Un viaje en el tiempo. Bradley Booth
que se le acusó; pero una cosa es segura: cuando entras en el mundo de la política, la gente te acusa enfáticamente si cree que eres culpable, haya evidencias o no. Para tener éxito, tienes que acostumbrarte a ello. Pero, lo más importante es que sigas el consejo de Santiago cuando dice: “Comete pecado todo el que sabe hacer el bien y no lo hace”.
Daniel fue un excelente ejemplo de un político que siempre hizo lo correcto. Tuvo padres piadosos que le enseñaron a ser fiel a Dios, recibió una educación de primera categoría y mucha experiencia práctica trabajando en la cúpula de una superpotencia mundial. Sin embargo, como vemos una y otra vez en las páginas del libro que escribió y lleva su nombre, el verdadero secreto de su éxito fue que Dios era lo más relevante en su vida diaria. Se aferró a las promesas de Dios y aceptó sus decisiones; y se mantuvo firme, incluso cuando se enfrentó a esos leones hambrientos. Hizo lo correcto. Siempre.
25 de febrero
Locura temporal
“Controla tu carácter, porque el enojo es el distintivode los necios” (Eclesiastés 7:9, NTV).
¿Has oído hablar de acusados en los tribunales que cuya defensa alegra desequilibrio mental? Se hace con bastante frecuencia. Daniel Sickles, un congresista de Nueva York, fue el primer acusado en la historia de los Estados Unidos que recurrió la locura como defensa en un caso criminal. Fue el 25 de febrero de 1859. En un ataque de celos por un asunto relacionado con su esposa, Daniel disparó y mató a un hombre llamado Philip Key. (Curiosamente, el hombre al que disparó era el hijo de Francis Scott Key, el autor del himno nacional de los Estados Unidos.) Basándose en las circunstancias, el abogado defensor del caso decidió utilizar la declaración de “demencia temporal” o “no culpable por razón de locura”. Sorprendentemente, Daniel Sickles fue absuelto, allanando el camino para absoluciones similares en el futuro.
Cientos de acusados han recurrido a la declaración de demencia desde entonces, pero se utilizó con mayor eficacia durante las décadas de 1940 y 1950. Alrededor del 1 % de todos los casos juzgados utilizan la defensa por demencia y, en el 90 % de los casos exitosos, el que alegaba demencia era considerado un enfermo mental. Muchos estados, como Idaho y Utah, prohíben ahora esta defensa.
La duda es: ¿Puede un hombre volverse temporalmente loco cuando experimenta un grave trauma o tragedia en su vida? ¿Puede una mujer realmente perder todo control de sí misma como sugiere la alegación de locura? Muchos psicólogos asienten con la cabeza, pero ¿cómo sabemos quién está loco de verdad y quién no, aunque sea temporalmente? Esa es la pregunta del millón, ¿no? Una cosa es segura: si no aprendemos a contenernos ni pedimos ayuda para lograrlo, y dejamos que nuestras emociones nos lleven a perder el control, ponemos en riesgo cosas importantes en nuestra vida. No solo nos arriesgamos a quedar encerrados durante mucho tiempo, sino también ponemos en juego nuestra carrera, nuestra familia, nuestro futuro.
La vida puede arrojarnos todo tipo de basura. La gente puede maltratarnos y acusarnos de cosas que no hemos hecho. Pueden robarnos o incluso causarnos daños físicos. Lo importante no es lo que nos sucede, sino cómo lo manejamos. Piensa en Jesús, que fue golpeado, escupido y clavado en una cruz en retribución por pasar su vida animando, sanando y dando vida. Si dedicamos tiempo a estudiar de forma coherente y sincera cómo manejó Dios las injusticias que le ocurrieron, obtendremos la visión y la capacidad de responder, con éxito, de forma similar. Y una súplica de ayuda a Dios es mejor que una declaración de locura temporal.
26 de febrero
El bombardeo del Trade Center
“Todo el que odia a su hermano es un asesino, y ustedes saben queen ningún asesino permanece la vida eterna” (1 Juan 3:15, NVI).
