Los sonámbulos. Arthur Koestler

Los sonámbulos - Arthur Koestler


Скачать книгу
calm of states Quite from their fixture... Take but degree away, untune that string, Ans hark, what discord follows. Each thing meets In mere oppugnancy. The bounded waters Should lift their bosoms high than the shores And make a sop of all this solid globe. (Troilus and Cressida).

      (...cuando los planetas

      corren en terrible confusión al desorden,

      ¡qué plagas y qué portentos,

      qué rebeliones,

      qué furor del mar, temblores de la tierra,

      qué conmoción en los vientos, qué espantos, cambios y horrores,

      desvían y agrietan, desgarran y desquician

      la unidad y la apacible unión de los estados

      que se desmoronan en sus bases...

      Apártate un solo grado, desentona la cuerda,

      y mira qué disonancias sobrevienen. Y cada cosa

      se opone a otra. Las confinadas aguas

      levantarían sus profundidades por encima de las costas

      y harían un amasijo de todo este sólido globo).

      II. LA EDAD DEL PENSAMIENTO DOBLE

      Dije que el sistema de Heráclides, en el cual los dos planetas interiores se movían alrededor del Sol y no de la Tierra, fue redescubierto a fines del primer milenio, pero sería más correcto afirmar que el heliocentrismo nunca se había olvidado del todo, ni siquiera en la época del universo tabernacular. Ya he citado a Macrobio (en la pág. 72) entre otros, para demostrarlo. Ahora bien, Macrobio, Calcidio y Marciano Capella, tres compiladores enciclopédicos del período de la decadencia romana (los tres del siglo IV y del siglo V d. C.) fueron, junto con Plinio, la fuente principal de las ciencias naturales de que se disponía hasta el renacimiento de los autores griegos. Y todos ellos proponían el sistema de Heráclides.11 En el siglo IX volvió a recoger esta idea Juan Escoto, que convirtió no solo a los planetas interiores sino también a todos, salvo el distante Saturno, en satélites del Sol, y a partir de entonces Heráclides quedó firmemente establecido en el escenario medieval.12 He aquí las palabras de la más alta autoridad sobre este asunto: “la mayoría de aquellos hombres que escribieron sobre astronomía entre los siglos IX y XII y cuyos libros se han conservado, conocían y adoptaron la teoría planetaria de Heráclides del Ponto”.13

      Y, sin embargo, al mismo tiempo, la cosmología había tornado a una forma ingenua y primitiva de geocentrismo: esferas de cristal concéntricas determinaban el orden de los planetas y la jerarquía de los ángeles. El muy ingenioso sistema aristotélico de las cincuenta y cinco esferas y el de los cuarenta epiciclos de Ptolomeo fueron olvidados, y el complejo mecanismo quedó reducido a diez esferas giratorias, una especie de Aristóteles empobrecido, que nada tenía que ver con los movimientos observados en el cielo. Los astrónomos alejandrinos habían tratado, por lo menos, de explicar los fenómenos; los filósofos medievales se desentendieron de ellos.

      Pero un desentendimiento completo de la realidad habría hecho la vida imposible, y el espíritu dividido debió elaborar entonces dos códigos diferentes de pensamiento para sus dos compartimientos estancos. Uno se atenía a la teoría; el otro hacía frente a los hechos. Hasta fines del primer milenio, y aún después, los monjes copiaban piadosamente mapas rectangulares y ovalados, inspirados en la forma del tabernáculo; daban así una idea catequística de la forma de la Tierra según la interpretación patrística de las Escrituras; pero, junto con estos, había una clase completamente distinta de mapas, de una notable precisión: los llamados mapas portulanos, que tenían uso práctico entre los marinos mediterráneos. Las formas de los países y mares en ambos tipos de mapas diferían tanto entre sí como la idea medieval del cosmos y los hechos observados en el cielo.14

