Contra la caridad. Daniel Reventós

Contra la caridad - Daniel Reventós


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sienten que es más probable que obtengan ganancias. Los espectáculos caritativos de las celebridades parecen confirmarlo, aunque suele obviarse el alcance de sus donaciones caritativas, el porqué y los resultados para los beneficiarios de su altruismo. Siempre se dan más detalles sobre la vestimenta de los artistas en un baile de gala que sobre las verdaderas condiciones de la gente a la que se supone que ayudan. La teoría de la señalización intenta comprender el altruismo como algo un poco más complejo que la simple forma del «yo te rasco la espalda y tú me rascas la mía», pero, fundamentalmente, se trata de beneficios individuales para los donantes mediante altruismo expuesto públicamente. De ahí que la «señalización costosa» sea el comportamiento que se refiere a los donantes en tres de cuatro puntos (dicho esto, si el donante quiere señalar algo, necesita al menos un beneficiario, así que el primer punto también se refiere a él, al menos parcialmente): 1) beneficioso para el prójimo; 2) observable por los demás; 3) costoso para el emisor de maneras que no pueden ser recíprocas, y 4) asociado a la riqueza, aptitud, fuerza y forma del emisor. Al tomar la desigualdad como algo dado, esta teoría está obligada a explicar el comportamiento aparentemente manirroto y altruista en situaciones en que es improbable que se dé la reciprocidad diferida. Pero no se suele analizar por qué es improbable que se dé.

      Se ha observado en varios estudios que, en las sociedades precapitalistas, los buenos cazadores que se arriesgan a matar a una presa grande, cuando comparten en común su abundancia, no obtienen más comida que otro. Pero su generosidad aumenta su reputación y señala información fenotípica importante. Un emisor de alta calidad suele tener más éxito a la hora de establecer alianzas y encontrar pareja. La teoría de la señalización costosa no está lejos de la explicación de Thorstein Veblen en La teoría de la clase ociosa, donde la donación de «regalos valiosos y fiestas y espectáculos caros» —lejos de poner las bases para un fondo circulante que cree confianza, estabilidad y estima, como ocurre en una sociedad de intercambio de dones— es una competición individual. Para Veblen, el consumo dilapidador por parte de la clase ociosa era una exhibición de poder: «El consumo ostensible de bienes de valor es un medio de obtener reputación para el caballero del ocio».53 Enseguida establece un vínculo entre los «espectáculos costosos» del potlatch y la organización de bailes de sociedad, aunque, de hecho, existe una gran diferencia entre ambos, porque el primero se orienta a la comunidad y el último es una forma individual de autopromoción y, lo que es más importante, los organizadores del potlach no eran precisamente caballeros del ocio. El punto importante aquí es que, una vez comprendidos los beneficios de la ostentación, hay un pequeño paso, y no solamente lingüístico, hasta la «compasión ostentosa», como apunta Patrick West en Compasión ostentosa: por qué a veces el ser bondadoso es realmente cruel.54

      En términos de grupo, las prácticas religiosas costosas pueden parecer inadecuadas, pero unen a la comunidad mediante un ritual ostentoso, a menudo realizado públicamente, a fin de demostrar lealtad al grupo, cuyos miembros responderán después con mayor compromiso con el grupo. Sin embargo, esta es una comunidad totalmente exclusiva y, cuanto más costosas sean las contribuciones, tanto menor será la probabilidad de que surjan gorrones. En general, según la teoría de la señalización, solo un hombre de estatus elevado tiene los recursos para comportarse de modo altruista y, cuanto más altruista sea, tanto mayor será su estatus (hablamos de hombre, porque la selección patriarcal ha determinado, mediante las normas de propiedad, que la «compasión ostentosa» a gran escala sea, generalmente, una actividad masculina).

      La teoría evolutiva busca la explicación del señalamiento altruista. La selección natural puede significar que los genes de los individuos prósperos han evolucionado para asegurar que sus familiares con genes semejantes se beneficien de la «adaptación inclusiva». Por ello, muchos investigadores creen que el altruismo se dirige, en primer lugar, a los miembros de la familia. Pero algunos individuos extienden su altruismo más allá de la familia, cosa que el «altruismo recíproco» intenta entonces explicar sugiriendo que los aliados creados de este modo, finalmente, devolverán el favor.

