Conversaciones con Freud. Ricardo Avenburg

Conversaciones con Freud - Ricardo Avenburg


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ambas etapas en el curso del tratamiento: una primera etapa de mayor despliegue y colaboración intelectual y una etapa ulterior marcada por las resistencias de represión. Si bien en todo tratamiento (como en todo proceso creativo) hay etapas más productivas y otras menos (estas últimas marcadas por un predominio de la censura, que se refuerza ante la amenaza de todo retorno de lo reprimido, fundamento de todo proceso creativo) mi experiencia es que los fenómenos de la defensa y del retorno de lo reprimido vienen mezclados y lo que de entrada aparece como oposición ha de dialectizarse en el sentido que cada polo de esta contradicción contiene dentro de sí al otro polo, de modo que no podemos definir al principio qué es defensa y qué es retorno de lo reprimido; sólo a posteriori, luego de que se haya desarrollado el proceso de análisis, podremos decir qué hubo de defensa y qué de retorno de lo reprimido en cada producción del paciente. Pero esta diferencia entre la observación de Freud y la mía (a menos que la diferenciación de Freud en dos etapas sea más un desarrollo lógico que fenoménico) pienso que puede deberse a que yo le impongo al paciente menos condiciones que las que le imponía Freud: no impongo (a priori) número de sesiones, no impongo el uso del diván y ni siquiera planteo la regla fundamental (a veces la explicito para trabajar un fragmento de un sueño, de una fantasía o de un recuerdo encubridor). La imposición de entrada de ciertas normas que apuntan a la emergencia de lo reprimido pueden generar en el yo, luego de un primer período de deseo consciente de colaboración, la acumulación de resistencias que luego acuden en tropel. A esta altura de la experiencia del análisis en general y de mi desarrollo en particular, tengo confianza en que el retorno de lo reprimido se dará naturalmente bajo la única condición de que el paciente tenga 50 minutos (poco más o menos, pero no mucho menos) para ir diciendo en voz alta y escuchándose lo que él mismo piensa, estimulado a su vez por mis preguntas, interpretaciones y eventuales construcciones (que en principio no pasan de ser hipótesis).

      “El vencimiento de las resistencias es la parte de nuestro trabajo que ocupa la mayor parte del tiempo y el máximo esfuerzo”. Yo diría que la esencia del psicoanálisis es justamente el vencimiento de las resistencias, o sea, la disolución de la censura inconsciente (pasando muchas veces por la disolución de las neurosis de transferencia) y este trabajo es continuo y se va dando casi naturalmente con las asociaciones del paciente, haciéndose más evidente cuando surge una formación sintomática, o sea, la emergencia de la ruptura de la lógica que va desarrollando el paciente en sus asociaciones y/o en su vida corriente.

      Sigue diciendo Freud que el vencimiento de las resistencias “lleva a cabo una ventajosa modificación del yo independiente del efecto de la transferencia y que se conserva a lo largo de la vida”.

      Se refiere luego a dos nuevos factores, fuentes de resistencia desconocidos por el paciente y que no parten de su yo.

      “Se los puede englobar bajo un nombre común: necesidad de estar enfermo o necesidad de sufrir, pero son de origen diferente si bien de naturaleza emparentada. El primero de estos dos factores es el sentimiento o conciencia de culpa, que así se lo llama sin tener en cuenta que el enfermo no lo siente ni lo reconoce. Es evidentemente la contribución a la resistencia efectuada por un superyó que se ha hecho especialmente duro y cruel. El individuo no debe curarse sino permanecer enfermo pues no merece nada mejor. Esta resistencia no perturba nuestro trabajo intelectual pero lo vuelve ineficaz: a menudo permite que suprimamos una forma del padecer neurótico pero está inmediatamente preparado a sustituirlo por otro, eventualmente por medio de una enfermedad somática. Esta conciencia de culpa explica también la ocasionalmente observada curación o mejoría de graves neurosis luego de desgracias reales; se trata de que el individuo padezca, de la manera que fuese. La resignación sin queja con la que tales personas a menudo toleran su duro destino es muy llamativa, pero también reveladora. En la defensa de esta resistencia debemos limitarnos a hacer consciente a la misma y a tratar lentamente de desmontar al superyó hostil”.

