La niña halcón. Josep Elliott

La niña halcón - Josep Elliott


Скачать книгу
que no hay posibilidad de eso.

      Al final de la tarde, todos dejan lo que hacían al oír una especie de conmoción en la Puerta Sur. Una de las campanas tañe, pero no sé cuál. Nunca he aprendido a diferenciarlas bien.

      —¿Qué crees que esté sucediendo? —le pregunto a Donal. Está en pie, con el martillo que empuñaba colgando inerte a su lado. Se le encoge la nariz cuando se esfuerza en ver mejor.

      —Son los Rapaces —dice—. Parece que han regresado.

      ¡Los Rapaces! Habían sido enviados para averiguar qué había sucedido con Clann-na-Bruthaich, otro de los clanes de Skye. Circula el rumor de que el clan completo desapareció sin dejar rastro. Se supone que no sabemos nada, pero todo el mundo está enterado.

      —Ve a ver si logras oír algo de lo que digan —pide Donal.

      —Oh —exclamo—, pero no es dùth dejar de trabajar antes de la comida vespertina.

      Donal ríe.

      —No nos falta mucho para terminar, y no se lo diré a nadie. Además, tú mismo lo has dicho: no estás trabajando, sino observando —me mira con expresión de complicidad.

      En realidad no quiero ir a averiguar nada, pero quiero caerle bien a Donal. Él toma la decisión por mí, al poner su manota entre mis omoplatos y darme una palmadita.

      —Si te enteras de algo, vuelve a contarnos.

      Hago un gesto afirmativo, y atravieso el costillar del nuevo barco. La Puerta Sur no está lejos. Para cuando llego, los Rapaces ya han entrado. Me mantengo a cierta distancia. Miran en mi dirección, así que me acuclillo detrás de un viejo pozo. El suelo está mojado y enlodado, y el frío húmedo se cuela a través de mis pantalones y me deja las rodillas empapadas.

      Maistreas Sorcha ha venido al encuentro de los Rapaces. Le estrecha el puño cerrado a cada uno, pero no dice una palabra. Todos callan. Cruzan una mirada. Maistreas Sorcha les hace señas para que vayan todos a un bothan comunal, justo al lado de donde me oculto.

      ¡Van a pasar justo a mi lado! Si ven que me estoy ocultando, pensarán que los espío. Y supongo que eso es lo que estoy haciendo. ¿En qué estaba pensando? Fue una pésima idea. Debería irme ya, antes de que se acerquen demasiado, pero mi cuerpo se niega a moverse. Están más cerca. Me deslizo por el fango, siguiendo de cerca la boca curva del pozo. Apesta a algas mojadas. Si pudiera escabullirme dentro cuando pasen, tal vez podría evitar que me vieran. Están a pocos pasos de mí. Es ahora o nunca. Clavo las uñas en las ranuras de las piedras del brocal, y me muevo hacia la derecha mientras Maistreas Sorcha y los Rapaces se acercan por la izquierda. Me arrastro pegado a la curva del pozo, poco a poco, tratando de no hacer ruido. Las palmas de las manos me sudan a mares.

      El grupo pasa por el lado opuesto del pozo, hablando en susurros. Me esfuerzo por pescar alguna palabra. Oigo la frase:

      —Los de Raasay decían la verdad…

      —… peor de lo que esperábamos… —agrega alguien más.

      La conversación se desplaza al bothan. Aguardo hasta oír la puerta que se cierra antes de soltar el aire que contuve. Miro hacia la muralla, con la esperanza de que ningún Halcón me haya visto. Todos están mirando hacia el exterior de las murallas. Me salí con la mía. Nunca lo volveré a hacer. Me pongo en pie y voy a toda prisa a mi bothan para cambiar mi ropa enlodada. Durante todo ese rato no pude dejar de pensar en lo que dijeron los Rapaces.

      ¿Qué pudieron encontrar que fuera peor de lo que esperaban? ¿Por qué se veían todos tan atemorizados?

