Las letras del horror. Tomo II: La CNI. Manuel Salazar Salvo

Las letras del horror. Tomo II: La CNI - Manuel Salazar Salvo


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la ceremonia religiosa, varios jóvenes oficiales desnudaron sus sables y se sumaron al tradicional arco nupcial que los militares realizan en esas ocasiones. Contreras estaba radiante.

      Sin embargo, habituado a leer los pequeños indicios que revelan la cercanía de acontecimientos mayores, Contreras sentía el peligro. Si era eliminado se borraría para siempre cualquier vestigio que pudiera incriminar al régimen militar. Decidió ser precavido y con algunos de sus hombres más cercanos, optó por sumergirse en un seguro refugio en el litoral central.

      Reapareció el jueves 20 de abril para dirigirse por vía aérea a Punta Arenas y embarcar 23 maletas en el carguero alemán “Badenstein” rumbo al puerto de Hamburgo. Otros bultos misteriosos los envió a través de Lufthansa con destino Nueva York-Frankfurt. Ese despacho, que Contreras ha negado hasta hoy, fue confirmado por fuentes seguras a la revista Qué Pasa y al vespertino La Segunda, medios que dejaron constancia del hecho en sus páginas. Versiones posteriores indicaron que la carga que iba en Lufthansa fue transferida a Braniff e interceptada en Nueva York por el FBI.

      El 2 de agosto de 1978 se ordenó el arresto de Contreras junto al capitán Armando Fernández Larios, y los coroneles Pedro Espinoza y Vianel Valdivieso. Todos fueron instalados en el Hospital Militar.

      Muchos de los hombres de Contreras le seguían fieles, pero el general sabía que Odlanier Mena era un peligroso enemigo. Ordenó entonces a algunos de sus hombres de mayor confianza que quemaran los archivos de la DINA.

      Al promediar 1978 el coronel Pedro Espinoza cumplía una de las misiones más importantes de su carrera militar como comandante del Regimiento de Infantería N°10 “Pudeto”, en Punta Arenas. Las relaciones con Argentina empeoraban y la frontera se calentaba por la disputa de tres islas en el canal Beagle. Espinoza diseñó una cuidadosa red de servicio secreto que se extendió hasta Río Turbio y Río Gallegos, en territorio argentino, y que entregaba un permanente flujo de datos sobre las fuerzas aéreas y militares trasandinas que, desde abril de ese año, crecían progresivamente en el denominado Teatro de Operaciones Austral.

      A fines de julio, cuando supo que sería detenido, Espinoza debió hacer rápida entrega de la comandancia del “Pudeto” y antes de salir hacia la capital, reunió a su plana mayor y le dijo:

      –Señores, estamos en presencia de una hábil maniobra de la CIA para perjudicar a nuestro gobierno.

      Espinoza había llegado a comandar el “Pudeto” tras desempeñarse como agregado militar en Brasil, con asiento en Brasilia, junto a otro oficial que había sido miembro de la DINA, el mayor Marcelo Moren Brito.

      El exagente de la DINA, Osvaldo Romo Mena, refugiado varios años en Brasil, relató más tarde en los tribunales de justicia chilenos que uno de los departamentos que ocupó en los inicios de su estadía en el país carioca, se lo arrendó personalmente al coronel Espinoza.

      Hijo de un suboficial de Infantería, Espinoza egresó de la Escuela Militar en 1953 como alférez de la misma arma en que había servido su padre. En la Academia de Guerra se especializó en Inteligencia, llegando a ser profesor del ramo en ese instituto superior castrense. De su primer matrimonio, tuvo dos hijos, ambos militares y también del arma de Infantería.

      Amigo cercano de la agente DINA conocida como Liliana Walker, la eligió personalmente para cumplir una misión en Washington junto al capitán Armando Fernández Larios, oficial con prestigio de seductor impenitente y el que habría recibido la imperativa orden de Espinoza de “no tocarle ni un pelo” a la mujer.

      Su gran ambición era llegar a ser general de Ejército y muchas de sus acciones –según algunos de sus cercanos– las emprendió sin vacilar, suponiendo que el acatar y cumplir en la mejor forma las mismas, lo conduciría hacia las tan ansiadas presillas de cuatro estrellas, deseo que finalmente no pudo lograr.

