Salto de tigre blanco. Gustavo Sainz

Salto de tigre blanco - Gustavo Sainz


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rabia absoluto que me califiquen de neurótica. Eso es falso. Archifalso. Si a toda costa se quiere poner una etiqueta a mi problema, habría que hablar de defensas paranoicas ¿no cree usted? Lo malo es que no sé qué hacer para evitar estas crisis, y el miedo que tengo de que me sobrevengan en público me impide salir y obliga a vivir retraída, encerrada…

      Yo creo que hay dos ideas dominantes sobre el cuerpo en El siglo de las luces. Una sería la del cuerpo que sufre los tormentos inevitables de la Revolución, y su escape momentáneo a esos errores mediante encuentros con parejas equivocadas. Y la otra sería la de las fuerzas primarias vistas en la sensualidad no inhibida de la vegetación salvaje (y la ceiba), el mar y el caracol, y la unión complementaria del hombre y la mujer, Esteban y Sofía. Esteban experimenta un estado místico en la selva adonde simbólicamente copula con la ceiba: “Una exaltación inexplicable, rara, profunda, alegraba a Esteban… Trepar a un árbol es una empresa personal que acaso no vuelva a repetirse nunca. Quien abraza a los altos pechos de un tronco, realiza una suerte de acto nupcial, desflorando un mundo secreto, jamás visto por otros hombres”. (Carpentier 157-158). Meditando en el caracol, Esteban entiende la unión entre el mar y el caracol. Sofía también aprende lo mismo del mar. Ella llega a representar para Esteban una diosa terrenal, virgen, madre y amante del hijo que ha creado. Sofía, como su tocaya gnóstica, es la intermediaria entre el alma del mundo y de las ideas o plenitud. Aunque tendría que pensar cómo acomodar esa escena con el varonil Billaud-Varennes escribiendo a la luz del candil, descamisado, y “cerca de él, echada sobre un camastro, la joven Brígida, desnuda, se abanicaba los pechos y los muslos con un número viejo de La décade philosophique” (Carpentier 201). ¿El cuerpo como ícono aireado por las ideologías? ¿Y esa otra imagen con Sofía, un amanecer? “Las palabras cobraban un peso nuevo. Lo ocurrido —lo no ocurrido— adquiría una dimensión enorme. Crujió la puerta y pintóse, sobre las luces de un verdoso amanecer, una forma humana que se alejaba lentamente, arrastrando las piernas, como agobiada. Sofía quedaba sola, llena de latidos, descabellada, entregada al desasosiego, con la impresión de haber salido de una prueba terrible. Su piel tenía un olor raro —acaso real, acaso imaginario— del que no lograba desprenderse: olor fosco, animal, al que ella misma no era ajena. Aumentó la claridad en su habitación. Junto a ella demoraba, en honduras, una presencia que había dejado marcada la huella de su cuerpo. La joven se dio a arreglar el lecho, manoteando a diestro y siniestro para que las plumas volvieran a hinchar la envoltura. Hecho esto, se sintió profundamente humillada; así debían arreglar sus camas las rameras —las de allá, del Arenal— luego de yacer con un desconocido. Y también las vírgenes roturadas, mancilladas, al despertar de sus nupcias. Lo peor había sido eso: ese arreglo, ese alisar, que tenía algo de complicidad, de aquiescencia; vergonzante reparo, secreto gesto de amante afanosa de borrar el desorden dejado por un abrazo” (Carpentier 54). ¿Destino del cuerpo femenino? ¿La humillación, la vergüenza, las heridas, las cicatrices, los recuerdos?

      Yo creo que la “novela familiar” es una expresión que implica a un sujeto que inventó una familia y una historia…

      Yo invité a Armonía a la inauguración de una exposición en el Palacio de Bellas Artes y no quiso. Salí poco después, ella detrás de mí. Le dije ya en el estacionamiento de la Facultad: ¿Quieres que te despierte mañana en la mañana? Como quieras, refunfuñó. Se supone que debo llamarla todos los días porque no le gusta tener reloj despertador. Le hice notar que no entendía su malhumor. Iniciamos un conato de discusión y de pronto ambos estamos alzando la voz y yo decido cortar la situación, di media vuelta, rodeé el coche, me subí y la dejé hablando. ¿Por qué te enojas?, grita, hambrienta de atención. Voy a esperar que llegues a la sensatez, murmuro. Era tarde y tenía que manejar hasta el Palacio de Bellas Artes. En la exposición un cuadro destacaba muchísimo, La femme affamé, de Roberto Matta. El rostro de una mujer aparecía allí como una inmensa mandíbula-vagina ornada de colmillos puntiagudos. Su lengua salía y tenía la forma y redondez de un pene erecto también provisto de colmillos. Alterno con muchos conocidos y me bebo un par de whiskys. Me ofrezco a llevar a una amiga pintora a su casa rechazando una invitación para visitar a Darmesteter y Metadesedeusis que conmemoran hoy la muerte de la desaparecida Riqueza Idiomática. Mi amiga pintora me pregunta por Armonía y yo le hablo entusiasmado de ella. Después pregunta con picardía: ¿Y Antítesis? La entrega total, la furia, los malhumores constantes de Antítesis por una parte, y por la otra los silencios, las incertidumbres, la reticencia, los temores, los conflictos de clase, la novela familiar y la belleza absoluta, icónica, deslumbrante de Armonía. ¿Fin de siglo? No, de todos los tiempos. En ella la Belleza, la obra de la Belleza y la criatura de la Belleza coincidían. Y yo entre ambas, descoyuntado y nervioso…

