Fidelidad, guerra y castigo. Sergio Villamarín Gómez

Fidelidad, guerra y castigo - Sergio Villamarín Gómez


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de nuevos ministros realizados por Cardona a partir del 19 de febrero, debían asimismo recibir la totalidad de sus emolumentos a pesar de que, por su carácter interino, les correspondía la mitad. Las especiales circunstancias que habían soportado, les hacían acreedores de esta gracia.59 Los diputados, tras mostrar sus dudas sobre la legalidad de la medida, consultaron al asesor y ante su conformidad los abonaron íntegramente.60 Paradójicamente o no, ambos bandos mantuvieron idénticas políticas, pues las órdenes que recibieron los diputados valencianos, y las dirigidas a los miembros de la junta patrimonial alicantina resultaron casi coincidentes.

      La llegada del virrey supuso el inicio de un proceso de reestructuración política en muchas de las instituciones forales que sufrieron el abandono de sus responsables en diciembre de 1706.61 La Generalitat no se vio afectada al haberse mantenido su funcionamiento sin más cambios que los auspiciados por Basset. Bajo la nueva estabilidad institucional mantuvo la prudencia y la firmeza en el ejercicio de sus funciones, contando con el respeto de las nuevas autoridades. Algunos hechos, simbólicos si queremos, ilustran perfectamente el progresivo encaje de la institución en los nuevos tiempos. De un lado, encabezaban, como es lógico, las demostraciones de júbilo por las diferentes efemérides, acompañando al municipio y tras solicitud expresa al virrey. Mientras lo hacían mantuvieron escondida –decisión adoptada antes de la llegada de las tropas de Basset– la plata de la institución en la sacristía de la catedral hasta el 2 de julio de 1706.62 La ordenación política y la actitud de Cardona facilitaron la inserción.

      Con la capital y, por fin, casi todo el reino en calma y bajo dominio austracista recibió la Generalitat la noticia de la inminente presencia del rey en Valencia el 28 de septiembre. Pese a que su visita fue resultado directo de la complicada situación del archiduque, perseguido por las tropas borbónicas tras una estancia desdichada en Madrid, la presencia física del rey en Valencia constituyó un acontecimiento de primer orden. Los diputados, contando con la voluntad real de entrar en la capital el día 30, se apresuraron a adoptar las resoluciones necesarias para garantizarle una digna bienvenida. Sin embargo, su situación económica no era todo lo boyante que sería deseable para acometer una celebración fastuosa. En la solicitud expuesta al virrey sobre el gasto a realizar, los diputados daban buena cuenta de sus problemas de tesorería, contemplando que se gastase lo necesario pero procurando que fuese lo menos posible. Además, únicamente podían contar con 1.500 libras procedentes de los derechos nuevos, el resto estaba agotado

      …es gaste tot lo que convinga ab la descència que es pertany, procurant emperò, ab aquella que es gaste lo menys se puga per excusar gasto al general. Y per quant, per la ocurrència present de les guerres y calamitats del temps, no y·a effectes alguns de drets vells de dit general, que segons dits eixemplars se acostumen y dehuen pagar dits gastos, y estos ser presisos, necesaris e inescusables, y que esten effectes en drets nous de dit general, dels quals es poden lliurar y pagar dites mil y cinc-centes liures…

      Cantidad que consideran imprescindible para llevar a cabo el recibimiento decorosamente y que, en consecuencia, será utilizada enteramente.

      La entrada oficial de Carlos III en Valencia se produjo finalmente el domingo 10 de octubre, motivando las habituales luminarias los días 10, 11 y 12. Los diputados, arrastrados por el ambiente festivo y la necesidad de sumarse a las celebraciones para no quedar señalados, las asumieron como gasto extraordinario contando con que si se realizaba con moderación, no tendrían problemas en ser aprobadas por el propio Carlos III.63 Pasadas la euforia y las conmemoraciones, la presencia del rey en Valencia supuso un reforzamiento de lo actuado por Cardona hasta su llegada. La estabilidad alcanzada con su respetuosa actitud hacia los grupos sociales que manejaban los resortes institucionales, fue un logro demasiado valioso para las nuevas autoridades, que olvidaron, si es que alguna vez pretendieron otra cosa, las exenciones que les granjearon el favor popular y permitieron su acceso al poder.64

