Fidelidad, guerra y castigo. Sergio Villamarín Gómez

Fidelidad, guerra y castigo - Sergio Villamarín Gómez


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aquellos sectores sociales con representación institucional, lo que permitió intervenir sin levantar suspicacias entre los afectados. Cierto que la aparente neutralidad o falta de compromiso explícito –al menos con la causa austracista– de los oficiales de la Generalitat, y por extensión de los grupos sociales que les sustentaban, bien podía hacernos suponer que tampoco se hubieran manifestado contra estas medidas. Pero no es menos cierto que la junta de gobierno austracista no hizo del ejercicio del poder de facto su principal argumento, por más que la nueva administración hubiese sido fruto de su voluntad. Con ella la nueva dinastía no sólo cerraba cualquier vinculación entre la actual institución y la que –surgida en la etapa borbónica– recibió a Basset, sino también con sus insaculados. Paradojicamente, los nuevos cargos fueron los últimos en resultar nombrados conforme a las disposiciones forales.85

      La renovada Generalitat siguió manteniendo la causa austracista aún a costa de sus deprimidas cuentas. Fechada en 23 de febrero, recibieron la orden de pagar las pensiones atrasadas sobre derechos de la Generalitat de aquellos que tenían sus bienes secuestrados por haber abandonado el reino e integrarlas así en la hacienda del rey.86 Pero no todo fueron exigencias, pues también aprovecharon para estrechar lazos con la nueva dinastía merced a una visita que realizaron a Carlos III para solicitar el título de excelencia, merced ya concedida a los estamentos. La reclamación de los diputados se articuló en un informe presentado por el doctor Juan Bautista Losá,87 atribuyéndose junto con los electos, la representatividad del reino. Acompañando este argumento detallaban su papel en la guerra, los esfuerzos para armar los hombres encargados de la defensa de la ciudad, las obras realizadas en las murallas, las subvenciones a los distintos regimientos… Carlos III tomó en consideración sus argumentos y la concedió, lo que originó el 2 de marzo de 1706, una nueva visita de los diputados en agradecimiento. Y no sería la última, pues la Diputación asistió también al besamanos real celebrado el 6 de marzo, un día antes de la marcha del rey a Barcelona.88

      3.2 Conflictos estamentales: la Junta de Defensa de la Costa

      Durante esta última etapa de dominio austracista, ante la falta de hechos de armas por la preparación de la decisiva campaña de 1707, la Generalitat mantuvo el contacto con las decisiones militares merced a su relación con los electos de la costa estamentales. Así ante su delicada situación económica, el 23 de septiembre de 1706 realizaron un pago a la junta merced al dinero del que disponían en una cuenta que recibía los abonos de un antiguo moroso. Los ingresos por doble tarifa, derechos de los que dependía la junta, apenas ascendían a 1.700 libras, por lo que recurrieron a 1.600 de dicha cuenta para alcanzar las 3.300 reclamadas.89 Con todo, mal que bien siguieron cumpliendo sus obligaciones y el siguiente pago lo realizaron el 26 de enero de 1707, 600 libras, procedentes de la doble tarifa. Pero este cumplimento no oculta la precariedad de ambas instituciones, que hubiera culminado con su insolvencia de no mediar la finalización del conflicto bélico.

      El 14 de abril,90 los diputados se enfrentaron a un escrito fechado el 18 de marzo en el que los estamentos expusieron sus penalidades sin ambages. Los soldados se habían dirigido a ellos solicitando dos pagas enteras –dos tercias de salario que aún se les adeudaban– añadiendo que por las circunstancias que atravesaba el reino, su trabajo había aumentado considerablemente. Las labores de vigilancia requerían cada vez mayor dedicación temporal, obtenida a costa de su trabajo. Este esfuerzo les dejaba en una terrible situación pues al carecer de retribución no obtenían sustento. Sus quejas, ya de por sí graves, mencionaban incluso la falta de vestuario que padecían. Con ellas acudieron los electos a los diputados, administradores de las rentas de la costa, recordando incluso la existencia de deudas por parte de los arrendadores de los derechos nuevos que les abastecían.91 Protestaron también por todos los menoscabos y perjuicios ocasionados por los retrasos en el pago, remarcando su falta de responsabilidad en las dilaciones producidas.

