Conversaciones con Freud. Ricardo Avenburg

Conversaciones con Freud - Ricardo Avenburg


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ambiguo lo que se entiende por transferencia: ¿es que la transferencia o, mejor dicho, la neurosis de transferencia se da sólo en el tratamiento (acá Freud usa como sinónimos lo que se da en la transferencia con lo que se da en el tratamiento) o también es neurosis de transferencia cuando se da fuera del mismo? Y dentro del tratamiento, la neurosis de transferencia no es también un actuar en vez de recordar? Aunque fuese sólo verbalmente, el paciente expresa sus sentimientos al analista como algo presente y no como algo recordado; el riesgo es que el analista actúe en la contratransferencia como padre, maestro, etc., respondiendo a las demandas del analizando. Pero muchas veces no está mal jugar momentáneamente ese rol si se tiene conciencia de estarlo jugando (de lo contrario implicaría entrar en la neurosis de contratransferencia), particularmente con pacientes más regresivos.

      Pero ¿por qué es mejor que el paciente actúe su neurosis de transferencia con el analista a que lo haga afuera? Lo que se decía en una época, enfatizando las interpretaciones de la transferencia, era que sólo se puede comprobar lo que se ve directamente y que no se puede confiar en las imprecisiones del relato del paciente. A veces se puede evaluar mejor el fenómeno si se lo tiene a cierta distancia (recordado o relatado) que cuando se lo está viviendo. De todos modos pienso que, como analista, no es uno el que puede decidir dónde ha de manifestarse el fenómeno, pero de ningún modo trataría de referir una neurosis de transferencia actuada en el afuera de la sesión a la relación conmigo como analista: por los diferentes personajes con los que se despliega la actuación en el afuera puede diferenciarse con más precisión lo cualitativo de la situación que se está repitiendo. Por otro lado, entiendo que en la época de Freud ciertas acciones en el afuera podían tener muchas más consecuencias sociales que lo que hoy implicaría, por ejemplo, la iniciación sexual en la mujer, un casamiento o un divorcio. Esta referencia de Freud trajo como consecuencia una patologización de lo que se tradujo como acting-out, como un actuar afuera del tratamiento: to act out es “representar dramática o teatralmente” (Appleton Dictionary) y no tiene que ver con el actuar “afuera” ni creo que es la mejor traducción de agieren, que es simplemente actuar, el equivalente de agir en francés. Creo que, como plantea Freud en el “Proyecto”, el primer pensamiento es una acción (el movimiento de la cabeza del bebé para encontrar el pecho de frente, en posición para mamar) y, como dice Marx (no recuerdo dónde), “los hombres lo hacen y después lo saben”. Si algo no ha sido desplegado en la acción no termina de ser conocido, recién después de repeticiones y poco a poco se va economizando la descarga en la acción para transformarse en descargas verbales que la signifiquen. Yo creo que el progreso en el análisis se muestra en la ampliación del campo de acción del analizando, acciones específicas de cada uno y correspondientes a cada circunstancia pero que al principio pueden aparecer como repeticiones transferenciales y que pueden ser objeto del análisis allí donde tienen lugar.

      Por otra parte casi no veo el tipo de “transferencias” que describe Freud, irrumpiendo en el curso del análisis (me refiero a la intensidad, no a la cualidad de las mismas). Creo que esto tiene que ver con la menor cantidad de neurosis clásicas (en particular de histerias de conversión), la menor represión genital y la mayor libertad en general para tratar temas sexuales sin que necesariamente se erotice la relación. Creo, de todas maneras, que la transferencia (no neurosis de transferencia) erótica (en el sentido amplio de la palabra) es el verdadero motor del tratamiento: un niño debe enamorarse de su maestro/a, un discípulo de su docente (y viceversa) y no cabe duda de que entre analista y analizando, si no existe este afecto no hay motor para el trabajo en común y este afecto se construye con el trabajo mismo.

