El deseo prohibido de Doug. Darlis Stefany

El deseo prohibido de Doug - Darlis Stefany


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mi sonrisa.

      —Sí, lo cierto es que tengo envidia, tal vez deberían conseguir una para mí —dice Ethan tirando de mi cabello—, es más, quiero unas fotos con las dos usando esas chaquetas.

      Yo río mientras veo como él pone de pie a Katherine y la trae hacia nosotros. Él le extiende el celular a Doug.

      —Cada una bese una de mis bellas mejillas —ordena, riendo hago lo que pide y cuando tiene su foto él se ríe—, una foto llena de personas hermosas.

      —Ya veo que estás enamorado de ti mismo y que a mí me ignoras —bromea Andrew.

      Vuelvo a mi asiento con mi ración de comida, y minutos después todos estamos comiendo. Muevo constantemente mis pies mientras cómo y me pierdo en mis pensamientos.

      Realmente estamos en un mismo lugar luego después esas horas y por difícil que parece de creer no me resulta incómodo, es más parecido a un anhelo de tener más de esas horas. La cura ciertamente fue peor que la enfermedad.

      —¿Quién irá por Harry Daniel a la escuela? —pregunto de pronto.

      —Yo —responde Dexter—, en dos horas paso por él y lo dejo donde mamá, ella jodidamente quiere pasar el resto de la tarde con él, mucho más ahora que él anda alrededor de ellos llamándolos «abu».

      Asiento. Apuesto a que mamá le ha dicho a todas sus amigas que Harry Daniel la llama «abu» en referencia abuela y ha presumido que tiene los nietos más hermosos del mundo, cosa que no se puede negar.

      Mastico lentamente y alzo mi rostro encontrándome con la mirada de Doug, quien sonríe y vuelve su atención a su comida.

      • • •

      27 de octubre, 2012.

      —Día dos y el sujeto cree que se morirá por dolores menstruales —digo para mí misma acostada en mi cama y viendo el techo.

      Escondo mi rostro en la almohada mientras busco una posición en que los calambres no resulten tan dolorosos, esto me hace recordar a la vez que mi cuñada en broma me aseguró que los dolores de parto eran peores, no quiero ni imaginarlo.

      Tal vez yo en un futuro pueda adoptar.

      Tomo mi celular para ver la hora, en tres horas debo estar en la galería, es uno de mis tres días laborables, lo bueno es que solo son cuatro horas y media. Además, falté a clases.

      Tengo que hacer la escultura del boceto que Doug hizo para mí y esa es la única razón por la que me levanto de la cama y camino hacia la pequeña sala de estar que Katherine y yo decidimos utilizar para realizar nuestros deberes o «artes».

      Busco todo lo que necesitaré y entonces evaluó con fijeza el boceto hecho por Doug. Lo primero es que debo conseguir ese tono de amarillo, es justo el que quiero. Busco entre mi caja de pinturas hasta dar con diversos tonos de amarillos además del color blanco.

      Una vez hago infinitas mezcla hasta descubrir cuál es el amarillo que quiero, tomo la arcilla. Particularmente no me gusta trabajar con arcilla, principalmente porque se me hace algo fastidioso darle forma.

      Pero estoy segura que la arcilla es el material idóneo para hacer el cuerpo de la máscara, para hacerla su base.

      Muy bien, aquí voy.

      Una hora después tengo los dedos y uñas llenas de arcilla mientras que con una tijera corto el hoyo de los ojos, es algo bueno tener buen pulso.

      Presiono mi lengua contra mi labio superior en un gesto de concentración, tiene que quedar tan genial como lo es el boceto, sin embargo, al ver la hora en el reloj que Katherine colocó en la pared, me doy cuenta de que falta una hora para que deba ir a trabajar y que soy un desastre.

      —Mierda —me permito murmura porque no hay nadie que se dé cuenta de que dije una mala palabra.