      La respuesta de los diputados fue una inequívoca muestra de impotencia e incapacidad, superados absolutamente por las circunstancias. Así, afirmaron que

      …és ben públich y notori el estat del present regne, occasionat dels grans aloixaments de tropes, y epidèmia de enfermetats lo que embaraza el curs de totes les dependències…

      Estas contrariedades, que resumían las dificultades del reino, muestran cómo el propio conflicto había impedido dar con soluciones. Los oficiales no podían reclamar los pagos de los respectivos derechos, pues la presencia de tropas lo desaconsejaba. Sin haber encontrado fondos con los que atender sus obligaciones, se aprestaron a hacerlo por los medios más suaves posibles a fin de no perturbar el sosiego del reino. Señalaban en su descargo el hecho de llevar sólo tres meses como diputados, y que no había más efectos en los derechos nuevos que los arrendamientos del real de la sal y nieve y naipes, de los que las ciudades y villas eran deudoras en cantidades mucho más elevadas de lo adeudado por ellos a la junta de la costa. Además, constataban la ocupación enemiga en algunas poblaciones, y el deplorable estado del resto tras haber cumplido el servicio del rey. A los problemas en la recaudación añadían las irregularidades contenidas en los libros, su ausencia, la sustracción por el enemigo de lo ya cobrado y cómo la única salida para ingresar era la improbable carga de censales

      …de moltes taules han faltat los llibres, de altres se troben en blanch, y de altres que els mateixos enemichs se han emportat los effectes, y són estos los únichs que huy extén per a poder-se valer per a subvenció de les graus obligacions en què estroba la excel·lentíssima casa, pensions de censals sobre estos mateixos drets que segons furs y capítols de dits arrendaments se han y dehuen pagar del preu de aquells, com ab tot effecte en eixecusió de decret real de Sa Magestat.

      Argumentaban también el peso que sobre tan menguadas rentas suponían las cantidades a pagar a los secuestradores de bienes para engrosar el real servicio. Tras estos motivos en su descargo, culparon de la precariedad a los esfuerzos realizados en la defensa de la ciudad de Valencia: el regimiento de Nebot, los artilleros de la casa de las armas, los mil hombres que vinieron de la Marina cuando estuvo cercada por el enemigo, los suministros y reparaciones de armas y municiones y, por último, los gastos de los casos inopinados. Finalizaban su alegato recordando a los electos que el pago de la tercia de diciembre requería únicamente de 600 libras para completarse y que concluía en abril. La situación, por tanto, no era tan grave si recordaban que otras veces se habían llegado a adeudar hasta tres tercias de salario. Si a pesar de todo lo expuesto, los electos consideraban primordial el destino de fondos para la costa frente a los demás gastos del reino, exigían una orden real, que acatarían gustosos. Sin duda una realidad marcada por las penurias económicas, la marcha del rey o la incertidumbre de una campaña militar a las puertas del reino iba poco a poco crispando los ánimos…

      Esta resolución de abril fue la última de cierta relevancia adoptada. La proximidad de la trascendental campaña de primavera dejó en espera todo lo que no fuesen asuntos ordinarios. Los diputados parecían resignados a la espera de acontecimientos para actuar, pues en sus reuniones apenas abordaron la celebración de los festejos de Pascua de Resurrección y san Vicente Ferrer. Y así fue. Seguros ya de la victoria borbónica en el campo de batalla, el 4 de mayo acordaron pagar salarios y posibles deudas a diputados, síndico, asesor, escribano y subsíndicos, considerando que la situación del reino impedía realizar nuevas reuniones.

      …per quant per la ocurrència del temps y guerra actual que pateix la present ciutat y Regne serà molt factible el no poderse juntar ses señories, y no havent com no ya diner prompte en drets vells, y necesitan de effectes promptes per a acudir a lo que es pot offerir.92

      Es sencillo vislumbrar la incertidumbre, la preocupación sentida por la posición en que les dejaba la derrota de Carlos III, posiblemente el fin de su acción como diputados. Intuían ajustes y represalias y trataron de asegurarse una remuneración por el trabajo realizado, quién sabe si con la intención de abandonar el reino. Fruto de estos temores es el traslado, una vez más, de la plata a la sacristía de la catedral. La llegada de las tropas a la ciudad de Valencia no se produjo hasta el 8 de mayo, en que se restituyó definitivamente a dominio borbónico.93 Inmediatamente, los temores de los diputados fueron tomando cuerpo aunque con un alcance y una profundidad que difícilmente habrían imaginado.


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