El deseo prohibido de Doug. Darlis Stefany

El deseo prohibido de Doug - Darlis Stefany


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su cabeza de un lado a otro, si aún tuviera el cabello algo largo y ondulado este seguro hubiese caído en su frente, pero él pasa una mano por su cabello oscuro despeinándolo.

      —Creo que quién sea al que te refieres te gusta tanto como para tenerte pensativa, entonces tú no debes esperar a que él haga algo. Tú puedes muy bien darle un empujón, a veces los hombres somos muy lentos, Hilary, y a veces malinterpretamos las situaciones decidiendo no actuar y dejar todo en manos de las causalidades y destinos.

      —Eso suena lógico —murmuro viendo mis dedos jugar con mi cabello—, debo salir.

      —¿A esta hora?

      —Sí, sí, tomaré mi auto, tienes razón, yo puedo dar el primer paso. Un gran paso —murmuro poniéndome de pie y tomando las llaves del auto—, puedes sentirte como en casa, dudo mucho que vayas a robar algo. Kathe está por llegar.

      Beso sonoramente su mejilla y lo abrazo con fuerza haciéndolo reír mientras digo «gracias» muchas veces.

      Cuando voy a la puerta me devuelvo y tomo una botella de algún licor que ni idea de que sea.

      —¿No pensarás conducir bebiendo, verdad?

      —No, esto solo es un poco de valor que tomaré cuando llegue a mi destino.

      —¡Éxito!

      —¿Qué pasa con la suerte? —pregunto antes de salir.

      —La suerte es para los perdedores, y tú tienes pinta de ser una ganadora —me guiña un ojo.

      —Tienes razón —río, suspiro y cierro la puerta—. Doug, aquí voy.

      Capítulo XVI

      Vale, ahora que lo pienso quizás sí debo comenzar a conducir más rápido, no es normal que un viaje que debía tomarme quince minutos me tomará cuarenta. Apago el auto en el estacionamiento en el puesto que dice claramente «visitante» y respiro hondo.

      Los seres humanos cuando tenemos un momento de valor actuamos por impulso, pero cuando se está cerca del objetivo que te planteas, el miedo se instala, lo cual es lo normal, pero esos miedos deben vencerse.

      —Realmente he venido —murmuro sin dejar de respirar. Estoy nerviosa.

      Tamborileo mis dedos sobre el volante mientras el auto se mantiene en silencio. Ya he venido. No puedo echarme para atrás, ni siquiera quiero arrepentirme de estar aquí.

      «Hilary, ya estás aquí, baja del auto» me ordeno en voz baja.

      Tomo la botella del asiento de atrás la abro y huelo un poco, arrugo mi rostro, el olor a licor es sumamente fuerte.

      Empino la botella y doy un trago un poco largo que hace que mis ojos se humedezcan ante la quemazón que pasa desde mi garganta a mi estómago.

      —¿Qué se supone que es esto? ¿Fuego? —cuestiono, viendo la botella antes de dar un segundo trago algo más corto; después de todo, no estoy pretendiendo embriagarme, solo necesito un poco de chispa.

      Dejo la botella a un lado y suelto mi cabello, pasando los dedos a través de las pocas ondas que posee. Quito mi abrigo quedando en el vestido sencillo de botones y floreal que estoy usando desde la celebración del cumpleaños de Adam.

      Rebusco entre el auto para dar con un brillo labial, ni siquiera necesito rubor. Mis mejillas están completamente sonrojadas.

      Bajo del auto y corro rápidamente hacia la entrada del edificio, hace frío y ya que el abrigo no forma parte de mis planes es mejor darme prisa.

      Extrañamente también siento frío en mis pies, bajo mi vista y quiero golpear mi frente.

      —Mierda —digo, dándome cuenta de que llevo pantuflas, las sandalias las dejé en la habitación. Salí tan deprisa que no lo noté.

      Bonitos zapatos los que llevo, ¿eh? Que se perciba fuertemente el sarcasmo con el que quiero manifestarlo.

