Darwin en Patagonia. James Button

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medicamento y droga disponible. Hay que destacar el grado de relevancia que le asignaba el Imperio Británico a esta la materia como para iniciar una guerra con otro imperio. Hablamos de un periodo en que sus colonias debían estar abastecidas de medicamentos, alimentos y de los elementos básicos de la vida cotidiana.

       El comercio por los mares del mundo durante el siglo XIX se movió al ritmo del Imperio Británico, la que tenía una poderosa flota de navíos, una disciplinada marina y una detallada cartografía del mundo.

       Por otro lado, las guerras Napoleónicas llegaban a su fin con el triunfo británico en Trafalgar en 1805. El imperio británico había comenzado una fuerte expansión territorial gracias al dominio de los mares. Del debilitamiento de las colonias españolas y francesas se pasó al estrangulamiento de sus respectivas fuentes de financiamiento.

       La independencia de las colonias españolas y francesas dieron lugar a la liberación de su relación con el viejo continente.

      Cambiaron el comercio y las formas de gobierno, y fueron perdiendo el tradicional enfoque comercial en América del Sur. Este proceso se acentuó entre los años 1810 y 1830; además en Inglaterra la esclavitud había terminado. Es después de este periodo cuando Charles Darwin emprende su viaje al sur de América.

      La Investigación

       La pasión de la familia Darwin por la investigación y el afán por obtener un alto grado de conocimiento emergió con mucha fuerza en aquel siglo XVIII y continuó a principios del XIX. El ambiente, sus amistades y todo su entorno giraron alrededor del mundo de la ciencia, con un cierto énfasis en la medicina.

       El lema de la época era atreverse a conocer. Erasmus lo vivió de manera muy intensa. Robert, más cauto, trató de mantener una disciplina estable y focalizada en la medicina. Charles tendría en el siglo XIX los méritos de su abuelo Erasmus: la pasión por la investigación y la experimentación. De Robert, recibiría el empuje sistemático para estudiar y llevar adelante una carrera científica.

      Capítulo III

      LA FORMACIÓN

       Charles Darwin nació el 12 de febrero de 1809 en The Mount, la casa familiar en Shrewsbury, el mismo día en que nació Abraham Lincoln, en un año en que Napoleón todavía rugía en Europa. Robert Darwin, su padre, siendo un discreto libre pensador, bautizó a sus hijos en la iglesia anglicana, aunque Charles y sus hermanos después asistieron a los oficios unitaristas con su madre.

       Recién en 1818 a los 9 años Charles ingresó al Shrewsbury School, con el reverendo Samuel Butler como director de un colegio líder de Inglaterra. Aunque estaba ubicado apenas a una milla de distancia, y a pesar de lo aburrido que Charles consideraba al doctor Butler y su colegio, fue puesto como alumno interno.

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      Charles Darwin (a los 7 años) 1816

       La familia Darwin regularmente visitaba a sus parientes, los Wedgwood, en Maer Hall, aproximadamente 24 millas al noreste de Shrewsbury.

       Significaba un día de viaje en coche de caballo. La propiedad de mil acres tenía bosques, lago y facilidades para los deportes. Cuando Charles Darwin comenzó sus primeros estudios, ya se le observaba una afición por la historia natural y el coleccionismo. Quería conocer los nombres de todas las plantas y guardaba conchas, monedas y minerales. A pesar de estar internado, entre clase y clase solía escaparse a su casa The Mount que quedaba muy cerca del colegio y regresaba de noche, antes de cerraran con llave las puertas de la escuela.

       La escuela del doctor Butler era estricta y clásica. Según la Autobiografía que Darwin publicó en 1876, allí no se enseñaba nada, sólo un poco de historia antigua y geografía. Se perdía mucho tiempo en aprender de memoria las lecciones del día anterior. Hasta eso le resultaba fácil: era capaz de aprenderse cuarenta o cincuenta líneas de Virgilio o de Homero durante la misa de la mañana.