      • • •

      Tomo nota de las indicaciones de Claudia mientras los que están a cargo de cada departamento de la galería la escuchan con atención. Al parecer, aun cuando debí apurarme y arreglarme con rapidez, mi atuendo ha sido aprobado por ella, me alegro que así sea porque este pantalón rojo ajustado me salió costoso en su momento al igual que la camisa de botones de mangas largas que llevo, ni qué decir del abrigo que me resguarda de lo frío que está Londres.

      —Entonces eso será en un mes, vendrán unos importantes socios alemanes, así que deben organizar todo, será una gran exhibición que… —su celular interrumpe—, lo siento, debo atender esta llamada.

      Bueno, creo que ella es mala conmigo, porque con el resto de los trabajadores parece ser más educada, aun cuando mirando a mi alrededor noto que hay más personal masculino que femenino, qué cosas.

      Llevo mi mirada a las notas rápidas que he tomado, no puedo evitar sonreír, en aproximadamente un mes, será el primer evento en el que participaré en la galería, una importante exhibición de arte de individuos de Alemania, el evento lo han patrocinado unos socios alemanes, por lo que resulta tan importante.

      Siento el sofá de mi lado hundirse, alzo mi vista y se trata del representante de recursos humanos, lo que llamo el juguete de Claudia. Robert me muestra una gran sonrisa donde deja ver sus blancos dientes, bueno, me alegra que tenga un buen odontólogo.

      —¿Qué tal te está yendo con el trabajo?

      —Bastante bien —respondo viéndolo por cuestión de educación, no porque quiera.

      Claramente es un hombre moreno muy atractivo con un leve acento italiano, pero creo que tiene cierta tendencia a invadir espacios personales y su sonrisa lobuna da a entender que cuando me habla parece que piensa en otras cosas no profesionales.

      —Eres la asistente más hermosa que Claudia ha contratado alguna vez, apuesto que eso la está matando, pues sus asistentes suelen ser su sombra.

      Enarco una ceja con curiosidad, esa mujer claramente está llena de inseguridades, y mira que es atractiva, aun cuando mucha de esa belleza ha sido pagada, no se puede negar sus atributos.

      —Mis intenciones son profesionales, realmente no creo que mi aspecto físico deba ser un inconveniente para conservar mi trabajo.

      —¿Qué edad tienes, Hilary? —pregunta y quiero reír porque creo que adrede hace su voz más ronca, como si quisiera hacerme suspirar.

      —20 —respondo.

      —Mayor de edad desde hace dos años…

      —No en todos los países —agrego con una sonrisa falsa. Él ríe de mi comentario mientras de manera «casual» deja caer su mano en mi rodilla.

      No puedo evitar ver su mano en mi rodilla, la quiero fuera, razón por la que cruzo mis piernas haciendo que su agarre desaparezca. Él me da una sonrisa coqueta.

      —Yo estoy por cumplir los 30 años, pronto.

      —Qué bien —me limito a decir viendo a mi alrededor, quiero que Claudia vuelva y retome sus órdenes para que su juguete se distraiga.

      —Dime una cosa, Hilary, ¿tienes novio?

      Esta vez realmente lo miro con los ojos entrecerrados sin responder, él como que quiere interpretar un personaje literario, pero la copia es tan mala que solo me causa gracia.

      —¿Has escuchado del sadomasoquismo?

      —He leído del tema —respondo encogiéndome de hombros.

      —¿Qué opinas?

      —¿Cómo que qué opino?

      —¿Te gustaría practicarlo?

      Abro mi boca con incredulidad mientras siento mis mejillas calentarse, pero qué cinismo y manera de abordar una confianza que no le he otorgado. ¿Qué le ha dado la idea de que me gusta ser azotada o amarrada? Además… ¿Qué le he ha hecho creer que quiero que sea él quien practique semejantes actos?

      Ahora me doy cuenta de que seguramente


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