a encender un cigarrillo!”

      Era una linda noche de luna llena. Descendí apresuradamente hasta el deck de madera que estaba hacia el mar, y en dirección a la mesa en la cual había dejado un paquete de cigarrillos y el encendedor. Estaba loca de ganas de fumar. Sin embargo, al acercarme a la mesa...

      “¿Dónde están mis cigarrillos? ¿Y mi encendedor?”

      Era casi de madrugada, y todos ya se habían ido. Estaba sola.

      Comencé a revisar ansiosamente dentro del restaurante, para encontrar cigarrillos: en los cajones, en los estantes, en la caja registradora, en la cocina. Sin embargo, no encontré ninguno.

      Me puse furiosa, pensando en quién podría haberse llevado mi paquete de cigarrillos. Muchos pensamientos pasaron por mi cabeza, y comencé a razonar sobre cómo podría conseguir un cigarrillo a aquella hora de la madrugada. Pensé en salir para comprarlos; sin embargo, en aquel horario no habría nada abierto. Un sentimiento de frustración comenzó a dominarme, ¡y el deseo de fumar aumentaba! Ya con la sangre que me subía a la cabeza y percibiendo que no tendría éxito en fumar aquella noche, resolví desistir de la idea e irme. Subiendo las escaleras que me llevaban hacia adentro del restaurante, escuché una suave voz: “No vas a fumar más”.

      Me detuve, como dura, en la posición en que estaba, con un pie en un escalón y el otro pie en el otro escalón. Me quedé estática por un segundo: “¿Quién estará hablando conmigo?”

      Silencio. La luna llena era el único testigo.

      “Creo que es Dios quien está hablando conmigo”, pensé. Cerré los ojos, y comencé a reflexionar acerca de la oración que había hecho la noche anterior. Yo realmente había pedido ayuda a Dios para dejar de fumar, si era su voluntad que yo pasara por las aguas del bautismo esa misma semana.

      Las escenas de todo el día pasaron por mi cabeza como si fueran en película: el gusto desagradable en la boca a la primera hora de la mañana, las náuseas, las corridas en el trabajo; el hecho de que el paquete de cigarrillos y el encendedor hubieran desaparecido. Aun cuando había tenido ganas de fumar, ¡no logré fumar en todo el día!

      Entendiendo que Dios realmente me estaba queriendo mostrar algo, ese mismo día llamé por teléfono a Hércules, y decidí ser bautizada.

      *****

      ¿Qué es el bautismo, de acuerdo con la Palabra de Dios?

      Adán y Eva fueron creados a imagen y semejanza de Dios. Fueron creados con una naturaleza espiritual, amorosa. Y también con la libertad de elección. Disfrutaban de las bendiciones que Dios había dejado para ellos y eran muy felices. Hasta que, en uso del libre albedrío que tenían, resolvieron desobedecer a Dios. Y el pecado entró en el mundo.

      Pecado es todo aquello que nos aleja del amor del Creador. Dios había advertido al matrimonio: “[...] Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás” (Gén. 2:16, 17). Con la desobediencia, “ciertamente morirás”: esa sería la consecuencia natural; es decir, estaríamos todos condenados a la muerte eterna.

      Sin embargo, aun cuando pecaron, fue otorgada a este matrimonio –y a todos nosotros–, una nueva oportunidad de vida. Esta chance se nos dio por intermedio de Jesús, la Deidad encarnada en forma humana, a fin de librarnos de la muerte eterna. Él tenía la misión de entregar su vida con el objetivo de salvarnos de la condenación. En lugar de morir nosotros, él decidió morir por nosotros, para pagar el precio de nuestra desobediencia y darnos una nueva oportunidad: “[...] El que cree en mí vivirá, aunque muera” (Juan 11:25).

      Y Jesús, aun sin tener pecado en sí, fue bautizado en las aguas del río Jordán, para darnos el ejemplo. Se identificó con nosotros, pecadores, dando los pasos que tenemos que dar nosotros. Al salir del agua, se inició una nueva fase en su vida. Él había venido a establecer el plan de salvación, y debía cumplir su misión, muriendo en nuestro lugar. Casi setecientos años antes de que Cristo viniera al mundo, Isaías ya lo había profetizado: “[...] como cordero, fue llevado al matadero [...] el Señor hizo recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros [...]” (Isa. 53:7, 6). Por intermedio de él tenemos, nuevamente, acceso al Trono del Padre.

      Cuando aceptamos el sacrificio que Jesús hizo por nosotros y dedicamos nuestra vida a hacer la voluntad de Dios, y no la nuestra, estamos listos para ser bautizados. El bautismo es una declaración pública de amor a Jesús. Simboliza el renacimiento, el inicio de una nueva vida. Dejamos las cosas viejas atrás e iniciamos una nueva jornada, procurando vivir de acuerdo con la voluntad de Dios; la cual nos es revelada en su Palabra.

      1Todos los textos bíblicos transcritos en esta obra han sido extraídos de La Biblia, Nueva Versión Internacional.

      Por Daniela

      –¿Quieres un cigarrillo? –me ofreció Marcos, extendiéndome el paquete.

      –No, muchas gracias –le respondí, medio avergonzada.

      –¿Quiere decir que no vas a fumar más porque te volviste creyente? –me preguntó él, con un aire irónico.

      Después del bautismo, la diferencia entre él y yo comenzó a ser mucho más evidente. Nuestros caminos se regían por diferentes principios. No podía sacar de mi cabeza que necesitaba desarmar la sociedad.

      –Necesitamos conversar... –le sugerí, con miedo de la reacción que él pudiera tener.

      –Ahora no. Tengo una reunión urgente –me respondió él, poniéndose el saco–. Tal vez, yo regrese la próxima semana.

      Parecía que él sabía lo que yo tenía que decirle y estaba huyendo de la situación.

      Al decidir vivir en Florianópolis, habíamos dejado la familia, los amigos, el empleo; en fin,


Скачать книгу