      La reja está cerrada pero un ángel que todo lo ve y todo lo sabe o mejor dicho, el vecino que al parecer tenía mucha hambre aparece con una caja de pizza y me cede el paso para entrar al edificio e igualmente antes de ingresar al ascensor.

      No me pierdo el hecho de que dicho vecino algo mayor está evaluando mis piernas desnudas. Cuán incómodo resulta esto.

      Me siento muy despierta debido a los dos tragos. Siento como un viaje de adrenalina por mi sangre y mucho más relajada sin estar ebria, eso está bien.

      —Entonces, ¿qué haces a estas horas por aquí? —cuestiona el vecino.

      Estoy segura que esa suena como la frase de una película de terror. Mi respuesta es encogerme de hombros sintiendo alivio cuando el ascensor abre sus puertas en el piso en el que quiero bajar.

      —Ya sabes, siempre si quieres puedes venir a comer pizza conmigo —grita antes de que las puertas del ascensor se cierren. No puedo evitar reír.

      Me tomo mi tiempo para caminar por el pasillo hasta llegar al apartamento que puede reducirse a mi destino final por el día de hoy. Aliso mi vestido, veo hacia atrás, bueno, quizás Dexter cuando dijo algo como «está jodidamente corto» tenía razón, es holgado, pero estoy segura que si me agacho a recoger algo, el comienzo de mi ropa interior quedará a la vista.

      Pero me encanta este vestido, es lindo y nada vulgar.

      Respiro hondo y toco el timbre.

      No hay ningún sonido o respuesta tras algunos segundos, por lo cual lo toco una vez más.

      Sería el colmo y tener muy mala suerte si Doug no está aquí.

      ¿Qué pasa si se fue con Milla? ¿Si decidió después de tanto tiempo volver a sus andanzas?

      Me digo que tengo que tener confianza, no tengo por qué dudar cuando Doug dice que ahora no está interesado en eso y que en todo caso no debo juzgar porque es su vida y no me debe explicaciones, aun cuando quiera recibirlas.

      Toco una vez más el timbre, si no contesta me iré.

      Como si supiera mis intenciones de irme, la puerta de un momento a otro se abre y un Doug con el cabello despeinado, sin camisa y el pantalón con la cremallera y botón abiertos, dejando a la vista un bóxer color blanco, abre la puerta. Yo no puedo evitar recorrer con mi mirada semejante vista.

      No es cuestión de los dos tragos comenzar a sentir calor, es cuestión de Doug.

      Él me observa con evidente sorpresa mientras bosteza un poco, creo que estaba durmiendo o quizás estaba con alguien, ante ese pensamiento no puedo evitar alzarme sobre mis pies intentando ver detrás de él.

      —¿Estás buscando a alguien? —pregunta al tiempo que rasca su barbilla. No se ha afeitado el suave rastro de barba rubia.

      —¿Es este un mal momento?

      —¿Me preguntas esto dándote cuenta de que van a dar las doce de la noche?

      Me encojo de hombros, realmente no presté atención a la hora, él se estira haciendo que la cinturilla del bóxer sea más visible puesto que su pantalón cae más abajo, qué tentación.

      Parece que se despereza y se da cuenta de que de verdad estoy afuera de su apartamento porque abre los ojos y me ve. Realmente me ve tomando el tiempo de evaluar con mayor interés ciertas áreas de mi cuerpo. Tengo tanto calor.

      —Esos son unos zapatos muy cómodos, ¿cierto? —es lo que dice tras un silencio, pasa una mano por su cabello—. No hay nadie, Hilary, ninguna mujer. Estaba durmiendo.

      —Vale.

      —Estoy muy curioso de saber por qué estás aquí a estas horas haciéndome una visita con un vestido que no me inspira precisamente pensamientos angelicales.

      Sonrío de costado, eso es algo bueno de escuchar. Después de todo, salir del auto con el frío y sin abrigo valió la pena.

      —Lo


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