Salto de tigre blanco. Gustavo Sainz

Salto de tigre blanco - Gustavo Sainz


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Me amarraron las manos en el hospital como a un animal… San Salvador es un nombre absurdo… Chiapas es otro nombre absurdo… Tapachula es el nombre más absurdo de todos… Sentí afecto… Fuiste amable, papá, fue amable, en su biblioteca me dejó jugar con pegamento… Me pegué los dedos para que no me los cortaran… ¿Quién me los quería cortar? Ay, me agarré los genitales y te voy a cortar los dedos dijo ese viejo… O se lo dijo a mi hermano por masturbarse… Entonces fue mamá… Fue ella quien se lo decía a mi hermano… ¿Se lo habré dicho o no? ¿Qué me hizo ese viejo baboso?… Se abrió la bragueta y sacó su verga e hizo que se la tocara… Al año y medio una es muy chica, pero él podía tocar mi sexo aunque creo que no lo hizo… Sólo metió su verga entre mis dos manos… Acabo de sentir náusea… ¿Sería el cereal de ayer o el viejo ese?… Me movía mis manitas y luego eyaculaba… ¿Cuántas veces?… Tres o cuatro… Y luego me llevaba a pasear o me llevaba para casa… Me sentaba en sus piernas… Cuando me senté en las piernas de mi papá en Montevideo ya sabía lo que era una verga erecta… Me sentía incómoda… Y sabía lo que era una verga erecta cuando inflaba las cáscaras de los platanitos dominicos como si fuesen vergas… No era lo mismo la verga de mi hermano… Una verguita de niño… Yo ya sabía lo que era una verga de hombre…

      Yo llegué al departamento y todo estaba en silencio. En el camino pensé fascinado en la belleza de Armonía. La jornada se fue muy rápido porque ella no tiene coche ni tendrá por un par de días. Al ir por ella y regresarla a casa la hago depender de mí y además la secuestro durante horas. Es increíble la cantidad de tiempo que hemos pasado juntos. Más de ocho horas cada vez que nos vemos. El amor, empiezo a creerlo, es básicamente un problema de tiempo. Me deslumbra Armonía. Añoro la perfección de sus senos y su vello púbico desplegado como una bandera pirata o un animalito agazapado. Advierto que una mujer es bella en la medida en que encarna las secretas aspiraciones de quien la mira. Imaginaba a una mujer perfecta y maravillosa que además respondiera a mis solicitudes y necesidades. Robert Benayoun en su Erotique du surréalisme, presenta esta necesidad ex nihilo: “Hombres de ciencia, poetas, filósofos han invocado a una Eva futura, dotada de seducciones deslumbradoras y poniendo en ellos de relieve, a la vez, una actitud circunspecta acerca de la inminencia de un posible matriarcado y esa eterna preocupación de volver perfectible su equipamiento sexual, de solicitar aunque fuera de la nada la compañera milagrosamente adecuada a sus dones y necesidades”… Sólo que en mi caso la mujer imaginaria, la mujer soñada, la mujer metafísica, se volvió milagrosamente real…

      Yo le digo a mi profesor que quiero escribir algo sobre nuestro mundo de hoy. Y él que ha malentendido tantos libros, empieza a regañarme aseverando que “ya se ha dicho todo lo que se puede decir”, y luego remarca que “sin hablar ya del Eclesiastés, del hacedor de faustos ni del loco intérprete de Hamlet”, y peor, “no me interrumpa que no lo tolero”. Entonces me senté dispuesto a escucharlo. “¿Va a atesorar más sabiduría que Laotsé o hacer algo más cretino-erótico-superrealista que los Cantos de Maldoror? ¿Va usted a sondear a mayores profundidades y altitudes humanas los abismos y las cimas de los demonios de los hermanos Karamazov? ¿Va a poder ir en pos del tiempo fuera del tiempo-espacio a mayor velocidad que la de Proust, o azotar a la vida prisionera del espacio-tiempo con mayor encarnizamiento que en el Voyage au bout de la nuit? ¿Va usted a saber situar al hombre-descarrilado-en-una-sociedad-tortuosa mejor que el amante de Lady Chaterly lo sitúa en sus justas proporciones de animal viviente y pensante? ¿Sabe usted manejar las palabras más lúcidamente que Lenin, más naturalistamente que Zolá, más figuradamente que la Biblia? ¿Le será posible ser más solemne e infalible que el papa de Roma, más feérico e inmoral que Las mil y una noches, más celestial que la Imitación de Cristo, más astuto y sutil que el José Gorostiza que hizo Muerte sin fin, más trágico-rústico que Juan Rulfo? ¿Y acaso puede usted garabatear algo más sarnoso-incrédulo-pornográfico moderno que el Trópico de Cáncer? ¿O más miserabilista-romántico que Félix B. Caignet?”… Y como no parecía querer callar empecé: Es posible que sea imposible decir algo nuevo, profesor, pero sobre todo lo escrito se va posando el polvo de los tiempos, y por eso cavilo y acabo por creer que es bueno que cada 10 años venga otro y haga cruz-y-raya sobre todas las cosas viejas y vuelva a enunciar el-mundo-de-hoy con otras palabras…

