El deseo prohibido de Doug. Darlis Stefany

El deseo prohibido de Doug - Darlis Stefany


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lo correcto, ahora él se siente mal pero él tiene que entender que no puede obligarte a quererlo de la manera en la que lo desea.

      Asiento con la cabeza porque eso lo sé, es la razón por la que hice lo debido de rechazarlo, únicamente que soy sensible y que él me diera esa mirada de «soy un cachorro pateado» no me hizo sentir bien.

      Al menos ya terminaron mis días molestos de ser mujer o me haría un ovillo en mi cama llorando. Doug aún está inclinado hacia mí, intentando descifrar si me siento mejor.

      —A veces a las personas nos gustan los equivocados —murmuro, él me da una sonrisa triste.

      —Sí, suele pasar…

      Presiono con mi mano la de él que se encuentra sobre mi mejilla, él la retira y yo respiro hondo. Frank estará bien, encontrará a una buena chica, una que lo quiera de la manera en la que lo merece por ser tan grandioso chico.

      —Yo pasé a buscarte porque pregunté si alguien vendría a buscarte y me dijeron que andabas por tu cuenta —murmura viendo al frente—, espero y eso este bien contigo.

      —Gracias, aún no uso el auto para venir a la universidad.

      Él asiente antes de sacar su celular y tendérmelo, observo con incredulidad una foto en la que él sale alzándome sobre mis pies, sí, el día en el que nos tatuamos. El título dice «Doug ya tiene a su Jefferson favorito».

      —¿Quieres saber quién me envió el enlace? —asiento mientras leo con rapidez el artículo que redacta como parece haber señales de química entre nosotros.

      —Harry, él me envió el link junto a un «¿explícame?».

      —¿Por qué no me lo envió a mí?

      —Porque siempre van asumir que soy yo el que te lleva por esos caminos, que soy yo la influencia o quien da el paso de que este tipo de cosas se den, como me dijiste una vez, ya me creé una fama. Ahora me toca vivir con ella, ¿no?

      Bueno, eso no suena bien, teniendo en cuenta de que hace lo que parece mucho tiempo, pero que realmente no lo es, yo fui quien le propuso que tuviéramos unas horas que luego podríamos olvidar y me recuerdo correspondiendo los besos que hemos tenido. No resulta justo que automáticamente asuman que todo es culpa de él, como si de alguna forma él me obligara. Incluso, suena terrible y aunque Doug está sonriendo muy en el fondo ha de dolerle que lo juzguen de tal manera.

      —Eso no parece justo —murmuro.

      —Ya sabes lo que dice Dexter, la vida es una perra injusta a la que hay que joder con fuerza para que no te arroje mierda.

      —Creo que eres de los pocos que puede decir la filosofía de Dexter sin que suene muy sucio.

      Él ríe antes de encender el auto y ajustar el espejo retrovisor, baja un poco su ventanilla y me observa.

      —¿Lista para ir a tu apartamento?

      —De hecho… —suspiro—. ¿No podemos dar una vuelta? Aún no quiero ir al apartamento.

      —Pues debo ir al lugar de ensayo por una partitura —dice—, iré a pasar días en casa de mamá y necesito esas partituras porque a ella le gusta que toque el piano para ella, si no tienes ningún inconveniente en ir conmigo…

      —Absolutamente ningún inconveniente —digo quizás con demasiada rapidez haciéndolo reír.

      —De acuerdo.

      • • •

      Doug revisa en un gran estante en busca de las partituras que desea llevarse, este es particularmente el salón del piano, muy pocas veces he entrado.

      Este sitio es de BG.5, donde siempre tienen sus ensayos, tiene el salón más amplio donde ensayan juntos, pero está el salón de guitarras para Ethan y Andrew, el del bajo para Dexter, batería para Harry y este salón está ocupado por dos grandes pianos además de tres teclados.

      No sé tocar instrumentos, siempre he sabido que no nací para ser músico, pero eso no significa que los instrumentos musicales no causen una gran sensación de maravilla ante su visión.

      A pesar de que el piano más amplio y elegante es el negro, me llama mucho más la atención el marrón sencillo, de hecho ese luce un poco desgastado en la madera y el pedal. Supongo que Doug lo utiliza con más frecuencia.

      —¿Estarás para el cumpleaños de Adam? —cuestiono pasando mis dedos por la tapa que cubre las teclas.

      —No lo sé, podría pasar más días con mamá de lo planeado —es su respuesta mientras sigue buscando—, pero intentaré ir, ya compré un regalo para él.

      —Ojala y sí puedas ir —digo distraídamente antes de girarme y encontrarlo revisando las gavetas inferiores, esa es una buena vista de su trasero.

      —Sí, espero…

      Resultaría muy extraño si le tomo foto a su trasero, pero es una buena posición. Pero la lógica que me gana y me doy la vuelta para luego sentarme en el banco individual y acolchado frente al piano.

      —¿Puedo levantar la tapa de las teclas?

      —Sí, claro —responde de manera distraída.

      Miro con anhelo todas esas teclas blancas y negras, aun cuando ni idea de cómo tocar un piano, es un instrumento tan hermoso que con solo verlo quita la respiración.

      Enredo un mechón de mi cabello en mi dedo, ojalá supiera tocarlo. Estoy tan llena de anhelo que no puedo evitar tocar una tecla y el sonido suena grave y fuerte sobresaltándome un poco y llamando la atención de Doug.

      —¿Qué haces? —cuestiona divertido caminando hacia mí con las partituras que buscaba, depositándolas sobre la plana y larga superficie del piano.

      —Solo quise tocar una tecla.

      —Ya veo… —mira alrededor—, ya tengo lo que buscaba, podemos irnos.

      Va a darse la vuelta pero tomo su mano, haciendo que él baje la vista y luego me observe con curiosidad.

      —¿Podrías tocar algo?

      —¿Quieres una especie de concierto privado para ti? —pregunta con diversión.

      Veo distraída hacia las teclas, ciertamente eso me gustaría.

      —Nunca he tenido uno —murmuro en voz baja sin siquiera planearlo.

      —De acuerdo —me sonríe con picardía—, pero solo hay un banco…

      —Puedes tomar el banco de ese otro piano.

      Él ladea la cabeza como si evaluara la situación, pero es evidente que él siempre me llevará la contraria, lo sé cuándo su sonrisa se extiende y se hace más grande.

      —Podemos usar ambos este.

      —¿Por qué no puedes ir por el otro banco?

      —Porque me da pereza caminar.

      —Entonces yo voy por él —digo poniéndome de pie y pasando por su lado pero me envuelve en sus brazos alrededor de mi cintura y se sienta en el banco en el que anteriormente estuve sentada, llevándome sobre su regazo.

      Por supuesto que comenzará a hacer calor.

      —Creo que de este modo podemos estar los dos.

      —No creo que esa sea una buena idea…

      —Ya lo creo que sí —murmura recostando su barbilla en mi hombro y con sus manos presionadas en mis rodillas—. ¿Qué quieres que toque?

      —Una de sus canciones, será como escucharla solo a piano por ti, tienes algunos solos y ayudas con los coro, tu voz realmente me gusta. Bueno, como dice Kathe, ustedes todos tienen buena voz.

      —De acuerdo —retira sus manos de mi rodilla, se remueve en el banco y mis mejillas se sonrojan, no por la vergüenza o timidez, es algo más acerca del calor que me invade ante la posición


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