       Con ese mismo interés escuchaba las explicaciones de su primo Francis Galton con un amplio espectro de conocimientos como antropólogo, geógrafo, explorador, meteorólogo, psicólogo y hombre de ciencias. Sin duda Charles compartía mucho la diversidad simultanea de las ciencias y del orden de su primo. Galton le enseño a Charles con nitidez el Principio de Vernier en un barómetro.

       Entre las cosas que más le entretenían estaban la lectura de las obras de Shakespeare, la poesía de Thompson, Byron y Scott.

       Darwin recuerda que pasó muchas horas leyendo en una ventana excavada en los gruesos muros de la escuela a estos grandes pensadores. También leyó el Libro de las Maravillas del Mundo, cuyo personaje principal era John de Mandeville y que evocaba los viajes de Marco Polo. Los lugares exóticos del medio oriente, la India y China le parecían dignos de una gran aventura. Se cree que las historias de Marco Polo inspiraron en su época a Cristóbal Colón, y se sabe que estimuló a Darwin a conocer lugares remotos, un sueño que cumpliría a bordo del HMS Beagle.

       Durante su vida escolar, al pequeño Charles le gustaba cazar pájaros, una práctica que intensificó durante todo su periodo universitario. También tenía afición por la química: desde chico hizo experimentos en el laboratorio de su hermano y leyó varios libros de química, como el Chemical Catechism de Henry Parkes.

      Dos años en Escocia

       Sin embargo, en la escuela no rendía mucho. Su padre decidió sacarlo del internado y enviarlo en 1825 a la universidad de Edimburgo a vivir con su hermano, que estaba finalizando medicina. A los 16 años, Charles debía iniciar esos mismos estudios de medicina. Algo asombroso en ese siglo y para una carrera tan sofisticada iniciarla a tan temprana edad, sin haber terminado sus estudios primarios.

       Ese mismo verano, antes de ingresar a la universidad, como aprendiz de médico ayudó a su padre a asistir a las personas necesitadas de Shropshire a un par de millas al sur de Shrewsbury.

       Su padre quería que Charles siguiera los pasos de la familia en la misma universidad en la que se habían educado todos. Sin embargo, Charles consideraba muy aburridos esos estudios, con excepción de las clases de química del doctor Hope. Las lecciones del doctor Duncan en Mater a Medica, a las ocho de la mañana, le parecían terribles. Aprendió taxidermia con John Edmonstone, arte de disecar animales para conservarlos con apariencia de vivos y facilitar su exposición.

       Charles quiso salirse de la carrera, y la gota que rebalsó el vaso fue cuando asistió a la cirugía de un niño, en una época donde no existía el cloroformo.

       Partió muy asustado donde su padre para rogarle que lo sacara de esa universidad. Robert se resistió. Si bien comprendía lo difícil que resultaba una observación tan cruda y sangrienta de una operación en aquella época, insistía en que esa era la única manera en que su hijo podría formarse.

       Durante sus estudios, Charles asistió dos veces más a una sala de operaciones en el Hospital de Edimburgo. Huyó de ambas. «Esto era mucho antes de los benditos días del cloroformo», escribió en su Autobiografía.

       En ese segundo año en Edimburgo, Charles ingresó en la Sociedad Pliniana, un grupo de estudiantes de historia natural. Colaboró en las investigaciones de Robert Edmund Grant sobre anatomía en el Fiordo de Forth, formado por la última glaciación en Escocia.

       En los veranos realizaba excursiones por el norte de Gales, caminando 30 millas por día. Los otoños los dedicaba a cazar con el Señor Owen en Woodhouse y con su tío Josiah Wedgwood en Maer Hall a unos 30 kilómetros de su casa. Llevaba la cuenta exacta de las aves que casaba en la temporada, demostrando su sentido de orden y dedicación a los temas de interés y que se alejaban de la ciencia y de la disciplina de los deseos de su padre. Allí en Woodhouse y Maer Hall se sentía libre y la campiña lo invitaba a pasear, casar y montar a caballo.

      


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