Sepulcros blanqueados. Guillermo Sendra Guardiola
60? Sé lo que significa. Dios mío, la he tenido tanta veces en mis manos.
Se levantó bruscamente de su silla y se acercó a las estanterías repletas de libros. Comenzó a rebuscar entre ellos.
—Está equivocado: no es un quince.
—¿Cómo?
—Lo que usted creía que era un quince es la abreviatura bíblica del libro de Isaías: IS.
Y extrajo un libro de considerables dimensiones que abrió sobre la mesa y comenzó a hojearlo.
—¡Aquí está! —exclamó la monja, con euforia contenida, mientras señalaba con el dedo índice el texto exacto para que el policía leyese—: Isaías, versículo 13, párrafo 11.
—«Castigaré a los impíos por su iniquidad; acabaré con la arrogancia de los soberbios y abatiré la altivez de los despiadados» —leyó Velarde, de forma pausada, casi ceremoniosa.
Aurora se mostraba entusiasmada con su descubrimiento y no cesaba de ofrecer información, con una locuacidad inusitada.
—¿Sabe cuál es el significado etimológico de Biblia? Es de origen griego y significa «libros», porque es el compendio de dos grandes bibliotecas: el Antiguo y el Nuevo Testamento. El que nos interesa ahora es el primero: el Antiguo Testamento está compuesto por cuarenta y seis libros que se dividen en diversos grupos según la temática. El Pentateuco lo forman cinco libros; los Libros Históricos son dieciséis; tres los Libros Poéticos; cinco los Libros Sapienciales; y, por último, los Libros Proféticos son diecisiete: Jeremías, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías y…, —se detuvo, intencionadamente.
—A ver si lo adivino: Isaías.
La religiosa simuló unas palmas silenciosas.
—Entonces… —continuó el policía—, nos encontramos ante una cita bíblica.
—Pero no una cita cualquiera —espetó ella, aún embriagada por la euforia—, este versículo, el libro entero de Isaías, es un himno a la capacidad punitiva de Dios, a su poder inmisericorde de castigar.
17
El recepcionista del Hotel Tívoli leía, tranquilamente, el periódico.
ABC
Martes, 21 de octubre de 1975
TODO PREPARADO PARA LA «MARCHA VERDE» SOBRE EL SÁHARA.
«Más de medio millón de marroquíes han respondido al llamamiento del rey Hassan II y se han inscrito para formar parte de la “Marcha Verde” (así llamada porque en las costumbres islámicas el color verde simboliza la paz y la buena voluntad).
Aunque solamente el rey sabe la fecha de su comienzo y, presumiblemente, no la hará pública hasta que todo el contingente humano esté concentrado en Tarfaya, ciudad marroquí situada a unos treinta kilómetros del Sáhara».
CAMPOS MINADOS
«Según informaciones procedentes de El Aaiun, la frontera entre el Sáhara español y Marruecos está sembrada de minas. Algunas de ellas constituyen la línea defensiva española y otras han sido colocadas por los propios marroquíes tanto a un lado como a otro de la línea divisoria.
La existencia de tales minas, muchas de ellas desconocidas para las fuerzas españolas, e imposibles de desactivar en un plazo tan corto, añade un peligro más a la iniciativa provocadora de Hassan II.
Desde el Alto Estado Mayor se nos confirma que el contingente militar español está en extrema alerta y preparado para intervenir en cualquier momento, mientras que los esfuerzos diplomáticos se intensifican para que el monarca marroquí desista de sus provocaciones».
La lectura es interrumpida al abrirse la puerta de acceso desde la calle. El recepcionista se levantó de su asiento para recibir al visitante.
—Buenos días, señor, le doy la bienvenida al Hotel Tívoli. ¿En qué puedo servirle? ¿Desea una habitación?
—Soy el subinspector Gálvez y…
—Ah, sí. Resulta que esta mañana, recuperados ya de la impresión del crimen de ayer, hemos repasado los registros del hotel y hemos comprobado que el día en que se reservó la habitación se nos entregó un pequeño paquete para su custodia en nuestra caja fuerte.
—¿Y ese paquete fue retirado? —preguntó, perplejo, el policía.
—No. Nadie lo ha retirado. —Y seguidamente colocó sobre el mostrador un pequeño paquete, de forma rectangular, envuelto con papel de regalo.
Gálvez quedó inmóvil, pensativo, todavía estupefacto por aquella nueva pista.
Cogió el paquete entre sus manos. Lo sopesó. Lo zarandeó levemente para escuchar si su contenido se movía.
Dudó qué hacer.
Al final, decidió abrirlo allí mismo, ante la mirada expectante del recepcionista.
Sacó del bolsillo del pantalón una estilizada navaja con la que cortó, con la precisión y la cautela de un cirujano, el celo que sujetaba el envoltorio.
Descubrió una pequeña caja de cartón color añil.
Ayudado con un pañuelo levantó la tapa y la depositó, cuidadosamente, sobre el mostrador.
Ambos se inclinaron, lentamente, para escudriñar el interior de la misteriosa caja.
18
—¿Cómo ha sabido que se trataba de un versículo de la Biblia?
—Me lo ha desvelado la parte inferior de la inscripción.
—¿RVR60?
—Es la abreviatura de la Biblia Reina-Valera, en su revisión de 1960. Cualquier experto en los libros sagrados lo hubiese adivinado.
—¿Biblia Reina-Valera? ¿Qué es? ¿Alguna versión prohibida por la Iglesia?
La religiosa sonrió.
—Bueno, no va del todo desencaminado.
Velarde se dejó caer sobre el sillón, apoyó los codos sobre los reposabrazos y juntó los dedos de ambas manos, formando una especie de triangulo.
—Ilústreme de nuevo —dijo, adoptando una postura de alumno aplicado que espera recibir una lección magistral de su maestro.
La monja se sentó frente a él; sus ojos brillaban de satisfacción por el hecho de que un policía reclamase sus conocimientos con el fin de resolver un perturbador crimen.
Respiró hondo.
—La primera traducción completa de la Biblia al castellano partiendo de los idiomas originales, el hebreo y el griego, la realizó Casiodoro de Reina, monje jerónimo que tuvo que huir de España para escapar de la Santa Inquisición. Hasta entonces, las traducciones provenían del latín. Tras doce años de ardua labor, por fin la Biblia de Reina, en castellano, fue publicada en Suiza, allá por el año 1569. Es también conocida como la Biblia del Oso, por tener dibujado en su portada a un oso encaramado a un árbol.
—¿Una biblia con un oso de portada? —exclamó un sorprendido Velarde.
—Todo tiene una explicación: la Iglesia solo permitía biblias en latín; cualquier traducción estaba perseguida; por eso, cuando se publicó la biblia de Casiodoro de Reina, en castellano, se evitó, intencionadamente, cualquier símbolo religioso para no delatar su naturaleza.
—¡Vaya! Ya conocemos la biblia de Reina. ¿Y Valera?
—Cipriano de Valera, en 1602 amplió y mejoró la traducción de Casiodoro de Reina.
—¿Esa es la biblia Reina-Valera?
—Así es. Y su última revisión o actualización tuvo lugar en 1960, siendo, a fecha de hoy,