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creencia general que las diferencias entre humanos y no humanos son tan grandes que casi siempre está justificado el trato diferente de los humanos. Se pensaba que los humanos eran algo aparte del resto de la creación. Se decía que eran los únicos seres racionales, hechos a la imagen y semejanza de Dios, dotados de alma inmortal y que en consecuencia eran diferentes en especie de los demás animales. Esta imagen de la humanidad es la que Darwin destruyó […]. Darwin sostuvo que esos animales [los grandes simios] son inteligentes y sociables y que poseen un sentido moral rudimentario […]. La consecuencia moral es que, si tienen esas facultades, no hay entonces base racional alguna para negarles los derechos morales básicos, al menos si seguimos proclamando esos derechos para nosotros.20
Finalmente, el propio Peter Singer, en un artículo titulado «Darwin para la izquierda», que es una especie de programa de renovación de la izquierda sobre unas bases biológico-darwinistas, ha escrito:
¿Qué hay de aquellas cosas que una izquierda darwinista apoyaría? […] Reconocería que el modo en que explotamos a los animales no humanos es una herencia de un pasado predarwiniano que exageró el hiato entre los humanos y otros animales; y, por tanto, trabajaría en pos de un estatuto moral mayor para los animales no humanos.21
El darwinismo, la izquierda y la nueva revolución
El darwinismo, por tanto, brinda una nueva oportunidad, una nueva causa moral a la izquierda: «trabajar por un mejor estatuto moral para los animales no humanos», como acabamos de oír a Singer. Un mejor estatuto que apunta hacia la igualdad de hombres y demás animales. Por tanto, esta es la nueva frontera a conquistar por parte de la izquierda: la igualdad más allá de los límites de la especie humana. Esa es la nueva consigna de un darwinismo ganado para la izquierda. Si en el pasado la oposición dialéctica había sido reconocida solamente entre los poseedores del capital y el proletariado, y tendía al logro de una sociedad sin clases; si después se comprendió que la oposición alcanzaba igualmente al conflicto racial entre blancos y negros y que exigía la superación del racismo; y si últimamente la tensión dialéctica se había despertado con los conflictos en la distribución de los papeles sociales y en la desigual atribución de derechos entre hombres y mujeres al vislumbrarse la causa feminista; ahora, la izquierda, esclerotizada por falta de ideas y proyectos sociales, recibe un nuevo impulso proveniente del darwinismo, que le ofrece una causa renovada, una nueva tensión con la que superar y salir del estado de colapso ideológico en que se encuentra. «A una izquierda urgida de nuevas ideas» propone Singer una «nueva comprensión de la naturaleza humana». En definitiva, «es la hora de desarrollar una izquierda darwiniana».22 esta es la perspectiva, sugerida por el mismo Singer. A esta luz probablemente hay que interpretar la presentación de la proposición no de ley en el Congreso de los Diputados realizada por el diputado del Partido Verde, Francisco Garrido, el día 5 de septiembre de 2005.
Naturalmente, la nueva causa moral que el izquierdismo darwinista quiere asumir es —según Singer— una nueva revolución. Las exigencias contenidas en el proyecto de este peculiar darwinismo singeriano son de tal envergadura cultural, social, jurídica y religiosa que solo una revolución puede llevarlas a la realidad. Así pues, la reivindicación de la nueva izquierda darwinista comporta una revolución ética. La revolución marxista tenía un alcance fundamentalmente económico. Su objetivo era corregir las injusticias introducidas por la revolución industrial en la estructura económica de la sociedad. Pero el calado ideológico de la nueva revolución es mayor. Su finalidad es corregir una serie de creencias y de hábitos de pensamiento tan antiguos como la civilización cristiana, como expresamente dice el propio Singer.
