El deseo prohibido de Doug. Darlis Stefany

El deseo prohibido de Doug - Darlis Stefany


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      Atrapa mis labios de nuevo entre los suyos haciéndome caminar de espalda, no tardo en toparme con la cama y caer sobre esta, él se inclina sobre mí observándome.

      —No tienes ni idea de cómo se siente esto justo ahora, Hilary.

      —Créeme, me hago a una idea.

      Sus labios se presionan sobre los míos brevemente antes de comenzar a descender, dejando un rastro de besos que van desde mi cuello pasando por el centro de mis pechos hasta mi ombligo.

      Vuelve a traer sus labios a mi barbilla antes de escabullir sus manos bajo mi cuerpo llegando a mi espalda y acariciando tentativamente el broche del sujetador. Se separa solo un poco para observarme.

      —Princesa, si yo quito el broche entonces no podré detenerme, si quieres que me detenga, dímelo justo ahora, no voy a molestarme.

      —¿Bromeas? —pregunto con mi respiración sofocada, es normal estar nerviosa ante lo desconocido—, acabo de seducirte… ¿Sabes cuán difícil ha sido eso?

      —No creo que te llevara mucho —me da una sonrisa antes de bajar su rostro y comenzar a besarme mientras sus dedos deshacen el broche de mi sujetador.

      Me hace removerme un poco para sacarlo de mi cuerpo y, mientras se mantiene besándome, su pecho desnudo roza con el mío haciendo que las cimas de mis pechos de frunzan y eleven.

      Su lengua se enreda con la mía al tiempo que una de sus manos acaricia mi costado izquierdo y la otra se mantiene apoyada sobre la cama procurando no dejar caer todo su peso sobre mí, aun cuando eso a mí no me importaría.

      Por un momento cuando deja de besarme y se aleja para observarme me aferro con fuerza a sus hombros, nunca he estado desnuda ante un hombre y por un momento siento la necesidad de proteger la desnudez de mis senos, pero recuerdo que solo se trata de Doug quien me da una sonrisa y relajo mi cuerpo bajo el suyo.

      Su mirada va descendiendo poco a poco, desde mi rostro pasando por mi cuello, sé el momento en el que llega al área de mi cuerpo recientemente desnuda porque un respiro hondo escapa de sus labios.

      Sus dedos acarician de manera muy leve los contornos de mis senos, una acaricia tan lenta y suave que me hace estremecer ante la sensación que envía directamente a mi vientre e, incluso, entrepierna.

      Ahora sé que las novelas en algunas cosas no mienten. Estas sensaciones son muy reales.

      No necesito que diga algo como «qué hermosa eres» porque la manera en la que me mira me hace sentir y darme cuenta de la forma en la que me está percibiendo, no necesito de sus palabras para saber lo que piensa ante mi desnudez.

      Cuando una vez más comienza a dejar un rastro de besos por mi cuello sé dónde sus labios van a terminar, pero, aun así, ninguna preparación puede ser la adecuada para el momento en el que tengo sus labios sobre uno de mis pechos y posteriormente lo saborea a su antojo.

      ¡Oh, mierda! Por esta noche dejaré escapar tantas malas palabras se necesiten para expresar estas sensaciones.

      Una de su mano acaricia mi pecho libre, entreteniéndose particularmente con pulgar y dedo índice. Ruedo mis ojos mientras una de mis manos se presiona en la sábana y la otra en su cabello.

      Creo que ciertos sonidos escapan de mis labios, incluso creo que murmuro palabras incoherentes que estoy segura ninguno de los dos llegamos a entender.

      Mis bragas han de ser un desastre.

      Se detiene en mis pechos por un buen rato, teniéndome bajo su cuerpo jadeando y pidiendo más de algo que mi mente conoce pero que mi cuerpo nunca ha explorado.

      Quizás, solo quizás, yo podría mencionar justo ahora la inexistencia de una vida sexual antes de esto, pero ¿qué pasa si eso solo lo hace retroceder? Se siente como que esas palabras «soy virgen» justo ahora estarían sobrando.

