El deseo prohibido de Doug. Darlis Stefany

El deseo prohibido de Doug - Darlis Stefany


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un suave beso antes de intentar levantarse, pero rápidamente lo retengo con mis brazos aferrados a su cuello.

      —¿A dónde vas?

      —Se supone que…

      —Hay más, no vas a detenerte justo ahora —indico sintiendo alarmas sonar ante la idea de él retrocediendo cuando hemos llegado tan lejos.

      Me observa antes de elevar una de las comisura de su boca, retira cabello disperso de mi rostro y besa mi barbilla.

      —Solo iba a ponerme en pie para desvestirme y tomar un preservativo, no voy a dejarte justo ahora, lo prometo —luego me ve—, y yo no rompo mis promesas.

      Aliviada y bastante derretida por sus palabras, me siento en la cama y lo observo desvestirse después de tomar un paquete pequeño y cuadrado de aluminio, el cual arroja a la cama.

      Disfruto de la vista, principalmente porque el cuerpo de Doug tiene la musculatura idónea, lo suficiente para hacerme ver que se ejercita pero que realmente no está buscando ser un hombre súper musculoso. Es perfecto de alguna manera para mis ideales de lo que quiero, tiene sus oblicuos y un abdomen duro que, a pesar de no ser explícitamente marcado, se percibe de una manera increíble, además, la mayor parte de su tatuaje está en su brazo y hombro, hay mucha piel a la vista.

      Cuando su bóxer blanco cae solo me quedo viéndolo. Nadie me preparó para esto.

      Los libros de anatomía, las novelas, entrar accidentalmente al baño de hombres verlos orinar y huir, tener que pintar a un hombre desnudo en clases de arte, nada de eso me preparó para ver a Doug desnudo, o en todo caso para ver el miembro de Doug.

      Siento mis mejillas calentarse ante el hecho de que no puedo apartar la mirada y ante la idea de que él va introducir eso en mí. No soy muy buena en matemáticas y estadísticas, pero los cálculos arrojan que eso no va a ser tan «entró y solo sentí un pellizco de dolor», eso se ve que tomará su tiempo.

      Mi curiosidad va más allá cuando ante mi mirada se alza incluso más. Qué sorpresa es verlo.

      —Hilary, pareces entretenida con la vista —dice subiendo hasta la cama y arrodillándose frente a mí, me obligo a llevar mis ojos a los suyos—, luces realmente sorprendida… ¿Algo mal en mi pene?

      No me extraña que haga una pregunta tan directa como esa, después de todo se trata de Doug.

      —Solo… Uhm…

      Él ríe mientras rasga con sus dientes el envoltorio del preservativo, observo todos sus movimientos, nuevamente enarca las cejas hacia mí.

      —¿Quieres ponerlo tú?

      Abro mucho mis ojos, de querer tengo mucha curiosidad, pero según mi recuerdo en la escuela en clases de Anatomía, no fui muy buena en educación sexual cuando tuve que cubrir una banana.

      —Mejor hazlo tú —digo haciéndolo reír.

      Tengo que trabajar en mejorar eso de no dejar de ver como se cubre, estoy demasiado curiosa. Él me da un suave empujón que hace que caiga de espaldas sobre la cama.

      Cubre con su cuerpo el mío y se ubica entre mis piernas, por acto reflejo las abro y lo siento presionar de una manera que me hace desear más pero que a la vez me tiene nerviosa.

      Él besa mis labios y cierro mis ojos concentrándome en esa sensación y no en la manera en la que se roza contra mí.

      —Princesa… ¿Estás temblando? —abro mis ojos y él me ve buscando leer en mi expresión.

      —Solo estoy algo nerviosa…

      —Puedo detenerme si…

      —No, no, solo… Solo estoy nerviosa, va a pasar.

      No parece muy convencido, pero con mis manos en su cuello atraigo su rostro al mío para perdernos en un beso apasionado en donde rozamos nuestras lenguas. Mi cuerpo se tensa un poco sintiendo sus caderas ir hacia las mías creando una presión en mí que hace que poco a poco me vaya expandiendo mientras lo voy recibiendo.