A las 12:18 p.m. del 26 de febrero de 1993, una bomba explotó en el World Trade Center de Nueva York; dejó un cráter de 60 metros de ancho, mató a seis personas e hirió a varios cientos. Cincuenta mil personas fueron evacuadas de forma segura en una operación de rescate que costó millones de dólares por la interrupción de los sistemas de comercio y transporte de la ciudad. Fue un momento de miedo desesperado para todos los atrapados en las torres. Algunos tuvieron que bajar hasta 110 pisos para escapar del edificio. Muchos aprendieron lecciones que les salvarían la vida ocho años después, cuando las torres volvieron a ser atacadas, y muchas más personas murieron. El FBI encabezó una persecución sin cuartel que, finalmente, condujo a la captura de Omar Abdel Rahman en julio de ese mismo año. El líder islámico radical de Oriente Medio fue detenido en la puerta de una mezquita en Brooklyn, Nueva York.
Este crimen desesperadamente odioso no fue el producto de la emoción de un momento. Durante los dos meses anteriores al atentado, los terroristas, motivados por un odio que les destrozaba el corazón, trabajaron con perseverancia para reunir los materiales necesario y prepararlos a fin de conseguir el máximo efecto posible. Vivían en Nueva Jersey, y alquilaron un espacio de almacenamiento donde podían trabajar en la bomba antes de cargarla en una furgoneta de alquiler que denunciaron como robada. Condujeron la bomba de 680 kilos de explosivos hasta el estacionamiento en el sótano de una de las Torres Gemelas, activaron el temporizador y huyeron. Cuando detonó, la explosión sacudió el World Trade Center, trayendo el oscuro amanecer de una nueva era en el terrorismo.
Juan nos recuerda que aquellos que se deleitan en odiar y permiten que esa oscura emoción les infecte el corazón, no tienen ninguna posibilidad de vida eterna. El odio siempre lleva al camino de la muerte eterna. Algunos que han permitido que la flor negra del odio floreciera hasta la destrucción han sentido que estaban obligados a seguir ese camino, pero no es cierto. Es posible detenerse. Como seres humanos, tenemos total libertad para elegir entre el odio y el amor, entre la muerte y la vida. Sin embargo, aunque pensemos que nunca detonaríamos una bomba que acabará con algunas vidas, si elegimos comprar los materiales y pasar nuestros días ensamblando los componentes, estamos albergando odio en el corazón aunque nos detengamos allí. Y es el odio lo que nos alejará de la vida eterna. ¿Por qué no le pides a Dios ahora mismo que te llene tanto de su amor que no haya lugar para el odio?
27 de febrero
Sustituto del azúcar
“La ley del Señor es perfecta: infunde nuevo aliento. [...] Son más deseables que el oro, más que mucho oro refinado; son más dulcesque la miel, la miel que destila del panal” (Salmo 19:7, 10, NVI).
Hoy en día tenemos todo tipo de endulzantes sustitutivos del azúcar, como la sacarina, la sucralosa y el aspartamo. La sacarina fue anterior a todos ellos al menos por cien años. En este día de 1879, se inventó la sacarina. Es un hecho muy sorprendente. Cuando pensamos en los sustitutos del azúcar, no se nos suele ocurrir que se descubrieron hace 140 años. Al fin y al cabo, en el siglo XIX, el azúcar recién estaba empezando a ganar terreno como endulzantes en las empresas de alimentos y en las mesas.
La sacarina fue descubierta por Constantine Fahlberg en la Universidad John Hopkins de Baltimore, Maryland, Estados Unidos. Se refirió a ella como tolueno-sulfoclorido. (¡Repítelo, repítelo, rápido, rápido, rápido, cinco veces seguidas!) La sacarina es una sustancia química edulcorante que tiene algunas propiedades muy interesantes. Es 550 veces más dulce que el azúcar de mesa, no tiene calorías y el cuerpo humano no puede absorberla. No tiende a favorecer las caries dentales, tiene una vida útil bastante larga y deja un sabor ligeramente amargo. En la década de 1970, los estudios de laboratorio sugirieron que la sacarina podía provocar cáncer de estómago en las ratas. Sin embargo, estos hallazgos se revirtieron posteriormente cuando se descubrió que las ratas habían ingerido cantidades exorbitantes de sacarina. A pesar de su atractiva cualidad de tener cero calorías, incluso la sacarina puede causar problemas de salud si se consume en exceso.
Nuestros cuerpos son el templo de Dios y necesitamos mantenerlos sanos para él. David dijo que las leyes de Dios