Territorio en movimiento(s). Isabel Cristina Tobón Giraldo
ligadas a las cosechas, a los ciclos solares y lunares, a los regímenes de lluvia o a la reproducción de los animales.
El imaginario colectivo de progreso que instauró la modernidad se constituyó en el referente desde el cual se valoran las diferentes culturas y sus territorios, privilegiando una visión colonial y eurocéntrica de la historia. Se trata, al mismo tiempo, de una visión nortecéntrica que se podría denominar geografías del norte, porque guarda relación con esquemas epistemológicos ligados a formas de poder hegemónico que controlan y validan el conocimiento producido en los centros de dominio político-económico. De ahí que el conocimiento que se elabora en las colonias socialice formas locales de vida y las ubique en la periferia del saber universal moderno. Así las cosas, lo colonial es un estado que condena y niega al otro dentro de las prácticas hegemónicas del poder y del saber.5
Las formas comprensivas que invisibilizan radicalmente al otro derivan en la emergencia de la condición de existencia que les ha sido negada, porque tienen fuerza y poder para resistir y manifestarse. En palabras de Santos (2014a), “si no existieran las epistemologías del norte, no existirían las epistemologías del sur”.
A partir de la década de 1960, la tendencia se concentra en la geografía urbana y, con ella, en la gestión ambiental y de los recursos a nivel regional6 y local. Estudiosos como Henri Lefebvre abordan el espacio como producción social, con lo cual aportan a las transformaciones y la movilización de las fuerzas productivas sobre el suelo. En oposición a estas interpretaciones, desde la geografía crítica (Harvey, 2009) se pretende superar la fragmentación que las aproximaciones de autores como Lefebvre plantean, por cuanto esta perspectiva propone salir a estudiar el lugar, sin leyes geográficas ni principios generales, además de superar las tradiciones positivistas de las técnicas estadísticas y el análisis cuantitativo de la información. Con la invitación de Harvey, es deseable acercarse a los territorios, despojados de la razón instrumental moderna, hacia un trasegar contemplativo del mundo.
Los enfoques llamados críticos emprendieron la renovación de las ciencias sociales y se fueron integrando giros en geografía. Esto se trata de una apertura sensible al mundo que subraya la necesidad de trascender las explicaciones de lo que hasta el momento se ha formulado científicamente, a fin de revisarlo y superarlo. Las novedades y alternativas de giros múltiples se concretan en lo lingüístico, lo espacial y lo cultural, como lo exponen Alicia Lindón y Daniel Hiernaux (2010). El giro lingüístico hace referencia a la trascendencia de la semiología, la semiótica y la narratología, hasta el punto de considerar que las relaciones de la experiencia humana no pueden ser pensadas sin la intervención del lenguaje. El giro espacial, por otra parte, replantea la manera de entender la historia de los individuos en relación con el lugar y el tiempo. Y, finalmente, el giro cultural reformula los temas de investigación geográfica sustentados en los lugares con sus saberes, creencias, imágenes y discursos reflejados en formas de habitar, en las memorias, en el sentido de la vida y en las visiones particulares de futuro, con lo que se da cuenta de la diversidad.
Más allá de los giros mencionados, como aporte significativo para este trabajo, es importante mencionar el giro ecoterritorial propuesto por Maristella Svampa (2012), el cual guarda estrecha relación con las luchas en contra de la exportación de bienes naturales a gran escala, de las formas de acumulación capitalista y en defensa del territorio en donde confluyen los discursos ambientalistas e indígenas. Este concepto, además, explora cómo el acaparamiento, por la vía de la expansión de fronteras para los monocultivos de los agronegocios, acaba con la biodiversidad. La propuesta de este último giro se fortalece con el concepto de territorios sacrificables (Svampa, 2012, p. 19), en los que la lógica extractivista incorpora estrategias de dominación que conducen a la dependencia y al despojo, que se hacen evidentes en mayor fragmentación y desintegración social.
Hay que resaltar que la geografía crítica de David Harvey aporta de manera sustancial a la comprensión de las transformaciones y procesos de cambio iniciados con los giros. En concordancia con la geografía crítica, el materialismo histórico cuestiona la neutralidad científica en la reproducción de sistemas sociales que privilegian factores económicos por encima de los sociales y políticos. Del mismo modo, las diversas elaboraciones críticas en ciencias sociales reflexionan acerca de los discursos económicos y las desiguales e injustas relaciones de poder en la vida de las personas.
Situados en el norte del valle geográfico del río Cauca, es posible afirmar que los significados y relaciones sociales dan cuenta de procesos de cambio en un mundo controlado por el mercado en la lógica del capitalismo neoliberal. Hasta ahora, la mirada académica de la geografía muestra las transformaciones que permiten comprender este territorio. No obstante, es importante reconocer que el territorio mismo aporta al conocimiento a través de sus pobladores, ya que estos han tejido relaciones orgánicas y telúricas de intimidad. El territorio se expresa a través de dimensiones afectivas, de los vínculos sociales, económicos y políticos, así como a través de sus representaciones culturales. En esta medida, lo que resulta más relevante es la emergencia de la heterogeneidad, la singularidad y la particularidad de las interacciones de los habitantes con su entorno. En adelante, es el territorio nortecaucano el que pretendo interpretar y describir.
Aproximación física al territorio nortecaucano
El norte del Cauca se localiza, en su mayor extensión, en un valle interandino al suroccidente de Colombia;7 su división administrativa comprende los municipios de Villa Rica, Puerto Tejada, Guachené, Padilla, Caloto, Santander de Quilichao, Buenos Aires, Suárez, Caldono, Jambaló, Toribío, Corinto y Miranda (figura 3). Estos municipios se distribuyen entre las cordilleras Occidental y Central, las tierras bajas del valle del río Cauca y sus afluentes, los ríos Palo, Guengé, Negro, La Teta, Desbaratado, Mondomo, Ovejas y Pescador. El potencial de irrigación y los aportes de la red fluvial del Cauca, sumados a las condiciones favorables de la calidad de la tierra, la temperatura y el brillo solar del que goza la mayor parte del año, han estimulado la producción agrícola a gran escala.
Figura 3. Localización del norte del Cauca en Colombia
Fuente: Instituto Geográfico Agustín Codazzi [en línea]
El norte del Cauca comparte límites con los departamentos de Valle, Huila y Tolima; su territorio está determinado por las cordilleras Occidental y Central de los Andes suramericanos y está marcado en su topografía por zonas planas y montañosas, con variedad de climas y alturas desde los 500 hasta los 3600 m s. n. m. Las precipitaciones máximas en el valle del río Cauca se registran como dos períodos húmedos de marzo a mayo y de septiembre a noviembre, mientras que los periodos secos se registran de junio a agosto y de diciembre a enero. Puerto Tejada, Miranda y Santander de Quilichao son los municipios más húmedos de esta región, con promedios anuales de hasta 2000 mm, condición climática que marca la vocación de estos territorios a las actividades agrícolas.
La producción intensiva y extensiva del sector primario, fundamentalmente de la caña, ha estimulado el establecimiento de industrias para la producción de azúcar, biocombustibles y papel. Recientemente, ha sobresalido el establecimiento de la industria farmacéutica, ladrillera, harinera, de aceites y lubricantes (figura 4).
Figura 4. Producción azucarera en el valle geográfico del río Cauca
Fuente: