Daguerrotipos. Juan Carlos Núñez Bustillos
creo que al contrario. Quien no critica no ama. Quien viene a decir maravillas no ama a la ciudad. Yo amo a la ciudad porque le encuentro sus defectos. Porque yo formo parte de los defectos de esta ciudad. Los periódicos son así porque no hemos hecho nada por mejorarlos. Nos conformamos con lo que nos dan y no pedimos que nos den mejores cosas. Son una conglomeración de anuncios sin ton ni son, mal impresos. Nos dan basura y la aceptamos y todavía pagamos por ella.
—Hay barrios hermosísimos, Emmanuel. Tú mencionas sólo una zona de Guadalajara. Faltaría que visitaras, por ejemplo, el barrio de Analco, o Santa Tere.
—A mí me gustaba el barrio de Oblatos cuando era pequeño, ahí estaba el viejo parque Oro, a donde iba yo al futbol, al antepreliminar de las ocho de la mañana; a las diez veía el preliminar y a las doce veía el partido estelar, y me iba a pie y me regresaba a pie. Vivía yo cerca del templo Expiatorio, o sea que yo conocí Guadalajara más o menos bien, porque una ciudad se conoce caminando. Cuando uno se va en coche no conoce nada. En cambio, cuando platicas con las piedras, con las casas, cuando conoces a la señora que barre, que riega, al señor que vende el pan, a la viejita que va con su olla de peltre a traer la leche… tienes contacto con la ciudad y eres parte de la ciudad.
—Eso es precisamente a lo que me refería, Emmanuel.
—Pero yo ya no vengo a ver esto, vengo más o menos como turista. Entonces, me refiero a la parte hermosa de Guadalajara, a las niñas bellas de Guadalajara. Ahora pienso que aquí ya no hay mujeres hermosas, y la culpa la tiene el centro de Guadalajara. Creo que pocas ciudades tienen tan pocas mujeres guapas como Guadalajara en el centro de la ciudad. Por cada kilómetro cuadrado no encuentras una chica guapa. En cambio, de Lafayette para allá pululan de tal manera que en un kilómetro cuadrado te encuentras 512 mil muchachas guapas, es la ciudad más pródiga en belleza femenina.
—Te recuerdo que hay una frase que dice: “Cada quien encuentra precisamente lo que anda buscando”. ¿Qué es lo que andas buscando tú? Ahora que, en tus propias palabras, dices que una función del crítico es “redescubrir”, bueno, creo que habría que invitarte a que “redescubrieras” Guadalajara.
—Bueno, son maneras de ser. Hay que aceptar que muchas personas piensan de manera diferente. Cada quien ve con ojos distintos, del color que tú quieras, y tan amigos.
—De acuerdo, aunque ahora te vemos más como defeño que como tapatío, Emmanuel... —el escritor salta de inmediato, protestando:
—¡Noooo! Estoy absolutamente en desacuerdo contigo. Yo hablo todavía como jalisciense, y tengo treinta y tres años en el exilio.
—¿Tú crees, Emmanuel? Bueno, hablemos de literatura, ya que me dices que periódicamente vienes a Guadalajara a tomarle el pulso a la ciudad, supongo que el ámbito literario te es bastante conocido.
—Yo creo que lo que pasa en Guadalajara pasa en todo el país. México se está desbaratando como país política, económicamente, pero culturalmente es uno de los grandes momentos. Yo tengo sesenta años de vida y cuarenta de dedicarme a la crítica de la historia y de la literatura y pocas veces había visto un florecimiento tan grande del norte al sur, del este al oeste, de costa a costa, de frontera a frontera —casi parezco programa de televisión—, en poesía, en cuento, en novela, en ensayo, en teatro, en crítica literaria, en crónica, en periodismo cultural. Somos literariamente un país del primer mundo, y no podemos decir que seamos un país de primer mundo en economía cuando vivimos de prestado, ¡hasta los calzones nos presta el Banco Mundial para poder vivir! O sea que no podemos decir que económicamente seamos un país que ha resuelto sus problemas. En cambio, culturalmente estamos en una óptima circunstancia, tenemos muy buenos narradores, muy buenos poetas. Jalisco ha sido tradicionalmente una tierra de poetas excelentes, y sigue siéndolo.