      Yo no sabía qué decir o qué hacer… No había visto a mi marido en dos días porque la noche anterior me quedé dormida y no quisieron despertarme… Camambert estaba sentado cerca de la cama cuando entró mi marido con ambas manos extendidas y una sonrisa y me dijo: Hola, doña… Por un instante no supe qué decir o qué hacer, pero de repente yo también extendí las manos y lo abracé… Hola, querido… Le pedí a Camambert que se fuera… Lloramos un poco y nos abrazamos otra vez y me besó en la mejilla y yo a él y luego acarició mis manos y yo le acaricié la cara… Era tan conocida y nueva a la vez… Hablamos del pasado, de lo que hice y de lo que no hice, de la casa, de los hijos, de mi soledad y de su soledad… Le dije que tenía poquísimos amigos, porque él creía que yo tenía muchísimos amigos y amigas, pero no los pude contar ni con los dedos de una mano… Le hablé de mi necesidad de compañía y de mi necesidad sexual, y me dijo que él no necesitaba compañía porque en el campo o cualquier lugar sentía que formaba parte de un gran conjunto, y que sexualmente era muy inseguro y fácilmente se hacía impotente, que era más que sensible a problemas emocionales a este respecto… Nos reímos de muchas cosas, por ejemplo de mi cuestionamiento permanente al valor de la vida… Me dijo que debería vivir por él y por los hijos, pero le dije que no podía, que tendría que ser por mí… Que sólo así yo podría aceptar vivir, si quiero vivir yo, si estoy de acuerdo en que me gusta la vida de nuevo… Eso es lo único que me importa… Dijo que me comprendía… Hablamos de la necesidad de mantener cierta independencia, cierto territorio particular para cada quien… De la forma que hemos invadido esos territorios… Nos acariciamos todo el tiempo… Sentí gran amor por él… Gran amor… Diferente a antes, cuando lo quería a chorros… Quizás ocurra ahora que por primera vez seamos amigos… Posiblemente esto, o lo otro, o lo demás… No sé… Sólo sé dos cosas… No, tres… Primera: No sé si voy a encontrar una buena razón para seguir viviendo… Llevo aquí un buen tiempo y todavía no me acerco a una respuesta… Segunda: No sé cómo serían las nuevas relaciones cotidianas con mi marido… Por el momento sé que lo quiero y me llena de alegría saber que está allí cerca, a mi alcance… Tercera y última: Sé que a mis hijos los emocionó mucho el reencuentro entre su padre y yo… Después de todo somos entes tan primitivos y elementales, que actos pequeñísimos como un abrazo o un rechazo pueden afectarnos de vida o muerte… ¿Valdrá la pena luchar por la supervivencia de un ser tan primitivo como el humano?

      Yo fui a Oaxaca para asistir a una cita con la Muerte. La Muerte tiene una relación muy íntima con el Amor. La Muerte me habla en francés o en alemán y por eso me han hecho pasar por loco. Todo el mundo. Cuando dije que era víctima de acontecimientos sobrenaturales relacionados con la magia negra. Sobre todo entonces. Además me dejé robar mi pasaporte, y en la Delegación hacían pasar a todo mundo antes que a mí. Yo dormía en los bancos, frente al Consulado. No me dejaban regresar a casa y no tenía qué comer. Todo esto a causa de la magia negra. ¿Saben? La magia utiliza los cabellos y ciertos hechizos… La alquimia es la cocina de los dioses. Ellos creen que hacen eso para hacer el bien. Yo he pasado por situaciones que me han quebrado la cabeza. Me advirtieron telepáticamente de eso con sonidos tan agudos que nadie más los podía oír. En Oaxaca viví momentos que mi padre ya me había contado. Creí que mi padre lo sabía todo, pero no era cierto, no sabía nada. Lo que he vivido en mis siete vidas… Luces, dibujos en el cielo, los bosques que hablaban en un lenguaje tan extraño, pero que yo podía comprender… Los otomíes brotamos del árbol de la vida, además es sabido que tenemos cabeza de madera, tenemos la cabeza dura. Ustedes saben, no se les puede hacer creer cualquier cosa… Lo que ustedes llaman la realidad… Hay otra muy diferente…


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