      Los investigadores de este ámbito, centrados en el comportamiento individual (o, como mucho, intragrupal), consideran el altruismo un gran misterio, porque los individuos altruistas, aparentemente, sacrifican sus intereses personales, dinero y tiempo. De manera que parece que reducen sus posibilidades de sobrevivir o reproducirse y, según la teoría de la selección natural, este tipo de comportamiento, con el tiempo, debería desaparecer. Pero el altruismo ha aguantado, hasta el punto de estar creciendo en la academia como especialidad autorreferencial y ser practicado por celebridades que entienden muy bien sus beneficios. Por poner un ejemplo: en una entrevista reciente, David Beckham, con una fortuna familiar (la marca Beckham) de cerca de 500 millones de libras esterlinas (lo que le convierte en más rico que la reina Isabel II),55 decía tener la esperanza de ser recordado tanto por «sus obras de caridad como por su fútbol».56 Y demuestra que realizaba sus obras caritativas porque, realmente, tenía la esperanza de obtener el título de caballero (pero la «panda de idiotas» del comité honorífico lo pretirió, preocupada por sus asuntos fiscales).57 Obviamente, la «panda de idiotas» no entendía lo que Beckham sabía: que casi cada acto de altruismo contiene algún tipo de compensación.

      En algunas investigaciones sobre altruismo aparece la transacción de género, lo que sugiere que las mujeres que buscan pareja estable consideran más atractivos a los hombres buenos, en tanto que personas dispuestas a compartir sus recursos con ellas y sus hijos. Los hombres suelen ser más altruistas en las fases iniciales de una relación romántica, o cuando presumen ante una mujer atractiva, mientras que las mujeres son menos dadas a mostrar altruismo a un hombre atractivo (al fin y al cabo, la mujer no puede ir derrochando recursos). Ambos sexos, pero especialmente las mujeres, suelen afirmar que la bondad es el rasgo más deseable en una pareja. Así:

      Si eres un hombre que busca un compromiso con una mujer, no deberías dudar en alardear de ser el mentor no retribuido de los niños de la escuela básica o de ayudar a tu vecina anciana a hacer la compra cada semana.58

      A pesar de que se ha teorizado que la evolución ha dado forma a mecanismos psicológicos como las emociones que promueven el comportamiento altruista, el enfoque evolutivo se centra, fundamentalmente, en la utilidad social del altruismo. La teoría de la inversión selectiva plantea la hipótesis de que los vínculos sociales estrechos y los mecanismos emocionales y cognitivos evolucionaron para asegurar la supervivencia y el éxito reproductivo mediante el altruismo a largo plazo y de alto coste entre personas mutuamente dependientes. A menudo, el objetivo es descubrir cómo promoverlo mediante «la investigación, para crear situaciones en que el comportamiento caritativo dé buenos resultados a largo plazo».59

      A primera vista, el altruismo —este comportamiento en que, según todas las explicaciones, un agente incurre en un coste personal mientras mejora el bienestar de otro— parece contraintuitivo, en contradicción con los principios de la evolución darwiniana. El propio Darwin reconocía que el altruismo representaba un desafío a su teoría de la evolución: «quien, como muchos salvajes, está dispuesto a sacrificar su vida en lugar de traicionar a sus compañeros a menudo no dejará retoños que hereden su noble naturaleza».60 En este punto intervienen los neurobiólogos, que buscan las bases neuronales del comportamiento altruista utilizando el escáner de resonancia magnética funcional. Han descubierto, por ejemplo,61 que la actividad caritativa activa la vía de recompensa mesolímbica, que se suele encender en respuesta al sexo o el alimento, y la corteza subgenual/región sextal son activadas por la actividad caritativa, y que esas estructuras están estrechamente relacionadas con el apego social y la vinculación con otras especies. La conclusión es que el altruismo, más que una facultad moral superior de algunos individuos, está programada en el cerebro y se asocia a sensaciones placenteras.

      Un influyente estudio, El cerebro altruista: cómo somos buenos por naturaleza, de Donald Pfaff,62 discrepa de la noción cristiana de pecado original y del concepto capitalista del egoísmo humano como fuerza motivacional de los actos bondadosos y plantea la hipótesis de que los seres humanos están «programados» para ser buenos, exactamente igual que lo están para adquirir una o más lenguas naturales. Pfaff presenta e interpreta datos a favor de la idea de Wilhem von Humboldt, expuesta en su tratado sobre la libertad y la responsabilidad humanas,63 según la cual la humanidad está intrínsecamente más inclinada a la filantropía


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