La Princesa del Palacio de Hierro. [Gustavo Sainz

La Princesa del Palacio de Hierro - [Gustavo Sainz


Скачать книгу
la lluvia y del apagón, que me habla, y cuando yo contesto, mi mamá estaba en el teléfono de arriba ¿no?, esperando que contestara para colgar ¿no? Entonces, cuando llego digo Gabriel, tú dijiste que nunca ibas a volverme a hablar. Entonces me dice es que necesito hablarte, acabo de tener un problema horrible con fulana, fíjate en lo que hizo fulana. Y me contó un drama espantoso. Entonces fíjate que mi mamá estaba oyendo todo por la extensión, y en eso que llega mi papá y me grita: sube corriendo. Entonces subí ¿no? Mi papá apenas se estaba desabrochando la gabardina y me dijo ahoritita mismo me dices quién es ese Gabriel. ¿Qué Gabriel? Pues el que te habló ahorita porque lo voy a ir a matar. ¿Cómo que lo vas a ir a matar? En este instante, porque tú sabes perfectamente bien que el honor se lava con sangre. Fíjate nada más. Era más bueno que el pan, pero insistía en que tenía sangre siciliana ¿no? Por eso el honor se lavaba con sangre, porque así acostumbraban sus antepasados ¿verdad?

      Bueno, Gabriel me estaba platicando que esta muchacha le había ido a contar a su mamá que él era drogadicto, que siempre estaba drogado, que ella lo mantenía, que ella trabajaba en una casa de citas para poderlo mantener ¿no?, para poder darle el dinero que necesitaba. Total, aparte llegó deshecha de la cara por la golpiza que le había dado. Terrible ¿no? Y entonces imagínate la familia de esa muchacha que era superimportante ¿no? Y la mía. En cuanto oyeron esto imagínate el drama. Entonces él me hablaba para contármelo ¿no? Y para darme un recado para su otra vieja por si le pasaba algo ¿no? Pero aparte me habló para contármelo cuando estaba hasta las manitas… Se drogaba con cocaína y marihuana, porque en aquel tiempo no había lsd. Con cocaína y marihuana. Era un muchacho muy, muy inteligente. Aparte es muy guapo, tiene muy buen cuerpo, y es un muchacho que ganó una vez el campeonato nacional de carreras de automóviles. Ganó muchísimo dinero ¿no? Pero era de los de ¡Viva México! Verdaderamente no le importaba nada. Inclusive decía que prefería vivir cinco días drogado que veinte años de pendejo. O sea que era un drogadicto verdaderamente de corazón. Entonces mi papá, en cuanto supo de él, juró que lo iba a matar. ¡Urólogos despeinados!

      Imagínate, para mi papá había dos clases de mujeres, nada más dos clases, categorías o géneros: las muchachas buenas y las prostitutas ¿no? Una muchacha buena, como yo, por ejemplo, nunca podía tener amigos que no conociera la familia, tenía que salir sólo y exclusivamente con un hombre de quien tenía que mantenerse alejada sin, como decían las sirvientas y uno que otro cuate, caldear. A mis amigos los tenía que conocer en reuniones familiares, y nunca debía ir sola al cine, ni a bares, ni a fiestas. Para eso estaba mi hermano, para acompañarme. Incluso cuando salía con un muchacho me acompañaba mi hermano, tú. Mi padre oía música de Agustín Lara, y antes se iba a bailar con mi mamá al Ciro’s. También imponía la idea de los placeres masculinos y algunas noches se esfumaba porque había box o porque era viernes y tenía parranda con sus ruidosos amigos: Los Chicos Malos… Entonces me dijo que iba a matar a Gabriel. Juró y perjuró que lo iba a matar. Entonces fíjate que yo me sentí muy deprimida, terriblemente defraudada por mi papá y por mi mamá. Porque además nunca quise decir quién era ¿no? Ellos lo habían visto un par de veces, hasta habíamos salido juntos, pero eran muy olvidadizos para los nombres y muy confusos para relacionar nombres y caras. Esos muchachos serían siempre “mis amigos” y nada más. Total, Alexis se fue y nunca dije. Sabían que se llamaba Gabriel Infante pero no tenían idea de dónde encontrarlo ¿verdad? Entonces me sentí tan mal, tan mal, pero tan mal, tú, que me encerré en mi cuarto y empecé a llorar, a llorar a lágrima chapoteante, a llorar con los senos, con el cuello, a chorros por la nariz, por el ombligo. Y nadie me peló y seguí llorando toda la noche.

