Los miedos de Ethan. Darlis Stefany

Los miedos de Ethan - Darlis Stefany


Скачать книгу
en el sofá—. ¿Podemos pedir comida china? Tengo hambre.

      Gina me sonríe, parece una sonrisa de alivio. Lola rápidamente se pone de pie pareciendo entusiasmada.

      —Rápidamente pido comida china —asegura perdiéndose en busca del teléfono.

      Veo a Gina acercarse a mí, he estado tan perdida que no sé cuándo los mechones verdes de su cabello se convirtieron en morados.

      —Tienes bonita voz, Grace. Cantas bonito.

      —¿Sí? No sabía que podía audicionar para The X Factor sin que Simon Cowell baje mi autoestima.

      —Si audicionas te van a ubicar en un grupo. Porque a las chicas geniales las ubican en grupos. Los grupos mandan.

      —Y desde luego soy genial —le sigo la broma.

      —Me alegra que veamos rastros de nuestra Grace, aun en estos días oscuros. Me asusta como la mierda cuando llega marzo, Grace. Sé que luego vuelves a ser tú, pero no puedo evitar pensar que cada año pasas por lo mismo.

      —Pero siempre salgo adelante.

      —Parece como una tortura.

      —Parece como la realidad —digo—, muchos creen que cuando digo que voy a estar bien miento. Pero no estoy mintiendo, siempre sé dentro de mí que seguiré adelante y estaré bien.

      —Lo sé.

      —Ellos eran geniales. Peleaban como todos los mellizos del mundo, pero se amaban y me amaban. Yo los amaba a ellos —murmuro—, la vida a veces una mierda. A veces no mueren las personas correctas.

      —Pero a veces las personas correctas tienen una segunda oportunidad para vivir.

      —Es una buena teoría.

      —Listo, la comida china viene en camino. —Vuelve Lola con entusiasmo.

      29 DE MARZO, 2014

      —Lo sabías, tú sabías que ella mintió —me acusa Jorge.

      —Papi —lloriquea Cheryl abrazando su oso peluche con fuerza.

      —¡Sabías que ella mentía! —grita.

      Anonadada veo sus manos. En una tiene un revolver en la otra un cuchillo con sangre. Chase. Siento las lágrimas caer.

      —No… No entiendo.

      —Eres una puta mentirosa como ella. Mentirosa como tu madre. Ellos también serán mentirosos porque llevan su sangre. Deben morir.

      Él alza su cuchillo y corro abalanzándome sobre su espalda. Cheryl grita, Jorge gruñe.

      —Corre, Chery… ¡Mierda! Corre —le grito. Sus pequeños pies se mueven mientras me obedece.

      Puedo salvarla.

      Jorge me golpea contra la pared e intenta bajarme de su espalda. Me golpea tan fuerte que libero mi agarre. Se voltea hacia mí, al menos sus manos están libres de armas.

      Su mano va a mi cuello y aprieta con fuerza mientras me alza. Me dificulta el respirar.

      —Me mintieron. Ella me mintió. Todos son unos putos mentirosos. Mentira se paga con muerte. No van a mentir nunca más —delira.

      Me alza un poco más y luego me arroja al suelo, intenta alejarse para ir por Cheryl, me abrazo a su pierna. Me patea y luego me alza sosteniéndome del cuello.

      Por un momento siento que estoy en el aire y luego todo es dolor mientras el ruido de vidrio quebrándose se escucha. Siento mi espalda arder, como si el fuego la abrazara, como si estuviera rasgando mi piel. Mi ropa se humedece. No puedo moverme.

      Mi vista borrosa ve a Jorge inclinarse sobre mí, sus manos toman mi cuello y remueve mi cuerpo, haciendo que cada cristal roto se incruste más en mi espalda y más sangre brote. Muevo una mano temblorosa a mi abdomen donde siento dolor. Un cristal sobresale. Traspasó mi piel. Ha perforado.

      —Mentirosa. Sucia mentirosa.

