La niña halcón. Josep Elliott

La niña halcón - Josep Elliott


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los demás Pescadores entraron al círculo y me untaron todo el cuerpo con las vísceras de un pescado que acababan de abrir. No fue la experiencia más disfrutable, a decir verdad, pero así es como ha sido siempre. En consecuencia, yo estaba empapado y apestando a pescado cuando, poco después, me convocaron al círculo una vez más. Di un paso al frente, mientras la sangre goteaba de mis escuálidos brazos.

      Con la vista del clan entero sobre mí, me forcé a evitar los temblores por el frío. Jamás había sabido de nadie a quien convocaran dos veces en la misma noche, así que me puse en guardia de inmediato, pensando en lo peor. Fue Maighstir Ross quien hizo la declaración, mirándome fijamente a los ojos. Dijo que sería un “gesto crucial para garantizar las relaciones diplomáticas por muchas generaciones venideras”. Un silencio enfermizo siguió, y no fue sino hasta que Maighstir Ross gritó: “Que Clann-a-Tuath siempre conserve su fuerza”, que todos levantaron sus puños y lanzaron vítores. Sin embargo, los rostros no conseguían ocultar su confusión.

      Pero es algo que sucederá. Ya se han hecho todos los arreglos.

      Me voy a casar.

      Con una chica de la isla de Raasay.

      Nadie quiere que ese casamiento se celebre, y yo menos que ninguno. El matrimonio no es lo correcto, todo el mundo lo sabe. Sin importar lo que me digan los ancianos, es evidente que la única razón por la cual fui “escogido” es porque tengo la edad adecuada y porque es muy poco probable que me oponga.

      Todos me dicen que es un gran honor, pero sólo lo dicen para hacerme sentir mejor. Hay seis clanes en Skye, y ninguno ha permitido casamientos en más de un siglo, así que seré el único casado en toda la isla. Ni siquiera Maighstir Ross pudo ocultar su desprecio por lo que está a punto de suceder. Nadie querrá tener nada que ver conmigo después de la ceremonia, lo sé. No seré más que un recordatorio ambulante de la debilidad de nuestro clan.

      Clann-a-Tuath siempre ha sido un clan orgulloso, firme frente a enemigos y aliados, tanto en la isla de Skye como allende el mar. ¿Por qué, entonces, poner en entredicho nuestras creencias en este momento?

      Definitivamente, hay algo más detrás de esta unión de lo que los ancianos nos han contado. Hay algo que los ha llevado al borde de la desesperación. Algo que escapa a su control. Sea lo que sea, sólo puede ser algo malo.

      -Desde el principio, les dije que era una mala idea.

      —Esas palabras no nos llevan a ninguna parte, Clyde.

      —Lo que quiero decir es que esto iba a suceder tarde o temprano. Y si seguimos con ella ahí arriba, será sólo cuestión de tiempo que pase otra vez.

      —Estoy de acuerdo. Ha demostrado que no es persona de fiar en puestos de responsabilidad.

      —Más que eso, debemos discutir también un castigo. Esa chica merece ser castigada.

      Hay muchas voces hablando así que no es fácil saber quién dice qué. Se supone que no debo estar en el bothan de los ancianos, porque no es un lugar público, lo cual significa que no puedo entrar sin permiso. Por eso estoy escondida. Y estaré en problemas muy serios si llegan a encontrarme.

      —¿No creen que retirarla de su labor será suficiente castigo?

      —Vamos, fue un error accidental. No pretendía hacerle mal a nadie —quien acaba de hablar es Maighstir Ross, creo. Es el jefe del clan durante esta luna, lo cual quiere decir que es la persona más importante. Hay siete ancianos y cada luna cambian de jefe, para ser más justos.

      —Ya sé que no pretendía hacerle mal ni daño a nadie, pero eso no impidió que lo hiciera. Fue una suerte que nadie resultara ahogado. Y eso sin contar con que perdimos un barco. A las Avispas les tomará semanas reemplazarlo.

      —Clyde tiene razón. Son tiempos de peligro estos que vivimos. No podemos arriesgarnos a que nada ni nadie ponga en riesgo a nuestro clan. Sobre todo, después de lo que le sucedió a Clann-na-Bruthaich.