En ese momento invito al público a participar a través de los teléfonos, así como a Carmen Gloria Lugo. De pronto, Emmanuel Carballo toma de nuevo el micrófono y nos sorprende porque vuelve a “las mujeres bellas de Guadalajara”, como si una espina le hubiese quedado clavada. Entonces, dirigiéndose a Gloria, dice:
—Yo hablo de las mujeres bellas que hay en Guadalajara, en ciertas zonas de Guadalajara, y la ausencia de mujeres bellas en otras zonas de la ciudad. Es decir, la concentración peligrosa de la belleza y de la fealdad por zonas. ¿Tú cómo ves el problema de los hombres en Guadalajara, el tapatío es bello, el tapatío es feo? ¿Habría que exportar jaliscienses a otras partes para mejorar la raza? ¿O qué deberíamos hacer, Gloria?
—¡Qué les parece! —me dirijo al auditorio que nos escucha—. Emmanuel Carballo entrevistando a Carmen Gloria Lugo, y en el terreno de la estética femenina y masculina. ¡Vaya giro el que ha dado el programa! —nos reímos los tres y a ella no le queda más remedio que intentar responder:
—Bueno, yo opino que están muy bien los tapatíos.
—¿Guapos, guapos, guapos? —le pregunta Emmanuel ante la timidez de Carmen Gloria, quien añade siguiendo la broma:
—Pues sí, tal vez sea buena idea exportar.
El espacio musical llega como chorro refrescante con una canción de Joaquín Sabina. En cabina siguen las risas y Emmanuel no abandona ese tono lúdico e incisivo con el cual se siente cómodo. Recibo llamadas de un público muy participativo mientras escucho a Emmanuel decir:
—Es que si no es así, la gente se aburre y te cambia, así la gente que nos escucha tendrá ganas de quemarme en leña verde, y eso es lo bonito. Yo he hecho de la polémica un arte y de la disidencia una manera de vida. En el fondo soy como niño malcriado, no he dejado de ser eso, y te burlas de ti mismo y de los demás.
Entre las llamadas hay una del doctor César Hernández, quien le pide una opinión sobre la obra de Margarita Michelena, así como sobre lo que Carballo expresó recientemente en la revista Proceso sobre Octavio Paz. Emmanuel responde:
—Quiero decirle al doctor César Hernández que pierde su tiempo lamentablemente leyendo a Margarita Michelena. Es como si existiera Virginia Woolf y no se hubiera suicidado en aquel río cercano a su casa, y estuviera ahí su obra, y por otra parte, estuviera la obra de una mala escritora jalisciense y leyera a la mala escritora jalisciense y no a Virginia Woolf. Esta mujer —Michelena— escribió unos poemas interesantes cuando tenía veinte o veinticinco años y le pasó lo que decía Leopoldo Alas, “Clarín”, un crítico extraordinario y autor de la mejor novela española del siglo XIX, La regenta. Él hacía una definición de poetisa que me parece maravillosa y muy aplicable a Margarita Michelena. Decía: “Poetisa: mujer fea, que se hace el amor a sí misma en verso”. Y esta cuestión de Proceso la voy a contar muy brevemente, casi en forma telegráfica: Yo estuve en Torreón hace como un mes, y durante dos horas, minuciosamente, hice un análisis lo más pormenorizado posible de cómo andaban las letras mexicanas. Hablaba de los creadores, de sus obras, y lo que salió en Proceso es como la nata que le quitan a la leche —cuando todavía había leche y no leche en polvo importada, por supuesto—, y yo me querellé y publiqué una nota en mi periódico que es unomásuno, protestando sobre el hecho de que si yo había hablado dos horas, hubiesen publicado exclusivamente una frase. Tú sabes, cuando te has dedicado al periodismo, al radio y a la televisión, que tú puedes hacerle cirugía plástica a una frase y a un autor, y lograr hacer de un hombre bueno un hombre malo y viceversa; un hombre malo puede ser el más santo del mundo, un san Felipe de Jesús. Con Octavio Paz tengo una enorme deuda, fue mi maestro junto con Carlos Fuentes, creo que es el poeta más grande de México, y decía que Octavio Paz es un hombre que se ha endiosado, y que era como un sapo endiosado que en cualquier momento podría reventar. Y se publica esa sola frase y se olvida todo lo positivo que yo dije de Octavio Paz. Me están haciendo cirugía plástica y me están haciendo lo que hace el PRI en Michoacán: Me están haciendo la “Operación Manitas”. Me están rasurando la verdad, y metiendo mentiras. Yo sostengo lo que dije en Torreón, que Octavio Paz es un hombre que tiene una vanidad terrible, y que sus acólitos le pueden decir si pregunta: “¿Qué horas son? Las que usted guste, Octavio”. Ya no hay una posición crítica del alumno frente al maestro y eso es malo en cualquier país del mundo. Una gente que se endiosa llega al nepotismo, llega a la dictadura. Y eso no lo pusieron.