      Yo no estaba en casa cuando habló Ninguno, lo cual me pareció increíble, pues no hubiera sabido qué hacer, qué decirle. Está en México… Al día siguiente, o sea ayer, vi a Alguno. Después de hacer el amor, todavía abrazándolo, le platiqué que Ninguno me había llamado. En ese momento sentí una gran necesidad de contarle cómo había sido mi relación con él. Le conté la forma en que me humillaba —creo que no es otra la palabra— al decirme que yo no estaba nunca bien arreglada, que era fachosa, que no sabía sacarme partido, etcétera. Le conté que cada vez que salía con él me sentía terriblemente fea y absolutamente tonta… Yo era la niña más fea del planeta. Ninguno me hacía el favor de salir conmigo. Conmigo, que no era bonita ni inteligente, ni tenía dinero. ¡Y él salía conmigo! Sí, así de grotesco era todo a su lado. ¿Por qué no reaccioné? ¿Por qué nunca me pregunté que si yo no le gustaba cuál era el motivo para que saliéramos juntos durante más de dos años? ¿Por qué permití que me humillara? Todas estas interrogantes se las formulé a Alguno, y él —con la dulzura más infinita— me explicó que porque yo era muy, muy inexperta, me dejaba convertir en objeto dependiente de los caprichos del “poderoso”… Yo le conté que aun ahora me sorprende haber permitido todo eso… Era masoquista, sin duda… O empezaba a serlo… Pero escapé, escapé porque en el fonde de mí quedaba el profundo asco que merecen las uniones sádico-masoquistas-dependientes.

      Ninguno, ¡cuánto rencor te guardo! Todo entre nosotros dos ha finalizado. Quiero mucho a Alguno. Me apena, me avergüenza terriblemente haber sido celosa el jueves. ¿Con qué derecho imagino a Alguno como un objeto que me pertenece? Tengo que vigilarme a mí misma, tengo que vigilar esas actitudes prestadas. No soy celosa, pues razono. Me parece perfectamente lógico y normal que Alguno vea a Pesadilla, que es su amiga y trabaja con él. Yo no tengo por qué oponerme a esa relación…

      Yo te veo triste.

      Es que estoy triste, muy deprimido. Lo estoy.

      ¿Por qué?

      Estuve pensando ¿qué va a ser de mí si algo te pasa a ti?

      ¿Eso es un deseo?

      No. Una justificación para consentir mi tristeza. Nunca estoy triste cuando estoy contigo.

      Y qué me cuentas de esa vez que salí a la tienda y no pregunté si te podía traer algo.

      Eso no era tristeza. Era irritación.

      Si tú lo dices… ¿Quieres algo de la tienda? Acabamos de usar todas esas cosas francesas para hacer cosquillas.

      Igual al Lubriderm.

      ¿No hay nada personal, sólo para ti, que tú quisieras?

      Nada. Aunque estoy bastante ofendido porque no me pides que te acompañe.

      Bueno, algunas veces me gusta estar solo.

      De ida y vuelta a la tienda no conseguirás mucha soledad.

      Ok, acompáñame, ven, vamos, ándale.

      No, hoy no tengo ganas. Nunca.

      ¿De veras? Yo creo que te gusta hacerte del rogar…

      Yo llamé por teléfono y me presenté como una colega. Con tono de gran urgencia pedí que me atendieran lo más pronto posible. Me citaron para el día siguiente y me presenté lo mejor arreglada que pude, aunque sin poder controlar mi angustia. Demandé la existencia de la doctora para luchar contra mis crisis de deshumanización. Sin signo anunciador alguno le dije, me invade una energía incalificable que me obliga a ponerme a correr en redondo en mi cuarto gritando sin parar y arrancándome mechones de cabello. Estas crisis duran entre un cuarto de hora y una hora, y terminan tan repentinamente como llegan, pero me dejan en un estado de postración acompañado de una sensación de extraña deshumanización. Las crisis comenzaron hace mes y medio. Al comienzo sólo se presentaron al atardecer o en la noche, cada cuatro o cinco días. Pero hacía dos semanas y por


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