Muchacho en llamas. Gustavo Sainz

Muchacho en llamas - Gustavo Sainz


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no te preocupes, deveras. Yo estoy contigo…

      Se organiza la cena. Mi madrastra sirve los platos, pero no se sienta a la mesa. Sube y baja las escaleras. Camina de un lado a otro en el piso de arriba hablando en voz baja consigo misma. Distingo la palabra infeliz, dicha con ira, y algunas otras expresiones que no entiendo. Mi padre cena en silencio. Cuando termina y pasa una servilleta por sus labios, antes de levantarse, dice que ya no comprará el departamento en condominio, que va a devolver el contrato. La compra la iban a hacer entre los dos…

      La perra aúlla…

      Ay, si pudiera convertir mi cuerpo en el cuerpo de un lobo…

      Cambio la concepción de mi novela Mi vida entre los humanos. O quizás sería mejor decir Los perros jóvenes, o Mi proyecto. En torno de un hecho central: Sofocles en la cárcel, por ejemplo, el día de visitas: las reacciones de un grupo de muchachos y muchachas entre los 14 y los 17 años de edad. Soy incapaz de creer que en lo llamado trabajo literario, las cosas puedan aclararse, siquiera algunas cosas, ciertos acontecimientos (digamos). En mis frases, ya que no se podría en ninguna otra parte, la tradición señala que va a saberse casi de qué se trata. Pero yo no lo creo. Si escribo bien, terminaré diciendo lo que la gramática me permita, no lo que verdaderamente quiero decir. Es como si mi vida corriera al margen de la lengua, cierta clase de vida que no es transformable en palabras, y que es precisamente la que yo quiero contar…

      Ahora sí que basta de novelas realistas poseídas por el ánimo de la costumbre, poseídas por el ánimo de lo verosímil, de lo cronológico, de las apariencias. ¡Satisfechas en su imitación chata de la vida! Yo tengo propósitos absolutamente distintos…

      Para empezar, que mi novela sea vida ella misma, riesgo, equivocaciones, aventuras…

      El vampiro de Düsseldorf: Peter Kuerten (1883-1931). Famoso asesino. Confesó 23 asesinatos, pero fue ejecutado sólo por 9 de ellos. “No he matado para violar. He matado y violado para vengarme de la mezquindad de la humanidad, de su maldad, de su egoísmo. Pero cuando la idea de matar se apoderaba de mí, no se separaba del deseo de mancillar a mis víctimas”.

      Sofocles muere al caer en las aspas de una lavadora.

      Se me ocurre que la tía polaca, en mi libro, sea una fanática católica, y que la tía checoeslovaca sea evangelista o protestante. Tatiana no se llamará Tatiana, sino Greta. Su padre, en vez de tener una fábrica de bolsas de polietileno, será taxista. A Temístocles le pienso poner Vulbo.

      Sofocles muy contento porque a Greta le ha llegado su menstruación.

      Sofocles se orina en su pantalón, de pie frente a su casa. ¿Por qué no? Está contento, casi encantado, con temor casi de moverse y romper ese encantamiento.

      Despierto y miro la hora. Oigo a mi padre discutiendo con su esposa. ¿Nunca descansan? Pero cuando entro a bañarme advierto que no están. Sus voces eran fantasmas. Estoy tan acostumbrado a oírlos discutir que los oigo aun cuando no están. La hermosa voz grave de mi padre (su felicidad está en escucharse), y la de mi madrastra en un reproche permanente, demasiado alta, de mal gusto, casi un chillido.

      Sus voces flotan en la casa.

      Beso: aplicación de los labios sobre los labios del ser amado con el fin de un regodeo y de hacer una ligera succión, permitiendo el juego acariciador de las lenguas. Deben cerrase los ojos para no distraer al sentido del tacto, “que se pavonea secretamente”. (Jean-Claude Silbermann)

      Recitan los nombres de los nuevos becarios del Centro Mexicano de Escritores en la televisión. Como es obvio, yo no estoy, y había depositado grandes esperanzas en ganar esa beca. Pero como era de esperarse, no califiqué. Sensación terrible de inseguridad, de vulnerabilidad, de frustración. Necesidad de soluciones rápidas, confirmaciones, certezas. ¿Me suicido o encuentro un trabajo? ¿Por qué no viene nadie a ofrecerme un trabajo?

