Los sonámbulos. Arthur Koestler

Los sonámbulos - Arthur Koestler


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cadena continua, sin negar empero la diferencia esencial que había entre ellas. Quien encontró en la naturaleza dual del hombre el eslabón de conexión fue Santo Tomás de Aquino. En la continuidad de todo lo existente, “el miembro más inferior del género superior siempre limita con el miembro más superior del género inferior”; esto es así en los zoófitos, que son mitad plantas y mitad animales, y también es así en el hombre, quien “reúne en igual grado los caracteres de ambas clases, puesto que el hombre llega hasta el miembro más bajo de la clase de cuerpos que le está por encima, esto es, el alma humana que se halla en la parte más baja de la serie de los seres intelectuales”. Por eso se dice que el hombre es el horizonte y la línea divisoria de las cosas corpóreas e incorpóreas.5

      La cadena unificada de esta manera va ahora desde el trono de Dios hasta el más bajo de los gusanos. Se la continuó extendiendo aún más abajo, a través de la jerarquía de los cuatro elementos de la naturaleza inanimada. Cuando no podían hallarse indicios obvios para determinar “el grado de excelencia de un objeto”, la astrología y la alquimia suministraban la respuesta estableciendo “correspondencias” e “influencias”, de suerte que cada planeta se relacionase con un día de la semana, con un metal, un color, una piedra, una planta, que definía su posición en la escala jerárquica. Y la cadena se extendió más abajo aún, a la cavidad cónica de la Tierra, alrededor de cuyos bordes, que iban afinándose, se dispusieron las nueve jerarquías de demonios, en círculos que venían a ser réplicas de las nueve esferas celestiales; Lucifer, que ocupaba el ápice del cono en el centro justo de la Tierra, representaba el terrible fin de la cadena.

      El universo medieval, como observó un estudioso moderno, no es realmente geocéntrico sino “diabolocéntrico”.6 El centro del universo que antes había sido el fogón de Zeus, estaba ocupado entonces por el infierno. A pesar de la continuidad de la cadena, la Tierra, comparada con los cielos incorruptibles, aún ocupaba el lugar más bajo que Montaigne describió como “la inmundicia y el lodo del mundo, la parte peor, más vil, más inanimada del universo, el sótano de la casa”.7 De análoga manera, su contemporáneo Spencer se lamenta de la influencia de la diosa Mutabilidad sobre la Tierra, que le hace

       Loathe this state of life so tickle And love of things so vain cast away; Whose flow’ring pride, so fading and so fickle, Short time shall soon out down with his consuming sickle. (The Faerie Queene)

      (Despreciar esta condición de vida tan incierta,

      y el amor de cosas tan vanas que merecen desecharse,

      cuyo floreciente orgullo, tan marchito y tan voluble,

      pronto abatirá el tiempo con su consumidora hoz).

      El extraordinario poder de esta visión medieval del universo lo ilustra el hecho de que ejerciera influencia en la imaginación de los poetas isabelinos de fines del siglo XVI, así como había ejercido antes influencia en la imaginación de Dante, en el siglo XIII. Y aún se perciben sus ecos en un famoso pasaje de Pope, del siglo XIX. La mitad final de la cita suministra una clave para entender la gran estabilidad del sistema.

      Vast chain of being! which from God began, Natures aethereal, human, angel, man, Beast, bird, fish, insect... ...from Infinite to thee, From thee to nothing. On superior pow’rs Were we to press, inferior might on ours; Or in the full creation leave a void, Where, one step broken, the great scale’s destroy’d; From Nature’s chain whatever link you strike, Tenth, or ten thousandth, breaks the chain alike. (An Essay on Man)

      (¡Vasta cadena del ser! Que comenzó en Dios,

      Naturalezas etérea y humana, ángel y hombre,

      Bestia., ave, pez, insecto...

      ...desde el Infinito hasta ti,

      desde ti a la nada. Si nos fuera dado

      influir en las potencias superiores,

      potencias inferiores podrían influir en las nuestras

      o dejar un vacío en la creación plena,

      que un solo peldaño roto destruye la gran escalera;

      cualquier eslabón que quitemos de la cadena de la naturaleza,

      sea el décimo, sea el milésimo, la romperá igualmente).