Emulando la terminología de T. S. Kuhn, aborda Singer la cuestión relativa a «la estructura de las revoluciones éticas».23 Dice así:
Hace cuatrocientos años nuestras concepciones sobre nuestro lugar en el universo entraron en crisis. Los antiguos usaron un modelo del sistema solar ideado por Ptolomeo de acuerdo con el cual la tierra ocupaba el centro del universo y todos los cuerpos celestes rotaban en torno de ella. Sin embargo, incluso los antiguos sabían que este modelo no funcionaba muy bien.24
Pues bien, prosigue el nuestro:
[...] al igual que la vieja cosmología antes de Copérnico, la doctrina tradicional de la santidad de la vida humana se encuentra hoy en serios aprietos. Sus defensores han respondido tratando de zurcir los descosidos que continuamente aparecen en ella.25
He aquí la otra cara de la revolución ética (izquierdista-darwinista) que Singer quiere acometer: la doctrina de la santidad de la vida humana, doctrina profundamente arraigada en el fondo de ideas cristianas —dice el mismo autor— que están en la base de la civilización occidental. La nueva revolución ética, por tanto, tiene dos caras: de un lado, la promoción de la idea de igualdad de todos los animales; de otro lado, consecuentemente, la lucha contra la exclusivista doctrina de la santidad de la vida humana. Esta segunda cara de la revolución ética propugnada por Singer nos da una idea del calado y de la profundidad de las consecuencias que se pretenden alcanzar.
En el intento de perpetuar el viejo paradigma (para proseguir con la emulación de la terminología kuhniana), a saber la doctrina de la santidad de toda vida humana, sus partidarios —nos dice Singer— han tropezado con todo tipo de contradicciones. La mayor contradicción de este paradigma es el tabú construido para preservar cualquier tipo de vida humana en cualquier tipo de situación. Singer cree que este tabú ha sido levantado para resistir a todas las tentativas de los opositores del paradigma cristiano cuando, al comparar la vida de los seres humanos intelectualmente discapacitados con la de los animales no humanos, han querido sacar las lógicas consecuencias. El imperativo del viejo paradigma cristiano es mantener bien alta en todo caso la frontera infranqueable de la especie humana como línea divisoria de la ética de la santidad de la vida. Pero para Singer tanto la pretensión de marcar una línea divisoria infranqueable entre hombres y animales como su correlato de la santidad de toda vida humana son un ejercicio de obstinación, ya que «es abrumadora la evidencia de que las diferencias entre nosotros y el resto de las especies son diferencias de grado más que de especie».26 La obstinación y los parches para salvar el «viejo paradigma» —prosigue Singer— podrán continuar tanto como se desee, pero de ningún modo resolverán la situación de «incoherencia y simulación» en que se halla la vieja ética. La superación de todas las incongruencias que la vieja ética ha ido arrastrando a lo largo de la historia requiere un cambio radical, requiere una revolución. Así pues, «es tiempo de otra revolución copernicana».27
Singer, que se ha declarado ateo en repetidas ocasiones, asegura que la nueva revolución se ha de dirigir contra las creencias religiosas sobre la vida humana, en particular sobre su origen, su desarrollo y su fin. «Será de nuevo una revolución contra un conjunto de ideas que hemos heredado del período en que el mundo intelectual estaba dominado por un punto de vista religioso». También Rachels considera que la vida humana no debe continuar siendo mirada con el temor supersticioso (entiéndase temor religioso) que ha dominado hasta ahora el pensamiento tradicional de Occidente.28 La tendencia humana a creerse el centro del universo ético moverá a muchos a oponer una firme resistencia a tal sacudida para el orgullo humano. «Para muchos las ideas serán demasiado chocantes como para ser tomadas en serio». Pero Singer, que, a pesar de su ateísmo, no carece de una cierta vena profética, da por cosa hecha que «el cambio llegará», porque «la concepción tradicional de la santidad de toda vida humana es incapaz de resolver el cúmulo de problemas a los que ahora nos enfrentamos».29
Reescribir los mandamientos sobre la vida y la muerte
La nueva revolución que Peter Singer augura consiste en reinterpretar la naturaleza humana sobre las bases del evolucionismo darwinista, y en abolir posteriormente los mandamientos de la vieja ética de la santidad de la vida humana y escribir unos nuevos mandamientos sobre la vida humana. Singer presenta un esbozo de las nuevas tablas de la ley. Pero se trata únicamente de un esbozo. En lugar de diez, este autor cree suficiente proponer cinco nuevos