      Desde comienzos de 1987 Espinoza –en comisión de servicios del Ejército– estuvo destinado en Sudáfrica, cumpliendo funciones administrativas con el rango de consejero de la embajada chilena. En aquel tiempo, informes de prensa argentinos lo sindicaron como el contacto chileno con la empresa Anglo American Corporation, AAC, transnacional sudafricana que intensificó en esa época su presencia en Chile y en Brasil para la extracción de oro, mineral del cual se extraen porcentajes no despreciables de uranio. La AAC era una de las principales explotadoras del uranio de Namibia, motivo por el cual las Naciones Unidas acusaron a Sudáfrica de expoliar económicamente a ese territorio, ocupado ilegalmente.

      1.7. Arrivederci Chile

      A comienzos de abril de 1978 los neofascistas italianos que colaboraban con la DINA, encabezados por Stefano Delle Chiaie, decidieron abandonar Chile. Ellos habían sido confirmados como asistentes de la CNI por el general Odlanier Mena, sobre todo en tareas de análisis de inteligencia, aspecto en que el aparato represivo presentaba deficiencias. Un día impreciso de aquel mes, en condiciones bastante precarias, uno de los militantes de Acción Nacionalista Revolucionaria, Pedro Medina Murúa13, sacó a los italianos apresuradamente del país por el paso fronterizo de Puyehue, en Osorno.

      Antes, hicieron una escrupulosa entrega a Medina de gran parte del material que les había confiado la DINA y la CNI: seis equipos de radio VHF-UHF, varios sets de fotografías aéreas de instalaciones de radar en el sector sur del territorio peruano, fotografías de bases móviles de misiles tierra-aire y un número impreciso de carpetas con antecedentes misceláneos.

      Medina tomó contacto con un oficial de la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes y le consultó acerca del mejor destino posible para ese material. El oficial le sugirió que lo más lógico era ponerlo a disposición del general Manuel Contreras. Medina accedió de inmediato.

      Poco después, en altas horas de la noche y con el mayor de los sigilos, el teniente coronel Rolf Wenderoth, entonces subdirector de la Escuela de Ingenieros, concurrió a la casa del oficial contactado por Medina e incautó todo el material abandonado por los italianos.

      Oficialmente no se supo más de ellos. Tan solo el abogado Guido Poli afirmaría más tarde haber seguido teniendo contacto epistolar con Delle Chiaie.

      Al promediar el otoño de 1978 Pinochet empezó a enfrentar un creciente deterioro en su gobierno. A la condena de la ONU se sumó la creciente tensión con Argentina, el impacto del caso Letelier y la ruptura de relaciones con Bolivia. Decidió entonces cambiar la imagen de su régimen otorgando un papel preponderante a los civiles, la mayoría de ellos vinculados al movimiento gremialista.

      El primer ministro del Interior civil fue el abogado Sergio Fernández, el mismo que hacía poco más de tres meses había sido nombrado Contralor de la República para que aprobara la realización de una Consulta Nacional. Una de las primeras tareas de Fernández fue promulgar una Ley de Amnistía para cubrir los crímenes de la DINA, quedando al margen solo el caso Letelier.

      En una entrevista concedida a la revista Qué Pasa, en tanto, el nuevo jefe de la CNI, Odlanier Mena, marcó el rumbo de sus pretensiones.

      –Usted, como director del organismo máximo de inteligencia del país, debe manejar un cúmulo de información y de personal. ¿Podría ocurrir que, sin su conocimiento, alguno de sus funcionarios se “arranque con los tarros” y se extralimite en sus funciones? –preguntó la periodista.

      –Absoluta y categóricamente no. La CNI está conformada como una unidad militar, con procedimientos normales de relaciones entre las personas al uso de las unidades militares. Hechos como detenciones no pueden pasar inadvertidos por el director. De eso puedo dar fe. En cualquier momento me pueden preguntar cuántos detenidos hay, en qué lugar, en qué circunstancias y por qué razones…

      –¿Cuántos hay actualmente?

      –Ninguno. El sábado pasado entregamos cinco a la justicia. No puede ser que alguien corra con colores propios. Esta es una organización jerarquizada, disciplinada, con valores éticos y morales propios como cualquier unidad militar. Y todos los procedimientos son absolutamente legales.

      A comienzos


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