Dulce tortura. Elena López
noches —saludó el muchacho al ver que lo observaba detenidamente—. Kairi, ¿cierto?
—Sí, y tú eres Christian, supongo —murmuré reticente.
—Supones bien —contestó sonriente—. Donovan, creo que es hora de irnos —añadió mirando a su hermano, quien permanecía impasible.
—Debo irme. Te llamaré más tarde. Quizá podamos ir a comer… o al cine —susurró.
Le sonreí de vuelta.
—Claro. Vamos, te acompaño a la puerta.
Al llegar a la entrada, Christian extendió su mano hacia mí. La tomé de no muy buena gana.
—Un gusto, Kairi.
—Lo mismo digo —respondí seria.
No me agradaba. El mismo sentimiento que me había invadido con Donovan se repetía con él. Quizá, conociéndolo más, cambiaría de opinión.
Bajé las escaleras con Donovan y lo acompañé hasta su auto para permitir que Maddy se despidiera de Christian en la puerta. Donovan me abrazó. No quería irse y yo no hice más que responderle, envolviendo su cintura con mis brazos. Su mano se deslizó por mi espalda y un escalofrío me recorrió al escuchar de nuevo esos aullidos a la lejanía. Me separé de Donovan mirando el bosque.
—Esos lobos me provocan un miedo horrible —confesé.
Miré a Donovan y tenía su vista fija en el bosque, al igual que yo. Su ceño estaba fruncido y se mantenía atento, escuchando los aullidos, como si de alguna manera pudiera entenderlos.
—Sí, deberías temerles —me aconsejó sin observarme.
—Donovan, debemos irnos. —Su hermano estaba igual que él. Parecían ansiosos.
—Nos vemos mañana —dijo y besó mi mejilla rápidamente.
Se dirigió a su auto. Entonces, vi que otro se aproximaba a nuestra casa y se estacionaba frente a esta. Me resultó extraño, ya que era tarde y nadie nos visitaba. Donovan no subió a su auto, mantuvo la puerta abierta y la cerró con fuerza al ver a la persona que bajaba del otro vehículo.
Derek caminó como si nada hacia mi dirección, obviando a los demás, como si solo existiera mi presencia para él.
Me paralicé. No entendía qué estaba haciendo allí.
—Ni siquiera lo pienses —lo detuvo Donovan tras llegar a él rápidamente.
Lo empujó con fuerza. Derek reaccionó y lo golpeó en el rostro.
—¿¡Qué demonios te sucede!? —grité yendo hacia Donovan, pero Christian sujetó mi brazo. Donovan estaba fuera de sí. Fue hacia Derek y le devolvió el golpe con mucha más fuerza. —¡Detenlos! —le grité a Christian, pero él negó.
Maddy estaba igual de asombrada que yo. No se movía, estaba atenta a la pelea que esos dos tenían.
—¡Vamos, Donovan! —gritó Derek—. Va siendo hora de que le muestres a Kairi lo que eres. Veremos si seguirá confiando en ti cuando lo sepa.
Donovan me lanzó una mirada rápida. Entonces, entendí que, fuera lo que fuera lo que me ocultaba, no era bueno. Tuve la necesidad de salir corriendo y huir de él, pero supe que nunca podría escapar de sus garras.
CAPÍTULO 11
Donovan se mantuvo callado. Su cuerpo temblaba de rabia mientras apretaba sus manos en puño. Daba la impresión de que en cualquier momento se le lanzaría encima a Derek, pero no a golpes. Era como si hubiese algo bestial en él, como si se contuviera para no desgarrarle la garganta. Me estremecí. Retrocedí de forma imperceptible a la vez que un miedo me atenazaba. Una voz gritó en mi cabeza, una alarma que no había podido apreciar antes y a la que debí haber puesto mayor esfuerzo por entenderla.
—¿De qué está hablando, Donovan? —le pregunté en un hilo de voz.
Él no se movió un centímetro.
—Anda, Donovan, díselo —lo incitó Derek destilando burla.
—Vamos adentro, Kairi —ordenó Maddy. Su mano se cerró alrededor de mi brazo, mas no consiguió moverme.
—¿Qué? No, por supuesto que no —aseveré tajante. No pensaba moverme de ahí—. Donovan —lo llamé de nuevo.
No me miró. Su vista seguía fija sobre Derek; ambos se querían matar con los ojos.
—Es mejor que cierres la boca —habló, por fin, dirigiéndose a Derek—. Sabes las reglas —añadió.
¿«Reglas»? Hundí las cejas.
—Por supuesto, pero puedo provocarte. Ya sabes: en nuestra condición, es difícil de controlar —contestó divertido, retándolo.
Ignoraba de qué carajos estaban hablando. Ambos me confundían, me escondían muchas y estaba cansada de eso.
—Lárgate. —Fui hacia Derek y lo empujé con mis manos, sin tener la menor idea de que estuviese haciendo bien; pero, después de todo, conocía más a Donovan que a él, o al menos eso quería creer—. Vete de mi casa y deja de meterte en mi vida.
Él me miró displicente, sujetó mis manos y las apretó con fuerza. Me presionó contra su cuerpo; nuestros pechos chocaron; y su calidez me atravesó.
—Él solo te está usando —susurró—. No digas que no te lo advertí cuando termines llorando y con el corazón roto.
Sus palabras me calaron en lo profundo de mi ser porque lo sentí sincero, como nunca antes. Entonces, soltó mis manos. Las dejé caer a ambos costados al tiempo que él daba la vuelta; se dirigió a su auto para después marcharse. No me moví, me mantuve ahí repitiendo en mi cabeza una y otra vez lo que me había dicho.
—Kairi.
Miré a Donovan. Me suplicaba con su mirada que confiara en él, pero ¿cómo hacerlo después de su comportamiento?
—Si al menos fueras sincero conmigo, yo no dudaría en confiar solo en ti —espeté con tristeza. Ni siquiera estaba enojada.
Caminé hacia la casa sin molestarme en absoluto por esperar a Maddy. Con Donovan, todo era imposible. No podíamos dar un paso al frente cuando ya retrocedíamos dos. Era sencillamente agotador para mí que él siguiera estando en mi vida.
No pude conciliar el sueño en toda la noche debido a que había dormido por mucho tiempo en el día. Debido a mi insomnio totalmente buscado, me hallaba con unas enormes manchas negras bajo mis ojos y con un humor de los mil demonios, típico de una persona con necesidad de descanso. Gracias al cielo, era sábado, así que al menos podía seguir en cama hasta la hora que se me diera la gana, o al menos esos eran mis planes.
—¡Kairi! ¡El almuerzo está listo! —gritó Maddy.
Hice una mueca. Mi apetito era nulo.
—¡Ahora voy! —grité de vuelta.
De mala gana, me levanté de la cama y fui al baño. Ya dentro, arreglé un poco mi cabello y lavé mi cara para despabilarme un poco. Las ojeras lucían horribles, además de que mis ojos se veían opacos, sin emoción. Extraño. Posteriormente, bajé a comer. Maddy estaba poniendo la mesa, así que terminé de ayudarla, y luego juntas nos sentamos a almorzar. Ella no dejaba de mirarme. Me comenzaba a parecer incómodo el sentir sus ojos sobre mí a cada momento. Analizaba cada gesto que hacía, como si estuviese esperando que le dijera algo o que efectuara algún tipo de movimiento. Cabía mencionar que no habíamos tocado el tema de lo sucedido hacía unas noches. Donovan ni siquiera