De la sociedad de las naciones a la globalización: Visiones desde América y Europa. Mercedes Samaniego

De la sociedad de las naciones a la globalización: Visiones desde América y Europa - Mercedes Samaniego


Скачать книгу
febrero de 1946, el embajador estadounidense ante Stalin, G. Kennan, envió un telegrama al Presidente Truman, cuyas ideas, posteriormente, en 1947, ampliará en un célebre artículo de la revista Foreign Affairs, donde afirma con total convicción que no se puede negociar con el líder soviético y que la única conducta posible es la firmeza, lo que se debe traducir en medidas de fuerza62. Conviene recordar que en ese momento histórico USA era la exclusiva potencia nuclear y, por tanto, contaban con un factor decisivo a la hora de enfrentar crisis políticas globales.

      Truman, a mediados de 1946, reimpulsará la alianza anglo norteamericana, en un esfuerzo por contener la evidente expansión soviética que está succionando países de Europa central a su área de influencia.

      Para cerrar los antecedentes que derivan de manera directa de la II Guerra Mundial, señalaremos que, en marzo de 1946, Churchill realiza una visita a Estados Unidos donde pronuncia una conferencia en la Universidad de Fulton que pasará a la historia, pues en ella denuncia que sobre el mapa europeo ha caído, dividiéndolo, una cortina de hierro, que conduce a la pérdida de libertad a los países que quedaron bajo el control del comunismo soviético.

      Un factor que no podemos olvidar, previo a la creación del TIAR y que debemos abordar en detalle, dice relación con los organismos americanos anteriores que representan una especie de precursores a las estructuras y contenidos que se definen en Río63. Evidentemente, es innecesario hacer un recuento exhaustivo desde el siglo XIX de los intentos realizados por las naciones americanas para concretar un organismo que las una y proyecte en la búsqueda de un futuro más venturoso, y solo cabe realizar un análisis de las reuniones y resultados alcanzados a partir del inicio de la Segunda Guerra Mundial.

      Desde 1940, el continente americano no se encuentra involucrado de manera directa en la conflagración que se desarrolla en Europa, pero ante la imprevisible expansión territorial que puede derivar, surge la necesidad de adoptar una posición que proteja la seguridad territorial de un continente que no tiene, con la excepción de Estados Unidos y Canadá, la capacidad militar que les permita enfrentar de manera adecuada cualquier agresión exterior.

      En La Habana se realiza la II Reunión de Consulta de los cancilleres de las repúblicas americanas a fines de julio de 1940, cuando ya la guerra en Europa mostraba signos de la evidente superioridad germana. La preocupación fundamental de la región se relacionaba con el futuro de las posesiones europeas americanas y las eventuales acciones bélicas. La declaración final de dicha reunión estableció, explícitamente, la solidaridad entre todas las repúblicas para hacer frente a cualquier amenaza, o cuando alguna de ellas fuera víctima de la agresión de una potencia extra continental. Complementaba lo acordado una recomendación en el ámbito militar, sugiriendo la realización de una reunión inmediata, a celebrarse en Washington, de una Comisión compuesta por técnicos militares o navales nombrados por cada uno de los gobiernos participantes para “estudiar y sugerir a estos las medidas necesarias para la defensa del continente”.

      Lo vago del acuerdo final no pasó desapercibido, y el año 1941, el gobierno uruguayo propuso al resto de las cancillerías americanas precisar el “cómo” se prestaría la ayuda al Estado agredido o amenazado, planteando la iniciativa jurídica de “no considerar como beligerante a ningún país americano que en defensa de sus derechos se encontrara en guerra con naciones de otros continentes”, decisión aprobada y que fue consagrada oficialmente en la siguiente reunión de cancilleres. En definitiva, los principios de Derecho Internacional de la solidaridad defensiva y la asistencia recíproca en caso de conflicto, que se habían proclamado en conferencias anteriores, pasaron ahora a tener fuerza ejecutiva64.

      En febrero de 1940, el Consejo Directivo de la Unión Panamericana había aprobado la creación de la Junta Interamericana de Defensa, con sede en el distrito de Columbia, la que se constituyó oficialmente en marzo de 1942, teniendo como misión “preparar gradualmente a las repúblicas americanas para la defensa del continente mediante la realización de estudios y la recomendación de las medidas destinadas a tal efecto”.