      Es sumamente incómodo, pero cuando llega a esa obstrucción que define mi virginidad, rasgándola, duele. Maldita sea si no duele, duele como un escozor, como si ardiera de alguna forma que no pensé que pudiera suceder.

      Aprieto mis uñas en su cuello cerrando con fuerza mis ojos intentando concentrarme en su beso, pero, mierda, cuando va más allá, retrocede y entra incluso más, jadeo y aprieto aún más mis dedos en su piel.

      —Hilary —gime, recargando su frente de la mía, moviéndose una vez más—, por alguna razón estás muy estrecha…

      Creo que murmuro algo, pero solo quiero que se mueva, porque de alguna manera leer y hablar con amigas me ha hecho saber que si se mueve pronto se calmará.

      Cuando comienza a moverse de nuevo me besa y lo agradezco, porque quiero esa distracción. No mentiré, los primeros minutos se mantiene doliendo, de hecho no deja de doler, queda como un eco de un escozor por cada vaivén de sus caderas, pero pasa a sentirse más como una incomodidad, un invasión a un espacio que nunca había sido llenado.

      Pero en algún punto, comienzo a sentir cosquilleos en mi vientre, de una manera agradable, no de la manera en la que con intensidad se precipitó mi orgasmo anteriormente, pero sí resulta placentero y me distrae de la molestia.

      Esta es la mierda en la que los libros han estado mintiendo, puede que a algunas no les duela en exceso o puede que deje de doler, pero definitivamente la cosa de «después de tres minutos sentía placer y alcancé el orgasmo con fuerza» no es cierta, o al menos no para mí.

      Pero no es eso lo que hace que de alguna manera me sienta llena de placer, lo que hace que se sienta de esta forma, es el hecho de estar compartiendo este momento, esta sensación, esta primera vez con Doug, un hombre con el que comparto una confianza, atracción, cariño y deseo.

      De alguna manera el dolor es soportable, no es algo que va a matarme o a traumatizarme. Me entretengo disfrutando de sus besos, acariciando su cabello y viendo la expresión de su rostro ante cada movimiento que lo sume en una nube de placer.

      En algún momento, con mis manos presionadas en su cuello y mis labios besándolo, lo siento temblar, alcanzando su orgasmo y aunque al ser mi primera vez no he obtenido uno de esta manera, también lo he disfrutado.

      Incluso ,perder mi virginidad ha sido mejor de lo que esperaba.

      Él se deja caer sobre mi pecho mientras respira profundamente, sonrío un poco acariciando su espalda. Bueno, no voy a morir virgen y lo he hecho con Doug, esa es una buena manera de sentirme feliz.

      —No me siento un caballero —lo escucho murmurar.

      —¿Por qué?

      Se hace un lado mientras se retira el preservativo, es una buena cosa que no lo vea porque seguramente algún rastro de mi virginidad perdida se debe apreciar ahí. Lo arroja a la cesta de la basura al lado de la mesita de noche.

      —Porque llegué al orgasmo sin hacerte llegar a ti.

      —Antes lo hiciste —digo sonriendo, tomo su barbilla con mi mano—, fue genial, realmente, tener sexo…

      —No fue tener sexo, no sé qué fue, pero no fue solo eso —me interrumpe dejando un beso suave en mi mejilla—. No lo llames de esa forma.

      Siento mis mejillas sonrojarse mientras él se acuesta y me observa fijamente, como si me viera con nuevos ojos.

      —Uhmm… Necesito ir al baño.

      Me pongo de pie e intento llevarme las sábanas conmigo pero él las retiene con una gran sonrisa. Respiro hondo y literalmente corro hacia el baño de la habitación escuchándolo reír.

      Cierro la puerta del baño y me observo en el gran espejo, mis labios lucen el doble de su tamaño, inflamados y carmesís. Mi cabello es un desorden y, al ver mi pierna, descubro apenas lo que parece un pequeño hilo de sangre seca.

      Aseo mi cuerpo y respiro hondo.


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