      Entonces al otro día, en la tarde, yo seguía sin salir de mi cuarto, sin comer y llorando ¿no? Había abierto las compuertas del llanto y no había podido dormir en toda la noche. Entonces, cuando vi que toda mi familia se había ido, decidí tomar una pastilla para dormir… Esto que te voy a contar, por Dios que es como te lo voy a contar ¿eh? No trato de tapar nada, de cambiar nada. Así fue, creémelo… Entonces fui y tomé un fenobarbital, y eran como las tres de la tarde. Entonces tomé dos al mismo tiempo, pensando que así me harían efecto hasta el otro día ¿no? Para dormir y descansar. Entonces fíjate que a las dos horas vino una amiga mía a darme una invitación de su boda. Vino, me la dio, lloramos un rato. Porque era una muchacha con la que había vivido muchísimos años, y estábamos muy separadas por mis nuevas amistades. Cuando yo me hice amiga del guapo guapo y de Tito Caruso y de esas gentes, ella se separó de mí ¿no? Entonces cuando ella se fue pensé que se me había pasado el efecto, decidí que se me había pasado el efecto de los fenobarbitales ¿no? Y entonces me eché otros dos y me volví a quedar dormida.

      Por cierto… Fíjate que esta muchacha ¿sabes quién? Mercedes, la que había sido novia de mi hermano… Bueno, iba un día con sus hijos por la carretera de Acapulco. Venía para México ¿no? Tenía dos gemelitos, preciosos, de cinco años, muy risueños y muy bonitos ¿no?, con dientes de conejo. Y de repente, tú, que aparece un tráiler en sentido contrario, apareció un camionzote en sentido contrario y que se va a estrellar sin remedio ¿no? Los embistió sin misericordia ¿verdad? Su coche era esport, chaparrito, de ésos, quién sabe cómo se llamen. El caso es que quedaron degollados, ella y los dos muchachitos. Para qué te cuento. Yo no quise ir al entierro ni al velorio ni nada. Fíjate que los enterraron en una sola caja y que soldaron la caja. Bueno, la atornillaron, la cerraron y encima de eso la soldaron. ¿Por qué a la gente le gusta mirar a los muertos? ¿Por qué dejan un hueco en la memoria, un agujero en la memoria?

      Entonces, al rato, desperté. Me sentía perfecta, me sentía de lo más feliz. Sentía que todo había pasado, que el problema había pasado, Gabriel Infante había pasado, Alexis Stamatis había pasado, el guapo guapo había pasado. Así que me metí al baño, me bañé, me cambié de piyama, me puse el mejor piyama que tenía. Además pensando, siempre pensando, todo pensándolo. Quería ponerme lo mejor. Pensé que cuando llegaran mis papás todo iba a estar muy bien, porque pensé no hay problema ¿no? ¿Cuál es el problema? Pero fíjate que vi cuatro pastillas afuera del pomo. Eran cuatro. Entonces yo sin reaccionar ¿me entiendes?, sin pensar en nada malo, las cogí y me las tomé. Pero así como que pasas y ves un dulce y te lo echas, sin pensar que te puede hacer daño ¿no? Digo, después me enteré de muchísimas cosas que en ese momento no podía saber ¿no? Me las tomé y me fui tranquilísimamente… Y me volví a quedar dormida.

      En el inter me había estado hablando una de Las Tapatías y le habían dicho que estaba yo dormida. Pero ella sabía que tenía yo un sueño que nada más con que rasguñaran la puerta, despertaba ¿no? Entonces la muchacha iba y le decía fíjese que la señorita está dormidísima, le toco la puerta y no me abre. Entonces ella, por intuición, se imaginó algo ¿no? Entonces fue por un muchacho con el que andaba. Era doctor, era pediatra, creo. Y fíjate que era muy chistoso porque siempre le trataba de lavar el coco a mi amiga. Tú no eres para salir con un solo hombre le decía, no, tú no, tú tienes que salir con varios porque es tu carácter. Entonces él mismo le hacía citas con otros para que ella saliera con dos al mismo tiempo. Hasta con un hermano suyo ¿no? Pero La Tapatía Grande era de lo más cabrona y no sé bien cómo estuvo, pero le hacía cosas reterraras a la gente. Por ejemplo, tú, trataba de que todas sus relaciones llegaran a que le pidieran que se casara. Y cuando eso sucedía, ella mandaba tranquilamente a la chingada a su pretendiente. Era como una apuesta con ella misma ¿no? Bueno, y en esa época ella salía con el doctor y con un amigo del guapo guapo que se llamaba Andrés… Mientras tú te echas uno, él se echaba tres. Bueno, así decía a cada rato.

      Entonces se lanzó por ellos y llegaron a casa. Cuando los descubrí estábamos en la sala y trataban de despertarme. Habían intentado entrar en la recámara por una inmensa ventana que daba al jardín y la alberca, pero finalmente habían forzado la puerta. Entre Andrés y el médico me sacaron cargando y pasaron frente a la recámara de mis papás que estaban mirando no sé qué programa en la televisión y no se habían dado cuenta de nada. Me sacaron cargando y todo. Entonces Alberto, o quién sabe cómo se llamaba, empezó a darme café, empezó a enseñarme a caminar. Me preguntaba mi nombre y todo ¿no? Entonces empezó a tratar, en medio de mi dormida, a tratar de saber cuántas pastillas había tomado. La Tapatía Grande se preocupaba mucho y chillaba como gorrión, ay, gordita, estás muy dormida. Así me trataban, como loca. ¿Cuántas pastillas


Скачать книгу