      Conviene señalar que, en el periodo de guerra, la Junta Interamericana de Defensa (JID) realizó una serie de acciones de vigilancia al contorno continental, logrando la detección y luego la destrucción de un sistema de radiocomunicación alemana activo en la región. Además, Estados Unidos, a través de varias disposiciones jurídicas, estableció un sistema de entrega de armamento a países del área, e incluso intentó, aunque sin éxito, controlar el abastecimiento futuro de repuestos para el arsenal de los países americanos. En todo caso, en el compromiso de realizar la defensa continental, debemos dejar claro que al menos Chile, pero probablemente la mayor parte de las naciones de la región, no estaban en condiciones reales de poder cumplir ni medianamente con el acuerdo, en caso de efectivamente haberse recibido acciones ofensivas de los países del eje, y era Estados Unidos el protagonista exclusivo sobre el cual recaía la verdadera responsabilidad para concretar el objetivo de la JID65.

      Por otra parte, una vez ocurrida la agresión japonesa a las instalaciones estadounidenses en el Pacífico, a fines de 1941, las naciones americanas decidieron, como una forma concreta de ayuda, llevar a la práctica la proposición uruguaya adoptada luego de la reunión de La Habana y declarar como “no beligerante” a cualquier país americano que en defensa de sus derechos entrara en la guerra (en este caso concreto a Estados Unidos), con esto se mantenía al país agredido todos los aprovisionamientos y apoyos que existieran, sin violar con ello el estatus de neutralidad.

      La III Reunión de Consulta de los cancilleres americanos se realizó en el mes de enero de 1942 en Río de Janeiro, la que fue convocada urgentemente, por el sorpresivo ataque de Japón a la escuadra del Pacífico de Estados Unidos fondeada en Pearl Harbor.

      El análisis diplomático se concentró en revisar las relaciones entre los países en guerra y las naciones americanas, dado que Estados Unidos luego de la agresión recibida, había ingresado al conflicto. La resolución XXXVII de la conferencia aplica, como ya lo indicamos, el acuerdo de considerar a Estados Unidos como “no beligerante”, con lo cual se mantenían líneas de abastecimiento y apoyos logísticos, independiente de la condición beligerante que ahora tenía la nación del norte. Sin embargo, el apoyo que representaba el acuerdo no escondió una división en el espíritu unitario panamericano, no todos los países interpretaron de igual manera el principio de solidaridad con el agredido. Diez naciones, llegaron a la conferencia con declaraciones de guerra ya formuladas a raíz de la agresión sufrida por Estados Unidos, entendiendo que los acuerdos alcanzados en La Habana implicaban adoptar esa decisión por una lógica mínima. Sin embargo, se argumentó, por diferentes asesores jurídicos, que no necesariamente el radical camino seguido, principalmente por los países centroamericanos, era el único posible, aparte del legítimo derecho a la defensa que tenía el agredido.

      Al margen de la polémica jurídica que se genera, resulta evidente que la unidad diplomática panamericana que se había construido en las primeras reuniones de consulta de los ministros de relaciones exteriores del continente había sufrido un duro golpe, que podemos considerar era resultado no solo de diferentes orientaciones políticas internas, sino principalmente del evidente riesgo que podía acarrear la adopción de una declaración de guerra contra los países del eje, hasta ese momento triunfantes en el conflicto66. No está de más recordar, en este sentido, que Chile solo rompió relaciones con los países del eje el año 1943, declarando la guerra a Japón en 1945, año en que Argentina declaró la guerra a Alemania.

      Es precisamente en esta etapa del conflicto, a la espera de la rendición alemana y japonesa, cuando las potencias aliadas ponen su atención en el futuro inmediato y de mediano plazo, a fin de lograr una organización que asegure un estado de paz duradera. Para establecer un nuevo orden mundial se llevan a cabo una serie de reuniones que preparan la conferencia de San Francisco, donde se concretará el nacimiento de las Naciones Unidas. Entre estas reuniones es bueno rescatar las realizadas en Dumbarton Oaks, en septiembre y octubre de 1944, con representantes de Estados Unidos y Gran Bretaña, que primero dialogan con enviados de la Unión Soviética y luego con los de China nacionalista, siguiendo a estos encuentros reuniones de Presidentes en El Cairo y finalmente en Yalta. De lo dicho, es importante rescatar el hecho de que en las reuniones de Dumbarton Oaks se inicia la redacción


Скачать книгу