      La misma división puede descubrirse en los campos más heterogéneos del pensamiento y de la conducta medievales. Puesto que es contrario a la naturaleza del hombre continuar avergonzándose de tener un cuerpo y un cerebro, sed de belleza y apetito de experiencia, la otra mitad frustrada, se desquitó hasta llegar a extremos de rudeza y obscenidad. El amor espiritual y etéreo del trovador o del caballero por su señora coexiste con la brutal publicidad que se da al lecho nupcial, lo cual hace que la consumación del matrimonio se parezca a una ejecución pública. Se compara a la honesta señora con la diosa de la virtud; pero en la esfera sublunar, se le obliga a llevar el cordón de castidad, hecho de hierro. Las monjas deben usar camisa hasta en sus baños privados, porque, aunque nadie pueda verlas, Dios las ve. Cuando el espíritu está dividido, ambas mitades se rebajan: el amor terrenal desciende al plano animal; la unión mística con Dios adquiere una ambigüedad erótica. Ante el Antiguo Testamento, los teólogos salvan los fenómenos, en el caso de El Cantar de los Cantares, declarando que el rey es Cristo y la Sulamita la Iglesia, y que el elogio de varias partes de su anatomía se refiere a correspondientes excelencias del edificio que construyó san Pedro.

      Los historiadores medievales también debían vivir con el pensamiento doble. La cosmología de la época explicaba el desorden de los cielos por movimientos ordenados en círculos perfectos. Los cronistas, que eran testigos de desórdenes peores, recurrieron a la noción de la perfecta caballería para explicar la fuerza motora de la historia. Esta noción se convirtió para ellos

      ...en una especie de clave mágica, mediante cuya ayuda se explicaban los motivos de la política y de la historia. . . Lo que veían en la política y en la historia les parecía, primariamente, simple violencia y confusión... Sin embargo, requerían una forma para sus concepciones políticas, y les sirvió para ello la idea de la caballería... En virtud de tal ficción tradicional lograron explicarse, como pudieron, los motivos y el curso de la historia, que de esta manera quedó reducida a un espectáculo de los honores de los príncipes y de las virtudes de los caballeros, es decir, a un noble juego de reglas edificantes y heroicas.15

      La misma dicotomía se observa en la conducta social, una rígida y grotesca etiqueta gobierna todas las actividades. Su finalidad es congelar la vida, a semejanza del mecanismo de relojería celestial, cuyas esferas cristalinas giran sobre sí mismas, pero permaneciendo siempre en su lugar fijo. Con humildes expresiones de gentileza se pierde un cuarto de hora antes de pasar por una puerta; sin embargo, se libran sangrientas luchas para ganar ese mismo derecho de precedencia. Las señoras de la corte se pasan el tiempo envenenándose unas a otras con palabras y filtros, pero la etiqueta

      no solo prescribe que las señoras vayan tomadas de la mano, sino también que una señora aliente a otras para que den esta prueba de intimidad, haciéndoles señas... El alma apasionada y violenta de la época, vacilando siempre entre la desgarradora piedad y la frígida crueldad, entre el respeto y la insolencia, entre el abatimiento y la temeridad, no podía prescindir de las reglas más severas y del formalismo más estricto. Todas las emociones exigían un sistema rígido de formas convencionales, pues sin él la pasión y la ferocidad habrían producido estragos en la vida.16

      Existen desórdenes mentales cuyas víctimas se sienten impulsadas a andar solo por el centro de las baldosas, evitando los ángulos, o a contar los fósforos que contiene la cajita antes de irse a dormir, como ritual protector contra sus temores. Los dramáticos estallidos de histeria en masa producidos durante la Edad Media tienden a apartar nuestra atención de los conflictos mentales menos espectaculares, pero crónicos e insolubles, que están por debajo de aquellos. La vida medieval, en sus aspectos típicos, se parecía a un ritual compulsivo para obtener protección contra la plaga del pecado, la culpa y la angustia, que todo lo contaminaba. Pero ese ritual no podía prestar su protección, mientras Dios y la naturaleza, el Creador y la creación, la fe y la razón estuvieran separados.

      El prólogo simbólico a la Edad Media es la amputación que hizo Orígenes de sus partes íntimas ad gloriam Dei, y el epílogo se expresa por medio de las resecas voces de los escolásticos: ¿Tenía ombligo el primer hombre? ¿Por qué comió Adán una manzana y no una pera? ¿Cuál es el sexo de los ángeles? Y ¿cuántos ángeles pueden bailar en la punta de un alfiler? Sí un caníbal y todos sus antepasados vivieron de carne humana, de suerte que cada parte de su cuerpo pertenecía al cuerpo de otro y sería reivindicada


Скачать книгу