Francisco, pastor y teólogo. Varios autores
espalda a Dios. ¡Es darle la espalda a Dios! Cuando el interés se centra en las cosas que hay que producir en lugar de las personas que hay que amar, estamos ante un síntoma de esclerosis espiritual. Así nace la trágica contradicción de nuestra época: cuanto más aumenta el progreso y las posibilidades, lo cual es bueno, tanto más aumentan las personas que no pueden acceder a ello. [...]. Porque no se puede estar tranquilo en casa mientras Lázaro yace postrado a la puerta; no hay paz en la casa del que está bien cuando falta justicia en la casa de todos 18.
La teología a la que podríamos denominar «desde los márgenes» implica una pastoral de misericordia como nota característica.
b) Iglesia «experta» en misericordia
El papa Francisco pide que la Iglesia, madre de misericordia, sea una Iglesia atrevida y valiente, en salida, abierta, que arriesgue para evangelizar y amar, que sepa «renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino» 19. Una Iglesia que se deje afectar por las heridas del mundo, por las «periferias geográficas y existenciales» 20, a las que es enviada para hacer llegar el amor de Jesucristo, una Iglesia que no sea autorreferencial.
La teología del papa Francisco está impregnada de misericordia. Es significativo que fuera este el tema de su primer rezo del Ángelus como obispo de Roma, y que hablara del libro del cardenal Kasper:
En estos días he podido leer un libro de un cardenal –el cardenal Kasper, un gran teólogo, un buen teólogo– sobre la misericordia. Y ese libro me ha hecho mucho bien. Pero no creáis que hago publicidad a los libros de mis cardenales. No es eso. Pero me ha hecho mucho bien, mucho bien. El cardenal Kasper decía que, al escuchar «misericordia», esta palabra cambia todo. Es lo mejor que podemos escuchar: cambia el mundo. Un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo. Necesitamos comprender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso que tiene tanta paciencia... Recordemos al profeta Isaías cuando afirma que, aunque nuestros pecados fueran rojo escarlata, el amor de Dios los volverá blancos como la nieve. Es hermoso esto de la misericordia 21.
Francisco pide constantemente que la Iglesia sea experta en misericordia, que deje las autorreferencias personales y grupales y que mire, acoja y proclame la Buena Nueva del amor misericordioso de Dios manifestado en Jesucristo. «Que recuerde que es el Espíritu Santo quien lo hace todo» 22. Que en la Iglesia no hay rincones impermeables a la misericordia de Dios. Solo las entrañas misericordiosas de Dios nos libran de este «yo» autorreferenciado y nos llevan a ser portadores de amor en nuestro mundo, un mundo en el que tanto faltan la compasión y el amor verdadero.
Francisco pide que entremos en el dinamismo del amor de Dios Trinidad y nos libremos del «yo», que nos pongamos en disposición de dejarnos amar y de amar. Quien tiene un corazón tocado por el amor tiene un corazón misericordioso. Un corazón que sale para socorrer las miserias y las heridas del otro (samaritano), un corazón que se «mueve», mejor dicho, que se «conmueve», un corazón compasivo, un corazón que sufre con el dolor ajeno, un corazón que no es indiferente ante la miseria y el dolor de la humanidad. Así debe ser «el corazón de la Iglesia».