      En alemán, hasta donde yo entiendo, hay una ambigüedad de sentido: no se entiende si hay que defender a esa resistencia o defenderse de ella: “In der Abwehr dieses Widerstandes” puede implicar ambas cosas. Tanto L. Rosenthal (“Al combatir esta resistencia…”) como Strachey (“In warding off this resistance”) traducen en el sentido que esta resistencia debe ser combatida, lo que suena como lo más adecuado pero tomada la expresión en forma literal, Freud usa un posesivo (caso genitivo): la defensa de esta resistencia. Aunque tal vez un hablante habitual del alemán me diga que sólo puede entenderse de la manera como tradujeron Rosenthal y Strachey, no dejo de lado la posibilidad de ambigüedad en la expresión y que a Freud, aunque no lo hubiese querido decir conscientemente, se le hubiera filtrado una impresión que a este tipo de resistencia hay que respetarla; sí analizarla, pero teniendo en cuenta que su movilización puede traer riesgos más serios, dependiendo de la intensidad del sentimiento de culpa.

      “Es menos fácil comprobar la existencia de otra resistencia, en la lucha contra la cual nos encontramos especialmente débiles. Entre los neuróticos existen personas en las cuales, por todas sus reacciones, podemos reconocer que el instinto de autoconservación ha experimentado ni más ni menos que una inversión (Verkehrung: inversión, transformación). Parecen dirigirse únicamente a dañarse o destruirse a sí mismas. Tal vez pertenecen también a este grupo personas que al final cometen suicidio. Suponemos que en ellas ha tenido lugar una amplia desmezcla instintiva como consecuencia de la cual son liberadas desmedidas cantidades del instinto de destrucción orientado hacia adentro. Tales pacientes no encuentran tolerable la curación por medio de nuestro tratamiento, se defienden de ella con todos sus medios. Pero admitimos que éste es un caso que aún no hemos logrado aclarar totalmente”.

      ¿Dónde ubicamos esta última forma de resistencia? En principio no recuerdo que Freud haya hablado de ella en otra ocasión. En “Inhibición, síntoma y angustia” Freud habla de cinco formas de resistencia: tres del yo (resistencia de represión, de transferencia y del beneficio secundario de la enfermedad) una del ello y una del superyó. De las dos últimas formas de resistencia de las que habla en el “Compendio” la primera se corresponde claramente con la resistencia del superyó (de “Inhibición, síntoma y angustia”); la segunda, por el aferramiento a la enfermedad, podría asociarse a la del beneficio secundario pero, siendo ésta una resistencia del yo, no podría aplicársele la referencia a la perturbación instintiva. Esta segunda forma se diferencia de la primera en que la resistencia del superyó, tiene una explicación referida a la tópica o estructura psíquica, en cambio en la segunda la explicación se refiere a los instintos: desmezcla instintiva y liberación y orientación hacia adentro del instinto de destrucción.

      ¿Correspondería a una resistencia del ello? En principio parece ser el resultado de un proceso previo a la represión de la sexualidad infantil: el destino del instinto (ver “Instintos y sus destinos”), la inversión o transformación en lo contrario (Verkehrung ins Gegenteil). Correspondería por lo tanto a un momento anterior y preparatorio de la formación del superyó: la vuelta del instinto de destrucción contra sí mismo sobre el cual va luego a instalarse el sentimiento de culpa, constituyente esencial del superyó.

      En lo que se refiere a las resistencias del ello, son las que se hacen presentes en el proceso de elaboración (Durcharbeiten) como resistencias del inconsciente.

      Parece ser éste un fenómeno normal, es decir, el tiempo particular que necesita cada paciente para elaborar aquello de lo que se trata; parece sí corresponder a un proceso instintivo, la compulsión de repetición, pero que no necesariamente estaría más allá del principio del placer y no tendría por qué responder al instinto de destrucción: sería un proceso adscribible a la mayor o menor viscosidad de la libido de cada uno.

      En resumen, en esta última forma de resistencia parece haberse dado un proceso previo a la formación del superyó, la transformación en lo contrario del instinto de autoconservación, sobre el cual se asentará el superyó con su sentimiento de culpa.


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