      “Nuestro camino para reforzar al yo debilitado tiene como punto de partida la ampliación de su autoconocimiento. Sabemos que esto no es todo, pero es el primer paso […] Con lo cual la primera parte de nuestra asistencia es un trabajo intelectual de nuestro lado y una invitación a la colaboración por parte del paciente […] Pero jamás omitimos el mantener separados nuestro conocimiento del paciente. Evitamos comunicarle inmediatamente lo que a menudo hemos colegido muy tempranamente o comunicarle todo lo que creemos haber colegido. Reflexionamos cuidadosamente cuándo podemos hacerlo copartícipe de una de nuestras construcciones, esperamos el momento que nos parece apropiado, lo que no siempre es fácil decidir. Por lo general demoramos la comunicación de una construcción, el esclarecimiento, hasta que él mismo se haya acercado tanto a dicha construcción que sólo queda dar un paso, ciertamente la síntesis necesaria. Si obramos de otro modo o lo sorprendemos con nuestra interpretación, la comunicación o bien no tendrá efecto alguno o provocaría una fuerte irrupción de resistencia que dificultaría o inclusive pondría en riesgo la continuación del trabajo. Pero si hemos preparado todo correctamente, a menudo logramos que el paciente confirme inmediatamente nuestra construcción y él mismo recuerde el suceso olvidado, sea este exterior o interior. Cuanto más precisamente se corresponda la construcción con las singularidades de lo olvidado, tanto más fácilmente le será corroborada. En este fragmento nuestro saber ha devenido también su saber”.

      ¿Cuál es el saber que yo como analista tengo y que el analizando no tiene? De las singularidades olvidadas de su historia nos enteramos los dos al mismo tiempo.

      ¿Qué, de los sucesos interiores o exteriores, conozco yo y no el analizando? En principio, los universales (complejo de Edipo, las etapas de la evolución sexual del niño y características del aparato psíquico en general), lo que es difícil que un paciente que llega hoy al consultorio no conozca. A partir de mis conocimientos y de lo que el paciente me relata me formulo hipótesis, algunas de las cuales puedo compartir con el paciente. Entiendo que en la época de Freud formular hipótesis, por ejemplo, sobre la psicosexualidad infantil del paciente, podía generar resistencias muy intensas. Pero hablo de hipótesis, no de conocimiento de sucesos de la historia del paciente: éstos sólo los sabe el paciente, aunque no sepa que lo sabe. El saber manifiesto creo que se da al mismo tiempo en el paciente y el analista: a veces se da cuenta antes el paciente y otras, al hacerse el suceso casi manifiesto, es adivinado o colegido por el analista (Freud usa el término erraten, que es más adivinar que colegir, pero en este contexto me pareció más adecuado traducirlo como colegir). En resumen, no sé qué cosa puedo yo saber del paciente (salvo los universales) que el paciente no sepa (todo el tiempo tengo presente algo que escuché decir a Anna Freud, no recuerdo si en el Congreso de Edimburgo o en el de Ámsterdam: “Mi padre me dijo que no le hacía ningún bien al paciente si algo que yo sabía de él no se lo comunicaba”. No niego el margen de error que puede tener este recuerdo).

      Me llama la atención el predominio del término “construcción” en relación con el de “interpretación”: parecería que en ese momento se centra más en la “verdad histórica” (que se manifiesta en la construcción) que en la “realidad psíquica” (develada en la interpretación: Deutung).

      “Con la mención de la resistencia hemos llegado a la segunda parte, más importante, de la tarea”. La primera parte era el trabajo intelectual de ampliación del conocimiento que el paciente tiene de sí mismo. La segunda parte es la “que nos debe abrir el camino para otra tarea, más difícil”. Se refiere a las resistencias de represión (deja aquí explícitamente de lado las otras formas de resistencia). “Es interesante que en esta situación la toma de partido” que hasta ese momento tendía a ponerse de lado del yo reforzándolo a partir de su autoconocimiento,

      “hasta cierto punto se revierte, pues el yo se rebela contra nuestra iniciativa, pero lo inconsciente, en otro momento nuestro oponente, nos ayuda, pues tiene un ‘empuje ascendente’ natural, no anhela otra cosa que avanzar hasta la conciencia por sobre las fronteras puestas en el yo. La lucha que en este momento se establece, si logramos nuestro objetivo y podemos mover el yo hacia el vencimiento de sus resistencias, se lleva a cabo bajo nuestra dirección y con nuestra ayuda. Es indiferente el resultado de esta lucha, si conduce a que el yo, tras un nuevo examen, admita a la exigencia instintiva hasta ahora rechazada o que la rechace, esta vez definitivamente. En ambos casos el peligro permanente está apartado, el territorio del yo está ampliado y un costoso gasto se ha vuelto superfluo”.

      Estoy de acuerdo con nuestra neutralidad ante las salidas posibles que encuentre el paciente. Yo diría que la represión ha de ser sustituida por la judicación consciente y desde este lugar


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