      La consecuencia de una ruptura tal sería la desintegración del orden cósmico. La misma moraleja, la misma advertencia de los efectos catastróficos de cualquier cambio, por pequeño que fuese, que se produzca en la rígida jerarquía gradual, cualquier perturbación del orden fijado de las cosas, se repite como un leitmotiv en el discurso que pronuncia Ulises en Troilo y Crésida y en otros incontables lugares. El secreto del universo medieval estriba en que es estático, inmune a todo cambio, en que cualquier cosa del conjunto cósmico tiene su lugar y jerarquía permanentes, asignados en uno de los peldaños de la escala. Allí no hay evolución de las especies biológicas ni progreso social, no hay movimiento de arriba a abajo o viceversa, en la escala. El hombre puede aspirar a una vida superior o condenarse a una vida aún más inferior; pero únicamente después de la muerte puede subir o bajar por la escala; mientras permanezca en este mundo no pueden alterarse su jerarquía y lugar preordenados. Y tal inmutabilidad prevalece hasta en el mundo inferior de la mutabilidad y la corrupción. El orden social es parte de la cadena, la parte que une la jerarquía de los ángeles con la jerarquía de los animales, vegetales y minerales. Citemos a otro isabelino, Raleigh; pero esta vez en prosa llana:

      ¿Habremos, pues, de tener el honor y las riquezas por nada, y descuidarlos por innecesarios y vanos? Por cierto que no, pues la infinita sabiduría de Dios, que distinguió a sus ángeles según grados, que dio mayor y menor luz y belleza a los cuerpos celestiales, que estableció diferencias entre las bestias y las aves, que creó el águila y la mosca, el cedro y el arbusto, y entre las piedras dio el color más hermoso al rubí y la luz más brillante al diamante, también ordenó a reyes, duques y conductores de pueblos, magistrados, jueces y otros grados entre los hombres.8

      Pero no solo los reyes, barones, caballeros y señores tienen su lugar fijo en la jerarquía cósmica. La cadena del ser pasa hasta por la cocina.

      ¿Quién habrá de ocupar el lugar del jefe de cocina cuando este falte? ¿El encargado de los asadores o el encargado de las sopas? ¿Por qué los portadores de pan y los coperos forman la primera y la segunda categorías, por encima de los trinchadores y los cocineros? Porque están encargarlos del pan y del vino, a los que la santidad del sacramento presta carácter sagrado.9

      La Edad Media sintió horror al cambio y profesó un deseo de permanencia mayor aún que en la época de Platón, cuya filosofía la Edad Media llevó a extremos de obsesión. El cristianismo había salvado a Europa de que recayera en la barbarie, pero las catastróficas condiciones de la época, su clima de desesperación, impidieron que se desarrollara una concepción equilibrada, evolutiva, integral, del universo y del papel que el hombre tiene en él. Las reiteradas expectaciones pavorosas acerca del fin del mundo, las manías de entregarse a danzas frenéticas y a la flagelación, son símbolos de la histeria de las masas,

      provocada por el terror y la desesperación en poblaciones hambrientas, misérrimas y oprimidas hasta un grado casi inimaginable hoy día. A las miserias de la guerra constante, de la desintegración social y política, se agregó la terrible aflicción de una enfermedad misteriosa, inevitable, mortal. La humanidad se hallaba inerme, como metida en la trampa de un mundo de terrores y peligros, contra los cuales no había defensa”.10

      Y en esa atmósfera, la Edad Media tomó de los platónicos la concepción del universo amurallado, rígido, estático, jerárquico, petrificado, como una protección contra la Muerte Negra del cambio. El mundo babilónico, que era como una ostra y yacía tres o cuatro mil años atrás, parecía dinámico y lleno de imaginación, comparado con este universo gradualmente dispuesto, envuelto en esferas de papel celofán, y puesto por Dios en la cámara congeladora para ocultar su eterna vergüenza.

      Sin embargo, la alternativa era aún peor:

      ...when the planets In evil mixture to disorder wander, What plagues


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