      Mi libro debe dar la impresión de un campo en ruinas.

      Las catástrofes serán el principio formal de mi narración.

      El texto implicará un sinnúmero de esquirlas y fragmentos.

      Representaré muchas formas de escritura: el dossier, la crónica familiar, el aforismo, la descripción, la anécdota, el acta, la narración clásica, el informe, la página de diario, el epigrama, la cita, la inscripción en un baño público, slogans, recortes de periódico, confesiones, crónicas, en fin.

      Formas logradas, redondas, clásicas, tranquilizadoras, no aparecerán por ninguna parte.

      Tampoco habrá extensiones excesivas: será como si se leyeran simples resúmenes, extractos, sinopsis, notas, treatments…

      No dejaré que se hable de montaje. En realidad, si hago algo con los acontecimientos que narro, es precisamente desmontarlos.

      Citas de escritores y de canciones de moda como pedazos de chatarra…

      La sirvienta me pide que le escriba una carta en la máquina de mi papá. Me entrega un original manuscrito en una libretita de taquigrafía:

      ReSPeTADO SeÑOR mORALeS SAVIÑOn:

      La preSente es cOn el fin de SuplicarlE me PerdOne

      SeñOR el MotivO de EstA es Suplicarle me perdOne y al mismO tiempO si esTa a Su AlcanSe me allude tengo una iJa que nO TienE TravaJO ya ase muchO

      TienpO no sAve cuantO lO neCesitO tenemOs cuaTrO iJOs son muchOS lOs

      GastOs y un sOlO SuelDO para tODOS los gaStOS TODOs

      SeñOR si eSta de su alCanSe Tiene sU pObre caSa en el cuarTO nUmerO

      QuaTrO en la aZOTea del eDifiCiO aQui al OtrO laDO

      DiOs se lO a de pAgaR

      S. S.

      Toda la noche y toda la mañana mi padre y mi madrastra siguen discutiendo. Ella le reprocha principalmente “su juventud perdida”. Él llora. Entre muchas frases inútiles dice algunas que me impresionan. Por ejemplo:

      —La vida nos ha convertido en extraños para nosotros mismos…

      —Hemos manejado impunemente nuestra propia felicidad…

      —No dejemos que nuestras vidas se rijan por los pasos que no nos decidimos a dar…

      —Vivir contigo es como despreciarme a mí mismo…

      Y sobre todo:

      —Soy como mi propio prisionero.

      Paso en limpio la carta de la sirvienta y se la llevo a su cuarto. No está, pero su hermosa hija adolescente, la que hace la limpieza en casa de Tatiana, duerme con la puerta abierta. A los pies de la cama hay un osito de peluche. Me acerco y le toco discretamente un brazo, pero no se mueve. Veo que tiene puesta una falda muy amplia, que podría alzar sin ninguna dificultad, y se la levanto muy despacio y miro sus piernas, mi corazón batiendo a toda prisa, y quiero besarla en el interior de uno de sus muslos pero ella se despierta en cuanto presiono la cama con mi rodilla.

      —Estaba soñando con usted —dijo, sobresaltada.

      Me asombra su picardía, su capacidad de adaptación, la rapidez con que pensó esa respuesta…

      —¿De veras?

      —Sí… ¿Cree que digo mentiras?

      —Sí… —disimulando mi erección.

      —¿Y le gusta que diga mentiras?

      —Sí…

      —Entonces voy a decirle siempre mentiras…

      Quería besarla, pero mejor convine verla por la noche. Ay.

      En casa, mientras madrastra hacía la comida, abrí su bolso y revisé las cartas que originaron el conflicto. Tengo muy poco tiempo. Leo:

      …va por mí todos los días a Donceles…

      Huyo


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