      —No estamos seguros de qué le sucedió a ese clan. No tenemos certeza.

      —Tenemos certeza: los deamhain los invadieron. Eso quiere decir que aquí estamos expuestos. Y que somos vulnerables, además. En especial con ella como primera línea de defensa —es Maighstir Clyde quien dice eso. No me agrada mucho porque a veces puede ser odioso.

      —Siempre supimos que era un riesgo convertir a Agatha en Halcón, pero permítanme recordarles que ella siempre ha sido uno de los miembros más esforzados y leales de este clan —dice Maighstir Ross.

      —Y además es una retarch, y por poco mata a doce personas.

      —Ya basta, Clyde.

      Por primera vez desde que comenzó la reunión, todos guardan silencio. Es cierto, casi mato a todas esas personas. No era mi intención. Fue un accidente. Ahora los ancianos están decidiendo qué hacer conmigo. Estoy aquí porque quiero saber. Vine después de la comida matutina, cuando nadie me veía. Nadie vive en este bothan. Sólo se usa para reuniones. Por eso lo construyeron alejado de los demás, sobre la colina. Es circular y dentro sólo hay siete sillas y el enorme baúl en el que estoy metida. El baúl tenía muchas cosas adentro, así que tuve que sacarlas primero y ocultarlas. Fue un buen plan. Entonces, me metí en el baúl y esperé. Los ancianos no aparecieron durante un buen rato, así que pasé todo ese tiempo esperando. No hay mucho lugar aquí adentro, así que no es nada cómodo. Me alegra haber dejado a Milkwort en el pequeño agujero de mi cama. Le gusta estar ahí y, además, se encuentra a salvo. Si lo hubiera traído, estaría aquí, apretujado junto a mí.

      —Aquí tenemos tres cuestiones diferentes —dice Maighstir Ross—. Si permitimos que la chica permanezca en su oficio, qué haríamos con ella si le quitáramos su nombramiento y, aparte de las otras dos, si es necesario o adecuado un castigo. Empecemos por lo relacionado con su oficio.

      —No se conservan registros de un miembro del clan al que se haya despojado de su nombramiento, salvo en casos de exilio.

      —¿Y no podría permanecer nominalmente como Halcón, y que la mantengan en una zona menos importante de la muralla, bajo supervisión cuidadosa? —tal vez sea Maistreas Sorcha la que habla.

      —Se supone que estaba bajo supervisión de Lenox ayer, y miren hasta dónde nos llevaron las cosas.

      —¿Y nos podemos dar el lujo de desperdiciar los ojos de otro Halcón para vigilarla a ella? Son escasos. Si la amenaza de los deamhain es real, necesitamos todos los ojos puestos en el mar.

      ¿De qué habla? ¿Deamhain?

      —Entonces, ¿cuáles son las alternativas? —dice alguien, no sé quién.

      —Podría capacitarse nuevamente para convertirse en una Perca —propone Maistreas Eilionoir, creo.

      —Las Percas no querrán tener nada que ver con ella. Es torpe e incompetente. ¿Acaso no fue ésa la razón por la que decidimos ponerla en la muralla en un principio? ¿Con la esperanza de que cayera desde allá arriba y nos hiciera a todos un favor?

      ¿Qué dijo? Eso no está bien. No es fácil oír claro desde dentro del baúl.

      —Esa forma de ver las cosas no nos ayuda para nada, Clyde.

      —No voy a disculparme por poner en palabras lo que todos estamos pensando. No la nombramos Halcón pensando que llegaría a ser buena. Queríamos sacarla de en medio. Es la desgracia del clan. Y ahora, nos ha dado razones de peso que justifican esa reputación.

      Siento que mis ojos se van enojando. Lo que dice no puede ser verdad. Soy una buena niña Halcón, soy una buena niña Halcón.

      —¡Soy una buena niña Halcón!

      Lo dije en voz alta porque no podía callarlo. Nadie dice nada. Oigo pisadas y luego la tapa del baúl se levanta. La luz de afuera es brillante. Parpadeo y veo a Maistreas Sorcha allí.

      —Parece que tenemos compañía —dice. Maistreas Sorcha


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