Los miedos de Ethan. Darlis Stefany

Los miedos de Ethan - Darlis Stefany


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sorpresa como Ethan Jones termina de arreglar mis sábanas y dejar mi cama lista para mí.

      »Hottie me envió a traerte sopa. Dice que no te sientes bien y definitivamente luces como que no lo estás.

      —¿De todos te mandó a ti?

      —Fui quien se presentó en la editorial, me ofrecí cuando parecía que iba a enloquecer si no enviaba a alguien a chequear cómo estabas.

      Camino hasta la cama perfectamente ordenada y me acuesto cubriéndome hasta el cuello con la sábana, Ethan me observa con curiosidad.

      —¿No vas a comer la sopa?

      —Comí hace unos minutos cereales con leche. Supongo que la sopa será para después. Gracias de igual forma.

      —No estás bien, pareces deprimida.

      —¿Nos estamos conociendo mejor? —pregunto, él asiente con su cabeza de manera insegura—. Mis hermanos murieron un 29 de marzo. Para estas fechas me vuelvo este desastre, no puedo evitarlo.

      Se sienta en la esquina de mi cama. Parece que no sabe qué decir. No es que exista algo que pueda darme consuelo. Siempre duele.

      —Mi papá nunca ha sido realmente alguien de voz y voto en la casa. Él hace lo que sea para complacer a mamá, incluso amenazarme a los 15 años con enviarme a un internado sí no conseguía mejorar mis calificaciones en la escuela.

      »La cosa es que yo fallaba a propósito. Fallar significaba no ir a la escuela de Derecho, no conseguir entrar. No es un secreto tan grande como el tuyo, pero es algo que puedo compartir.

      —No suenan como secretos. Suenan como miedos —señalo—. ¿Todos tus miedos están enlazados a tu familia?

      —No todos. Uno de los más intensos está unido a la persona que creí un ángel dispuesto a amarme.

      Es extraño tener a Ethan Jones en mi habitación, principalmente porque hasta hace poco pensé no agradarle. Ahora es la persona que intercambia miedos conmigo, es algo raro y único. Es especial.

      —No he dormido. Quisiera dormir.

      —Hazlo.

      —Tengo pesadillas, los recuerdos más feos.

      Él se acuesta a mi lado, manteniendo la distancia. Luce seguro.

      —Hagamos algo, Grace. Tú duermes y yo permanezco aquí alejando a las pesadillas y si ellas aparecen, te ayudo a espantarlas.

      —No lo sé…

      —Prometo que podrás dormir, incluso prometo no propasarme contigo mientras duermes.

      Sorprendentemente me encuentro sonriendo, él parece complacido.

      —A ti no te van las rubias.

      —¿Quién dijo eso? —cuestiona enarcando sus cejas.

      —Tus elecciones por las castañas, morenas e, incluso, pelirrojas, son muy notables.

      —No salir con una rubia no implica que no me gusten —susurra—, de hecho, me alejo porque ciertas rubias son las que consiguen hacerme perder mi lado sensato.

      —Ciertas rubias —repito.

      —Hasta ahora solo dos rubias. Una del pasado y una del presente.

      —¿Qué pasa con la del futuro? —pregunto sintiendo mis ojos hacerse pesados.

      —No suelo pensar en el futuro. Vivo el presente —lo escucho decir—. ¿Grace?

      —¿Uh?

      —¿Nos conocemos ya?

      —En proceso —respondo y luego me quedo dormida.

      Ethan tiene que haber cumplido su promesa. Consigo dormir sin pesadillas.

      28 DE MARZO, 2014

      —¿Chase? —grito en respuesta.

      Hay una botella rota en el suelo. Mi hermanito no vuelve a gritar y eso solo me pone más alerta. La madera que cubre el suelo cruje ante mis pisadas. Noto unos pequeños zapatos rosas debajo la mesa. Me agacho y una temblorosa Cheryl con el rostro cubierto de lágrimas está observándome. Llevo un dedo a mis labios pidiéndole que haga silencio. No sé lo que sucede, pero parece lo correcto para hacer.

      —¿Chase? —susurro lo más alto que puedo para que ella me escuche. Su mano temblorosa señala el piso de arriba.

      Subo las escaleras rápidamente asustada por todo el silencio, pero intentando no hacer ruido.

      Chase no está en su habitación, tampoco en la de mamá y Jorge. Pero, entonces, noto pequeñas gotas de sangre que se pierden dentro del baño.

      —¿Chase?

      Camino hasta el baño y abro la puerta. El grito viene por si solo cuando todo lo que puedo ver es a mi pequeño hermano, de siete años, en un charco de sangre que solo se hace más grande con la sangre que no deja de salir de su cuello. Sus ojos están abiertos.

      Corro hacia él.

      —Chase, no, no. No. No. Nene, no juegues de este modo. ¡No voy a llevarte al cine si no dejas de fingir! —le grito.

      Veo borroso mientras lloro y con mis manos trato inútilmente de cubrir la abertura de su garganta. Mis jeans se empapan de su sangre. Esta tiene que ser una pesadilla.

      —Chase, por favor.

      —¡Grace! —grita la voz de Cheryl. Doy un respingo.

      Paso una mano por mi rostro y sin darme cuenta dejo sangre sobre ella. Los gritos de mi hermana llamándome me sacan de mi estado de estupefacción. Abrazo con fuerza el cuerpo de Chase, él no puede estar muerto. No me importa que su sangre manche mi ropa. Cheryl grita. Me pongo de pie, doliéndome dejar a Chase en ese charco de sangre. Con mi mano temblorosa tomo mi celular y marco a emergencia mientras con piernas temblorosas corro hacia donde proviene el grito.

      —Ha llamado a emergencia…

      —Hay un asesino en casa. Mi hermano… Su cuello. Hay un asesino en casa.

      La operadora parece decir que me calme.

      —¡Grace!

      No suelto el teléfono mientras balbuceo, los gritos de Cheryl vienen de la sala de juegos. Entro con el corazón desbocado. Ella está aferrada a su oso de peluche y su espalda permanece contra la pared. Alguien se cierne sobre ella.

      —Cher —la llamo. El hombre se voltea.

      —Has venido a unirte a la fiesta, Grace —dice con una voz que no suena como la de él.

      —¿Señorita, sigue en la línea?

      —Mi… Mi padrastro es el asesino en casa. Ma-mató a su hijo —digo antes de que el celular resbale de mis manos—. Jorge…

      Bebo de mi té. Mientras observo por la ventana y mantengo un libro en mis piernas. Si no puedo dormir, al menos yo puedo hacer algo productivo. No quiero caer en los recuerdos. No debo dejarme dormir y recordar.

      Como no puedo concentrarme lo suficiente en leer, escucho música desde mi iPod mientras Gina y Lola fingen no notarme sentada en la ventana. Al menos saben que no intento hacer algo loco como suicidarme.

      Canto la canción que suena en voz baja. Cantar, escuchar música y leer requiere de toda mi concentración lo que es magnífico si tomamos en cuenta que me ayuda a ignorar mi última pesadilla. Mi celular vibra en mi pierna. Un mensaje de Leo.

      «Marlyn ha intentado comunicarse contigo. ¿Estás bien, niña estúpida?».

      «Estoy bien. Tranquilo, cuando vuelva al ruedo me pondré en contacto con ella. Lamento estar siendo una caquita de dama de honor».

      Respondo el mensaje


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