      Cuando creo que pasaré por la vergüenza de alcanzar un orgasmo, el primero, de hecho, con su boca y mano en mi pecho, él se detiene y asciende mirándome con una sonrisa a la vez que roza su nariz con la mía.

      —Creo que gimes de una manera muy agradable de escuchar —murmura, acariciando con sus manos mis muslos, rozando tentativamente los bordes de mis bragas—, realmente un sonido muy lindo.

      —¿Estás burlándote de mí en un momento como este? —susurro y su rostro está tan cerca que mis palabras muy bien pudieron perderse dentro de su boca.

      —Hablo muy en serio, mira lo que causa tu cuerpo y los sonidos —no me da tiempo a procesar sus palabras cuando una de sus manos toma la mía y la lleva a su entrepierna. Abro mis ojos con sorpresa haciéndolo sonreír—. ¿Lo ves? Bueno, ¿lo sientes? No bromeo.

      —Vaya… —es lo que digo, dando rienda suelta a una curiosidad, comienzo a tantear adentrando mi mano dentro del pantalón y explorándolo sobre el bóxer—, es bastante duro…

      —Mierda, eso ha sido… —ríe de manera ronca mientras niega con su cabeza rozando mis labios en el proceso—, eso ha sido algo… Refrescante de escuchar.

      —¡Te estás burlando!

      —Ni un poco, princesa —dice y tira de los bordes de mis bragas, comenzando a bajarlas por mis piernas.

      Muerdo mi labio inferior sintiendo los nervios a flor de piel. Es normal sentir miedo hacia lo desconocido, hacia lo no explorado, pero me siento segura, con él me siento de esa forma.

      Cuando sostiene mis bragas en su dedo y las gira de manera divertida tuerzo mis ojos intentando arrebatárselas, porque incluso en un momento como este, él quiere fastidiarme.

      —Es bastante sexy esta ropa interior —murmura, elevándola en su dedo—, incluso tiene un lazito por encima del borde de encaje, eso es caliente.

      Logro arrebatarla de su dedo y la arrojo a algún lugar, bien, estoy desnuda y debajo de Doug, qué situación más provechosa.

      La costura de su pantalón se presiona contra mi área más sensible y debería ser vergonzoso el hecho de que me remuevo un poco intentando crear fricción porque resulta que mi cuerpo parece saber más que yo que es lo que necesita.

      Doug enarca una de sus cejas mientras me observa divertido ante la reacción de mi cuerpo, se remueve un poco para darme un poco más de fricción y gimo. Él sonríe ampliamente antes de besarme.

      Mis labios palpitan y seguramente muy inflamados de tantos besos, pero no me importa.

      Me estremezco cuando las yemas de los dedos de su mano izquierda comienzan a descender por el centro de mi cuerpo, acariciando levemente, con delicadeza, rodeando mi ombligo y llegando a mi vientre. Cuando creo que conozco sus intenciones tomo con fuerza su mano, no sé si estoy mentalmente preparada para ser explorada de esa forma.

      —Tranquila, no voy a lastimarte o algo por el estilo.

      —Lo sé, es solo que… —respiro muy hondo y poco a poco libero mis manos—, de acuerdo, muy bien.

      —¿Es una especie de mantra?

      —Realmente tienes tus momentos de imbécil —digo en alerta cuando sus dedos van bajando mucho más hasta llegar a su lugar deseado.

      Doy un respingo ante la sensación, porque a primera instancia no resulta cómodo o normal, resulta extraño e incómodo tener dedos ajenos explorando un lugar tan íntimo de mi cuerpo que nunca ha sido tocado

      de esa forma, pero pasados los segundos me relajo y me doy cuenta de que se siente bien, de hecho se siente increíblemente bien y prueba de ello es que estoy soltando eso que Doug llamó «lindos gemidos».

      Sus ojos están viéndome directamente mientras con destreza su mano se mantiene acariciándome, enredo mis manos en su cabello obligándolo a bajar su cabeza para que me bese.

      Es algo bueno que esté besándome mientras alcanzo mi cumbre de placer, me estremezco mientras un gran jadeo proveniente de mí se pierde en su boca y mis ojos se hacen pequeña rendijas.

      Se


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