– Paciencia de Dios y perdón. En su primer Ángelus como pontífice, haciendo referencia al evangelio de la mujer sorprendida en adulterio, el papa habla con fuerza de la misericordia, de la paciencia de Dios, del perdón:
Conmueve la actitud de Jesús: no oímos palabras de desprecio, no escuchamos palabras de condena, sino solamente palabras de amor, de misericordia, que invitan a la conversión: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más» (v. 11). Y, hermanos y hermanas, el rostro de Dios es el de un Padre misericordioso que siempre tiene paciencia. ¿Habéis pensado en la paciencia de Dios, la paciencia que tiene con cada uno de nosotros? Esa es su misericordia. Siempre tiene paciencia, paciencia con nosotros; nos comprende, nos espera, no se cansa de perdonarnos si sabemos volver a él con el corazón contrito. «Grande es la misericordia del Señor», dice el salmo. [...] No olvidemos esta palabra: Dios nunca se cansa de perdonar. Nunca. [...] Él jamás se cansa de perdonar, pero nosotros, a veces, nos cansamos de pedir perdón. No nos cansemos nunca [...]. Él es Padre amoroso que siempre perdona, que tiene ese corazón misericordioso con todos nosotros. Y aprendamos también nosotros a ser misericordiosos con todos. Invoquemos la intercesión de la Virgen, que tuvo en sus brazos la Misericordia de Dios hecha hombre 23.
Francisco no se cansa de recordar que, «ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón. La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado, y nadie podrá poner un límite al amor de Dios, que perdona» 24.
Y la carta apostólica de cierre del Año jubilar extraordinario de la misericordia, Misericordia et misera, recuerda que
la celebración de la misericordia tiene lugar de modo especial en el sacramento de la reconciliación. [...] En el sacramento del perdón, Dios muestra la vía de la conversión hacia él, y nos invita a experimentar de nuevo su cercanía. Es un perdón que se obtiene, ante todo, empezando por vivir la caridad 25.
– Iglesia casa paterna, no aduana. El papa Francisco nos advierte y afirma: «A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas» 26.
– Misericordia, fe, oración y Decálogo («Lumen fidei»). En su primera encíclica, Lumen fidei, el papa Francisco cita la misericordia en el marco de la fe, la oración y el Decálogo:
El Decálogo no es un conjunto de preceptos negativos, sino indicaciones concretas para salir del desierto del «yo» autorreferencial, cerrado en sí mismo, y entrar en diálogo con Dios, dejándose abrazar por su misericordia para ser portador de su misericordia. Así, la fe confiesa el amor de Dios, origen y fundamento de todo, se deja llevar por este amor para caminar hacia la plenitud de la comunión con Dios 27.
– Jubileo extraordinario de la misericordia. El 13 de marzo de 2015, en el contexto de una jornada penitencial, el papa anunció la convocatoria de un Jubileo extraordinario de la misericordia:
Queridos hermanos y hermanas, he pensado con frecuencia de qué forma la Iglesia puede hacer más evidente su misión de ser testigo de la misericordia. Es un camino que se inicia con una conversión espiritual; y tenemos que recorrer este camino. Por eso he decidido convocar un Jubileo extraordinario que tenga en el centro la misericordia de Dios. Será un Año santo de la misericordia. Lo queremos vivir a la luz de la Palabra del Señor: «Sed misericordiosos como el Padre» (cf. Lc 6,36). Esto especialmente para los confesores: ¡mucha misericordia! 28
Este año jubilar es una buena muestra de cómo la misericordia es eje central del pontificado de Francisco. Con la bula Misericordiae vultus convoca el Jubileo extraordinario:
En la fiesta de la Inmaculada Concepción tendré la alegría de abrir la Puerta Santa. En esta ocasión será una Puerta de la Misericordia, a través de la cual cualquiera que entre podrá experimentar el amor de Dios, que consuela, que perdona y ofrece esperanza. [...] Abriré la Puerta Santa en el quincuagésimo aniversario de la conclusión del Concilio ecuménico Vaticano II. La Iglesia siente la necesidad de mantener vivo este evento. [...] Vuelven a la mente las palabras cargadas de significado que san Juan XXIII pronunció en la apertura del Concilio para indicar el camino a seguir: «En nuestro tiempo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia y no empuñar las armas de la severidad» [...] «Misericordiosos como el Padre» es el lema del Año santo. En la misericordia tenemos la prueba de cómo Dios ama. [...] En este Año santo podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. [...] Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y