El deseo prohibido de Doug. Darlis Stefany
necesito de un amo, no voy a doblegarme y no estoy interesada —informo—, no firmo contratos, no quiero. No es mi estilo.
—¿Cómo sabes si no lo has probado? —dice inclinándose hacia mí.
—Eres el director de Recursos Humanos, deberías saber que si no te contienes puedo demandarte por acoso sexual, por favor aléjate.
Ya no sé si mis mejillas están calientes por estar avergonzada e intimidada por su pregunta o por la molestia ante el hecho de que mi lugar de trabajo no es nada cómodo.
Una jefa perra y un hombre mayor que quiere una sumisa. Vaya lugar al que he venido a parar.
Él ríe y pasa una mano por su cabello ondulado y castaño, le frunzo el ceño, nada en esto es divertido, de hecho, una amenaza de denuncia por acoso sexual no debería parecerle divertido, ofrecerle algo como eso a la hermana de los Jefferson no debería ser divertido, nada más imagino la reacción de Harry y quiero reír, ni pensar en Dexter.
—Ya veremos luego…
—No lo creo —digo, dando el tema por zanjado y viendo a Claudia regresar.
Cuando termina la pequeña reunión, me dirijo a uno de los baños, dentro están tres mujeres. Todas ellas mayores que yo, pero dentro del rango finalizando los veinte y empezando los treinta, quizás una de ellas en sus mediados.
Entro a un cubículo y vacío mi vejiga además de hacer lo que toda mujer hace en su periodo, subo mis pantalones y suspiro. Quiero ir al apartamento, acurrucarme y lamentar ser mujer como toda fémina que pasa por estos días tan molestos.
Cuando salgo, solo una chica de piel morena se encuentra aplicando pintura labial, me da una leve sonrisa, se la correspondo antes de lavar mis manos.
—¿Eres la nueva asistente de Claudia, verdad? —asiento con la cabeza, ella debe estar en sus 26 años—, me compadezco de ti, yo soy una de sus trabajadores en «restauración», no debo aguantarla por tantas horas y ya es un martirio cuando lo hago.
Río mientras suelto mi cabello para recogerlo nuevamente y pasar mis manos por mi rostro. Ella me extiende su pintura labial pero declino amablemente, no quiero ser prejuiciosa, pero apenas estoy hablando con ella, yo no sé dónde ha estado su boca.
—Soy valiente, supongo.
—¡Admirable! Eso es lo que eres, sus asistentes no han aguantado más de dos o tres meses, espero que tú sí lo hagas, aunque…
—¿Aunque?
—Aunque te vi hablando con Robert y Claudia es un poco aficionada a él… Más que con el resto, no creo que quieras «jugar» con el juguete de la jefa.
—¡Desde luego que no quiero! —aclaro mi garganta porque parece que estoy a la defensiva—. Él se acercó a hablarme, pero le dejé en claro que no me interesa su propuesta.
—¿Te hizo una propuesta? —dice con sorpresa—. Entonces sí debes interesarle, él siempre se insinúa un poco ante las mujeres nuevas, pero nunca de manera tan directa y pronto.
—Pues no me importa, no estoy interesada.
—¿Segura? Porque muchas han caído, además lo consideran un bombón, no hay que negar que él es bastante caliente.
—Conozco a cinco idiotas que son mucho más caliente que él, créeme.
—A ver si me presentas a uno de ellos —bromea cepillando con sus dedos su cabello—, en ese caso, estoy viendo que has despertado interés en Robert, vete con cuidado, cariño, eres realmente atractiva, demasiado y no querrás que el juguete de la jefa se encapriche contigo.
Hago una mueca, no es como si esa fuera mi meta de vida, ella ríe y me da unas palmaditas en el hombro.
—Por cierto, soy Naomi, si necesitas hablar con alguien acerca de Robert siendo una molestia o Claudia siendo una perra puedes buscarme en el área de «restauración», o simplemente si necesitas a una amiga en este lugar —me da una sonrisa.
—Gracias, Naomi, yo soy Hilary —le sonrío.
—Bueno, Hilary, hablamos luego, que tengas un buen día, cariño.
La veo desaparecer del baño y luego veo mi reflejo en el espejo. Respiro hondo.
—De ninguna manera tú has conseguido a un acosador, Hilary, de ninguna manera —murmuro para mí misma.
Ahora sé que tengo a Naomi, me agrada. Alguien con la que pude hablar en el trabajo sin que acabara intentando rebajarme o queriéndome de sumisa.
Un poco de claridad en un trabajo, que para ser mi trabajo soñado ha parecido últimamente más una pesadilla.
Capítulo XIV
30 de octubre, 2012.
—Realmente tienes que escucharme —es lo primero que le digo a Frank mientras respiro hondo—, realmente.
—De acuerdo.
Miro a mi alrededor, papá aún no ha llegado por mí, estoy comenzando a usar mi auto, pero me lo tomo con calma.
Vuelvo mi vista a Frank quien me sonríe. Frank nunca ha sido un hombre estúpido, razón por la que creo que él sabe que quiero rechazarlo, quizás solo abusa de mi debilidad hacia lastimarlo para hacerse el desentendido.
—Mira, sé que te gustó, es decir, tú lo dijiste hace semanas —no quiero divagar—, te quiero, Frank, eres muy especial para mí…
—Eso es genial, Hilary, tú lo eres para mí —asegura dando pasos hacia mí.
—No, no, Frank, no de esa forma —digo, poniendo mis manos frente a mí, siento mis ojos humedecerse cuando él parece entender—, te quiero, eres mi amigo, y ese es el modo en el que puedo verte.
Él me observa durante un largo momento, esto es tan incómodo y no me siento bien viéndolo hacer esa mueca con sus labios.
—Hilary, pero podemos intentar, realmente no lo sabes si no lo intentas —musita tomando con su mano la mía—, me gustas desde que te conocí, quizás no debí esperar tanto para decírtelo, pero no me prives de la oportunidad de enamorarte.
Niego con mi cabeza intentando retirar mi mano, lastimar a las personas que se quieren no se siente bien, se siente como si nos lastimáramos a nosotros mismos.
—Por favor, Hilary, solo piensa que…
Una bocina suena, miro detrás de mí y noto el auto gris de Doug, que me hace señas con una mano. No quiero parecer cobarde, pero no quiero quedarme para ver cómo Frank hace esas muecas.
—Hilary…
—Frank, eres mi amigo.
—Pero quiero ser más…
—Mira… Debo irme —tiro de mi mano, liberándola de las suyas, creo que asiento antes de caminar hacia el auto de Doug.
Cuando subo, él sube las ventanillas, las cuales están cubiertas por papel ahumado, razón por la que nadie nos ve.
Por un momento no digo nada, pero lo siento mirarme. Entonces, creo que resoplo antes de cubrir mi rostro con mis manos y sentir sollozos leves escapar de mí.
Frank no lo ha tomado bien, se siente como que he perdido parte de mi amigo.
—Princesa, mierda… ¿Qué sucede? —cuestiona retirando las manos de mi rostro, no hay rastros de lágrimas, pero mis ojos están conteniéndolas mientras siento mi labio inferior temblar—. ¿Qué pasó? ¿Te hizo algo?
—No… —murmuro tan bajo que dudo que él me escuche, pero parece que sí lo hace—, creo que he sido yo la que le he hecho algo a él…
—¿Tú?
—Sí, lo acabo de rechazar y la manera en la que me vio —sacudo mi cabeza mientras una lágrima se escapa—, no me gusto poner esa mirada en