      A la hora de la comida vespertina, busco a Aileen en las mesas, pero no la encuentro. Debe estar todavía caminando de regreso a la bahía de Kilmaluag. Recojo mi comida y voy hacia las largas bancas de madera en las que nos sentamos a comer. Al pasar junto a la mesa de las Avispas, un numeroso grupo estalla en carcajadas. Avanzo más despacio y les sonrío a Donal y a otros cuantos. Me saludan con un movimiento de cabeza y sonríen a su vez. Estoy a punto de detenerme del todo para contarle a Donal lo que alcancé a oír, pero él ya ha comenzado una conversación.

      Sigo hacia la mesa de los Pescadores. En la parte media hay un grupo de uno de los otros barcos, pero no conozco a ninguno, así que me siento en un extremo y empiezo a comer. Alguien me toma por los hombros desde atrás.

      —¿Dónde te habías metido? —la voz está justo en mi oído, tomándome por sorpresa con total deliberación. Me atraganto con un bocado de estofado, y al toser arrojo pequeños trozos de comida en la mesa—. En verdad, tienes que aprender buenos modales.

      Trago lo que tengo en la boca y estiro los brazos hacia atrás para sujetar a Aileen.

      —¡No me hagas esas cosas! —le digo.

      Ella esquiva mi brazo sin mayor esfuerzo y se desliza a mi lado.

      —¿Y por qué no viniste con nosotros a la bahía de Kilmaluag? Querías quedarte un día más en cama, ¿cierto?

      —No, pasé el día con las Avispas —no puedo ocultar mi timidez.

      —¿Qué?

      —Maighstir Ross dijo que podía ir y verlos armar el nuevo barco.

      —Eres un pilluelo… ¡Ojalá se me hubiera ocurrido eso! El camino hasta Kilmalaugh fue eterno. Aunque me gustó estar fuera del enclave, pero en tierra, quiero decir —se sujeta los rizos color rojo óxido tras las orejas. Siempre lo hace cuando está entusiasmada—. En serio, fuiste tú el que se perdió de algo. Aunque supongo que tendrás que dejar el enclave para la Ceremonia —se tapa la boca en cuanto lo dice—. Perdón. Se me olvidó que no vamos a hablar más de eso —dice, con la mano sobre la boca.

      —Los Rapaces regresaron —digo, cambiando de tema.

      —¿En serio? ¿Y qué encontraron?

      —Pues no nos han comunicado nada aún pero… —bajo la voz— yo estaba detrás del viejo pozo cuando pasaron por ahí y…

      —¿Estabas espiando? —me interrumpe.

      —No. Bueno, tal vez un poco.

      —Espera un momento: ¿quién eres tú y qué hiciste con el Jaime de siempre?

      —Muy graciosa. En todo caso, no pude oír mucho, pero se veían muy preocupados. Dijeron algo de que Raasay sí había dicho la verdad y que lo que habían encontrado era peor de lo que esperaban.

      —¿Qué crees que signifique todo eso?

      —No lo sé, pero no pinta nada bien —muerdo el interior de mi boca—. ¿Crees que estemos a salvo aquí?

      —Por supuesto que sí —se forma un nudo en mi garganta que no logro tragar.

      —¿Y si nos sucediera lo mismo que a Clann-na-Bruthaich?

      —Espera un momento. ¿Te estás preocupando por algo que ni siquiera sabes qué es? ¡Eso es malo, incluso para ti!

      Tiene razón, sé que no debería dejarme arrastrar por el pánico. Pero no puedo evitarlo.

      —Hey, no pasa nada —Aileen posa su mano sobre la mía, y me da un ligero apretón—. Confía en mí. Aquí estamos a salvo. Tenemos las mejores defensas de toda la isla de Skye.

      Eso es verdad.

      —Hay algo más que he estado pensando… —digo—. Mencionaron a Raasay… ¿crees que todo esto tenga algo que ver con la Ceremonia?

      Aileen aprieta los labios y menea la cabeza de lado a lado, como queriendo decir No estoy autorizada para hablar de eso.

      —Basta —exclamo, dándole un empujón—. Si soy yo el que empieza la conversación, entonces puedes hablar de eso.

      Toma aire:

      —Tantas reglas…

      —¿Y qué opinas?

      —No lo sé, Jaime. Hemos hablado tanto de esto, y siempre acabamos


Скачать книгу