Los miedos de Ethan. Darlis Stefany

Los miedos de Ethan - Darlis Stefany


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cuándo vas a jugar, Ethan Abrahams?

      —No sabía que esto era un juego, madre.

      —No trates de ser insolente. Está bien, ya has demostrado un hecho. Puedes hacer dinero jugando al cantante con tus amigos, pero eso no es todo lo que debe ser tu vida.

      Se escucha un suspiro, quizá viene de Ethan. Me siento un poco mal de escuchar a escondidas, pero no puedo evitarlo.

      —Ya no entiendo por qué me sorprende tu falta de compresión. Tampoco me sorprende que tú te quedes en silencio, papá. ¿Ethan el abogado? No va a suceder.

      —Ethan…

      —Mamá, este es el cumpleaños de Nathan y Zoey. No vine a Bolton a escuchar lo que tantas veces me has dicho ya. Hoy no quiero discutir. Por favor.

      —Es tan decepcionante lo que has hecho de tu vida, Ethan. Rompes mi corazón.

      No me lo ha dicho a mí y eso ha dolido. No importa que lo haya dicho en voz dulce, esas son palabras que un hijo nunca debe escuchar. Decido que realmente debo orinar, por lo que salgo de mi escondite sorprendiéndolos.

      Camino a paso apresurado hacia el baño, pero me detengo antes de entrar.

      —Señora Jones, lo que usted llama decepcionante fue lo que un día con una sola canción me motivo a soportar mis últimas cirugías y seguir adelante con mi vida.

      »Lo que usted llama decepcionante es la razón por la que ahora soy como soy. La razón por la que decidí volver a vivir. Para usted es decepcionante, pero para mí… Es como un héroe.

      Dicho eso, hago mi entrada al baño y respiro hondo. Ahora que en cierta forma he hecho mi intento de abrir los ojos de Cecilia Jones, puedo orinar tranquila. No puedo creer que ella considere a Ethan decepcionante. Es su madre, ella debería estar llena de orgullo, el mismo orgullo que sentimos las Fivers por Ethan.

      Él es asombroso, él más de lo que cualquiera esperaría y la mirada que tenía con sus padres me dio la impresión de que él no lo sabe. No sabe cuánto vale y lo mucho que ha hecho por personas como yo con tan solo una canción.

      [3] Señor sonrisas.

      —Te ves tan bonita —susurra Cheryl con ojos soñadores viendo como termino de agregarme perfume, río.

      —¿Cómo tus princesas?

      —Casi como ellas. ¿Puedo ir contigo?

      —Lo siento, peque, pero hoy no se puede.

      Porque finalmente hoy estoy teniendo mi cita soñada con Anthony, el chico que ha estado robándome suspiros. No me lo puedo creer. Él realmente parece interesado en mí. Salgo de mis pensamientos cuando escucho un fuerte ruido en la planta baja, de inmediato bajo las escaleras porque hasta que mamá o Jorge no lleguen estoy sola cuidando a los mellizos. Cheryl me sigue.

      Cuando llego a la planta baja, Chase luce enfadado mientras él y su bicicleta son un claro ejemplo de una caída épica, Cheryl se ríe y por supuesto que eso lo molesta. Contengo mi propia risa mientras lo ayudo a levantarse.

      —Sabes que no puedes manejar la bici dentro de la casa, Jorge o mamá se molestarán.

      —Eso es tan injusto.

      Me río porque dudo que mi pequeño hermano tenga algún concepto amplio o acertado sobre la justicia. Despeino su cabello rubio y me sorprendo cuando me abraza.

      —Llévame contigo al cine y no manejo nunca más la bici dentro de la casa.

      —Sí, sí, llévanos. —Cheryl me abraza también, los envuelvo en mis brazos. Amo con locura a estos traviesos repetidos.

      —Mis repetidos, hoy no puedo, pero prometo que mañana los llevo.

      —¿Promesa? —preguntan al mismo tiempo en una de sus sincronizaciones perfectas de mellizos.

      —Promesa.

      20 DE MARZO, 2014

      —Lamento llegar tarde. —Beso su mejilla y tomo asiento.

      —Confieso que llegué solo cinco minutos antes —ríe Leo—, por lo que no hay problema.

      Envío rápidamente un mensaje a Lola sobre algo referente al apartamento y centro mi atención en Leo. Él y yo rompemos el estereotipo de amigos destinados a enamorarse. Para dar fe de ello, Leo está a poco tiempo de casarse con una estupenda mujer y yo seré una de las damas de honor. Es uno de los poquísimos amigos que tengo de la escuela, uno que estuve antes y después del cambio.

      Un amigo verdadero.

      —Marly me dijo que has ido a la prueba del vestido con ella ayer. Así que dime que tomaste fotos y podré ver el vestido que luego voy a quitarle.

      —Tan espléndida y apasionada como suena tu declaración no tomé ninguna foto. Y no voy a arruinar su momento. Debes esperar.

      —No es tan genial que seas mi amiga si no puedes hacer esas cosas por mí.

      —En mi conciencia yo me siento como una amiga muy genial. Extremadamente genial.

      —Hace una semana me encontré con la profesora Paty. ¿La recuerdas? —Asiento con la cabeza en reconocimiento—. Ella comentó algo sobre mí casándome joven.

      —Tienes 22 años. Eres joven. Pero es tu vida y si quieres casarte… ¿A quién demonios le importa la edad? Detesto que las personas hagan esas cosas de sentirse más sabios por tener más años de vida. Cada quien es dueño de su vida.

      —Exacto, pareció como que me regañó. Tengo un trabajo estable, estoy recién graduado y tengo al amor de mi vida. ¿Por qué no iba yo a casarme?

      —Porque eres idiota.

      —Eres realmente estúpida, Grace.

      —Y tú un imbécil.

      Ambos reímos, Leo ordena por ambos la comida. Es una mala costumbre que tiene, siempre ordena por mí.

      —¿Qué tal está Charlie?

      —Lo dejé en el momento en el que me dijo que soy el sol que alumbra el sendero oscuro de su vida.

      —Mala.

      —Malo sería estar con alguien que no me gusta.

      —Ahora vendrás sin cita para mi boda.

      —¿Necesito una cita para poder entrar?

      —Necesitas una para no verte miserable e insípida.

      —Gracias, amigo.

      Repentinamente parece serio mientras me observa. Sé que está notando mis ojeras y puedo intuir lo que va a decirme.

      —Grace…

      —Simplemente sabes que este mes es duro. No he podido dormir.

      —Nena, necesitas descansar.

      —Marzo no es un buen mes para mí. Una vez se vaya este mes, se irá… Todo eso.

      —¿Y luego a esperar el marzo del próximo año para volver a esto?

      —Suena como un reproche, Leo.

      —No, suena como que me preocupo por tu salud. Debes avanzar.

      —He avanzado.

      —Una parte de ti ha avanzado. Otra se ha quedado años atrás.

      —O fue enterrada con ellos.

      —¿Qué vas a hacer los próximos días?

      —No lo sé. —Sabemos que miento.

      —¿Me necesitas?

      —No, me gusta estar sola.

      —Algunas


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