Reportajes. Gonzalo Arango

Reportajes - Gonzalo Arango


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se veía desde el teatro griego, que Colombia y América deberían sentirse orgullosas del pueblo caleño.

      Por su parte, Sonia Sanoja contempló desde los reflectores el impresionante y silencioso espectáculo humano de Los Cristales, y lloró de emoción. Me dijo: “Si algún día hago mis danzas frente a un público de estos, me sentiré inmortal”.

      PANORAMA DESDE EL PUENTE

      El TEC se presentó en el Municipal con esta obra de Miller. La dirigió Pedro I. Martínez, con escenografía de Manolo Lago, actuación del destacado elenco del Teatro de Cali. Dejó en el público, en los mismos actores, y en la crítica, una sensación de fracaso, de improvisación, que dejó mal parado el prestigio tradicional del TEC, y puso de relieve la crisis que padece, y que exige una solución inminente cuya otra alternativa es su liquidación. Es por lo menos una irresponsabilidad imperdonable que un conjunto profesional se presente a estreno de una obra sin ensayo general. Es falla de ética, de respeto al público y de consideración hacia los actores.

      POESÍA CRISTONADAÍSTA

      Un excelente recital fue protagonizado en la Biblioteca Departamental por el cura-poeta Luis Enrique Sendoya (La soledad guerrera), alternando los honores líricos con el boxeador y extrapecista Mario Rivera. El intelectual Álvaro Bejarano los coronó en su presentación con rosas místicas y luciferinas. Pero no se sabía si las místicas eran para la cabezota de Mario, y las satánicas para la inmaculada del padre Sendoya, pues ambos son poetas humanistas, de este mundo. Ambos son profanos al rechazar los dogmas de la retórica por un ateísmo estético que busca su salvación en la libertad. El padre Sendoya hizo satanismo en un hermoso poema libre dedicado a Mario Rivera. Este, a su turno, hizo misticismo en un maravilloso poema dedicado “a un amigo que se llama Dios”. El éxito de este recital místiconadaísta demostró que en cuestiones líricas el diablo es Dios, y Dios es la Poesía.

      UN TAL REYNALDO D’AMORE

      Nadie sabía quién era, ni siquiera los detectives de extranjería. En el catálogo del Festival lo acreditaban como “director del club de teatro de Lima”. De todos modos, fuimos a ver qué decía. No dijo nada. Sí, dijo un sartal de tonterías sin importancia para nadie, ni para nada. Fue otro error haber invitado a este personaje anónimo. El tipo le dio una cita en el Hotel Aristi a nuestro gran director Santiago García, dizque para hablar de teatro. Le dijo una pila de simplezas, y luego, con un suspiro, le confesó antes de dormirse: “Che, Santiago, el teatro es mi drama”. Se durmió como un justo. Afortunadamente, al otro día tomó sus maletas y regresó a su sede, sin pena ni gloria. Feliz viaje, D’Amore, y que no vuelva. ¡Chau!

      INOCENTE PALACIOS Y PICASSO

      También en La Tertulia, el intelectual y crítico venezolano disertó sobre “Tres momentos en la pintura de Picasso”. Resultó improvisada y superficial. Sin duda Palacios es un profundo conocedor de Picasso, pero la profundidad se esfumó en la “espontaneidad”. Para ser objetivo, el crítico debió complementar su exposición con proyecciones de los cuadros que iban definiendo la evolución del pintor. Sin esas ilustraciones el público se iba quedando al margen, naufragando en un mar de abstracciones. Fuera de su conferencia tuve el placer de compartir la amistad y la inteligencia y la pasión de este hombre por la cultura de su país.

      Habría sido admirable si en vez de Picasso el inmortal, el tema de su conferencia hubiera sido la pintura y la literatura de Venezuela, que nos es tan afín y tan ajena.

      ¡Feliz viaje, Inocente, y que vuelvas!