      3.1 Cargas militares y depuración de desafectos

      La presencia de Carlos III convirtió a Valencia en el centro de operaciones austracista en la península. Hasta aquí se desplazó el consejo de guerra del archiduque, que celebró su primera reunión el 30 de octubre de 1706.65 Lejos de la toma de decisiones de un conflicto europeo, la Generalitat continuó como responsable de la casa de las armas manteniendo el flujo armamentístico hacia aquellos lugares que lo requerían. La primera petición66 fue consecuencia de una certificatoria remitida por el secretario de Carlos III, Vilana Perlas,67 solicitando 508 balas para la capitanía de Cartagena, entregadas bajo la habitual promesa de restitución. El 29 de octubre se prestaron 400 balas más, de nuevo a petición del secretario. La defensa de ciudad de Xàtiva demandó 25 barriles de pólvora, con idéntico peticionario. El 3 de diciembre fueron 40 fusiles para armar soldados, siendo la última petición 70 fusiles solicitados por Simón Carroz para el servicio del rey con vistas a la campaña austracista de primavera.68 La llegada del invierno y la preparación de la campaña de 1707, así como la propia presencia del rey, favorecieron la estabilización de los frentes, la disminución de las escaramuzas entre ambos ejércitos y por consiguiente una disminución en las demandas puntuales de armamento.

      Siguiendo la línea marcada durante su estancia en Barcelona, Carlos III aprovechó su presencia –una actuación similar encabezada por el virrey en tan complicada situación militar y social hubiera sido una imprudencia– para influir en las instituciones y el gobierno del reino a través de una junta de gobierno. Con la corona española todavía en disputa, dicha junta trató de alcanzar dos objetivos fundamentales: el nombramiento de personas afines a su causa para los distintos cargos públicos, y la obtención de fondos a través de la administración de las rentas confiscadas.69

      La voluntad manifiesta e inequívoca de promover a personas afines a la casa de Austria en la Generalitat, chocaba con los cauces forales establecidos para su renovación. Con ánimo de violentar lo menos posible el ordenamiento y evitar con ello conflictos institucionales de incierto resultado, pero sin renunciar al cambio en las personas, se solicitaron informes acerca del ingreso de los distintos oficiales y su régimen de insaculación. El 5 de noviembre, recibió el consejo un informe concreto sobre el proceso insaculatorio y una semana después copias de las extracciones realizadas en Navidad y la relación de los oficios de la casa. El 20 de diciembre la Generalidad respondió a la última consulta sobre los aspectos insaculatorios, posiblemente tras alusión directa de la junta de gobierno que en esa misma fecha abordaba la renovación de cargos.70

      Con los datos proporcionados por la propia institución, la junta apostó por la vía menos agresiva para la ordenación foral: una nueva extracción. Aún así, como recoge el propio texto de la resolución de la junta, la Generalitat se opuso a la elección. Justificaron esta oposición en las vicisitudes padecidas a lo largo del año, el enorme número de causas pendientes de resolución y los problemas que ocasionaría la llegada de nuevos e inexpertos diputados en tan delicada coyuntura.71 Esta respuesta sugiere a Voltes72 un intento de velar por la pureza de su ejercicio, e impedir la desinsaculación de personas que invariablemente acarrearía la nueva elección. Sin descartar que este ánimo impulsara a los diputados, Voltes ignora el privilegio del general Basset que ratificaba en sus puestos por un nuevo trienio a los principales oficiales, incluyendo a asesor, síndico, escribano, secretario y contralibro. Esta prórroga resultaba muy tranquilizadora para los vigentes oficiales por diversos motivos. La ampliación de su mandato ofrecía garantías de llegar a acuerdos con las nuevas autoridades o redimirse ante ellas, sobre todo si pensamos que las personas que recibieron a Carlos III eran las mismas que intentaron por todos los medios evitar su victoria durante la anterior etapa borbónica en la que resultaron elegidos. Circunstancia que lógicamente debió provocar el temor entre los diputados salientes a la exigencia de responsabilidades, ya no sólo por la defensa del Borbón, sino principalmente por las irregularidades cometidas en el desempeño de su cargo durante la guerra, donde la celeridad en la respuesta primaba sobre cualquier consideración legal o procedimental.

      Todas estas circunstancias fueron valoradas por Carlos III y su junta de gobierno a la hora de optar por la nueva extracción. Conocían


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