      Toso y sangre salpica mi rostro. Él me restriega aún más, podría gritar, pero no tengo fuerzas. Duele, arde, quema.

      —¿Por qué? —jadeo. Mi vista se va perdiendo.

      —Pregúntale a ella. Pregúntale a tu madre mentirosa.

      Me presiona más contra el suelo y siento los cristales encajarse aún más en mi piel. Tengo que estar sobre la mesa de vidrio.

      —Ella me falló.

      Se pone de pie y quiero seguirlo. Quiero detenerlo, pero entonces mi visión es oscura y más que estar respirando parece que jadeo en busca de aire.

      Escucho tres disparos y si pudiera gritar. Lo haría.

      Tomo las llaves de mi auto. Lola me observa con preocupación. Tengo la sensación de que Lola no ha estado trabajando estos últimos días por mí. Siento algo de culpa. La última pesadilla ha sido la peor, siempre lo es. Grité tanto que solo pude dejar de hacerlo cuando comencé a llorar y Lola me abrazó alarmada por mis gritos.

      —¿Puedes conducir? Tienes días sin poder dormir bien, no creo que…

      —Puedo conducir.

      —Puedo acompañarte…

      —Voy al cementerio —susurro—, tengo que ir sola.

      Salgo del apartamento y conduzco hacia una floristería. Compro los dos arreglos florales más costosos que puedan tener. Una vez tengo mis flores, conduzco al cementerio. Aun cuando únicamente vengo dos veces al año, no me es difícil encontrar donde descansan los restos de mis hermanos. Uno al lado del otro.

      Vinieron juntos al mundo y se fueron juntos. Incluso Chase que fue el primero en nacer, fue el primero en irse.

      Ordeno las flores para cada uno y luego me siento y observo ambas lápidas. Es tan difícil entender que ya no están, que de verdad hace unos años partieron de una forma tan atroz y terrible.

      —Sigo diciéndome que la vida a veces realmente es mierda —digo tras minutos de silencio—; seis años esperando que las pesadillas desaparezcan y ellas siempre vuelven para marzo. Estoy jodida. Quizás deba recluirme cada marzo de mi vida.

      »Apesta que ustedes estén en su paraíso y yo esté aquí extrañándolos con fuerza. Nunca va a dejar de doler. Odio nunca saber que decirles, por mi mente siempre pasan muchas cosas pero cuando hablo, no digo lo que quisiera. Perdón, perdónenme por no haberlos llevado al cine conmigo. De haberlo hecho quizás todo sería diferente. Perdón por llegar demasiado tarde para ti, Chase, y por no durar lo suficiente para salvarte, Cheryl. Soy la prueba viviente de que a veces las decisiones egoístas tienen las peores consecuencias y lo lamento tanto. Yo, sin pensarlo, daría mi vida por ustedes. Nunca un perdón será suficiente porque eso no va a hacerlos volver. No van a regresar.

      Comienzo a llorar mientras presiono mis manos en cada una de las lápidas.

      —Quizás merezco un mes de miseria por las cosas que ustedes no van a poder vivir y experimentar. Es algo con lo que lidiaré toda mi vida. Perdón, por favor, perdón.

      Lloro en silencio y no vuelvo a hablarles. Siento que nunca digo lo suficiente porque temo darme cuenta de que ellos no podrán escucharme porque se han ido. Se fueron hace seis años para no volver.

      Me permito llorar todo lo que necesito porque este es el cierre de cada marzo, solo después de ello las pesadillas y sueños van a irse. Volveré a ser yo, entonces, el próximo año el dolor parecerá más fuerte.

      Conozco la hora en la que la abuela y tía Olivia traerán a mamá, por lo que me pongo de pie no queriendo encontrarme con ellas. Miro una vez más ambas lápidas. Nunca fui realmente capaz de decirles adiós, hoy no es la excepción.

      Camino de regreso y no puedo evitar detenerme frente a una.


Скачать книгу