      EL PREMIO NADAL

      Manuel Mejía Vallejo, el consagrado escritor antioqueño, habló sobre “La novela y el novelista”. No estuvo a la altura de lo que se esperaba de él. En esta decepción tiene la culpa el propio Mejía Vallejo, que se lanzó en una aventurada improvisación sobre temas tan complejos, aunque en su vida íntima le sean tan cotidianos. Su público era inteligente, exigente, insobornable, y fue a escucharlo con una admiración limitante en el mito de su premio internacional. Ni Mejía se portó como un mito, ni el público se lo perdonó. De todos modos, el novelista antioqueño fue una atracción intelectual y social del Festival, y en privado demostró lo que es y lo que vale, más allá del mito, como uno de los más grandes hombres colombianos de nuestra literatura.

      JAIME MEJÍA DUQUE

      Este invitado póstumo del Festival hizo en La Tertulia la más lúcida y consciente exposición sobre “La evolución del lenguaje en la poesía colombiana”. Mejía Duque hizo el análisis estético y social de los más importantes movimientos poéticos y de los poetas más representativos de nuestra literatura, desde el romanticismo del siglo XIX hasta el nadaísmo de 1965, terminando con el último de nuestros grandes poetas, Eduardo Escobar, de veinte años.

      Fue una penetrante visión dialéctica de nuestra poesía, con derroche de síntesis, relación entre la obra de arte y los fenómenos sociales que la condicionan. Lo mejor de todo fue su análisis crítico del movimiento nadaísta. Creo que es lo único sensato que se ha dicho sobre lo que somos, y por qué somos.

      PRIMER SALÓN PANAMERICANO DE PINTURA

      Participaron sesenta y dos pintores americanos, con ciento veinticuatro cuadros; era todo un museo de arte contemporáneo, con todas las tendencias y estilos, y de diversa calidad. La visión panorámica era irremisiblemente mediocre. Extraordinariamente pobre la muestra del Brasil. En comparación con las de otros países, lo colombiano era lo mejor, pero en particular tampoco estuvieron a la altura de ellos mismos. Como no tengo ojo crítico, sino ojo de corazón, creo que Colombia ya tiene diez pintores de talla americana para exponer en cualquier certamen internacional. Los dibujos de Pedro Alcántara, en concepto de Inocente Palacios, podrán salir a conquistar los museos de todo el mundo dentro de algunos años.

      El Salón Panamericano fue visitado diariamente, mínimo por cinco mil personas, lo que equivale a que durante el Festival desfilaron sesenta mil espectadores por la sede del Panamericano. A toda hora, de día y de noche, aquello no parecía una exposición de arte, sino una galería de plaza de mercado.

      ALEJANDRO OBREGÓN EN LA TERTULIA

      El maestro Obregón hizo la única exposición individual del Festival con el título de “Mangles y jardines barrocos”. La crítica sentimental fue elogiosa hasta lo desmesurado. La crítica objetiva, representada por la implacable y justiciera Marta Traba, lo condenó.

      “Creo que Obregón pasa en estos momentos por una de sus crisis pictóricas, pintando formas acartonadas, muertas. Han desaparecido de su pintura la poesía y el misterio. Después de diez años de ser promotora de Obregón en todo el mundo me ha llegado la hora de darle por la cabeza” (declaración de Marta a Alegre Levy).

      A pesar de Marta, los compradores no se inmutaron. El maestro Obregón dejó en los muros de la burguesía caleña diez “flores” de sus jardines barrocos, a quince mil pesos cada uno, con lo cual pudo financiar su juerga de ocho días y ocho noches, la más alucinada del Festival.

      EL SALÓN DE ESCULTURA

      Nada había para ver, y lo poco que había era de una falsificación y mediocridad lamentables. La montonera de tarros en chatarra; otros bloques de cemento rígido con pretensiones vanguardistas, todo eso acusando una pobreza de creación en contenido y en formas. Igual que en la pintura, en la escultura se impone un retorno a lo figurativo para superar su crisis actual. Sobrado de razón estuvo el jurado al declarar desierto el primer premio.

      SALÓN DE CERÁMICA

      Acusó notable calidad. La cerámica es una de las artes en ascenso. Sin duda va a desplazar la importancia de la escultura y tomar su lugar. Los ceramistas demostraron que tienen


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