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en el sensismo y el materialismo, hace suya la filosofía utilitarista poniéndola como fundamento de una teoría política, según la cual es tarea del gobierno hacer posible el logro de la felicidad (sensible) para el mayor número de personas gobernadas.
Bentham mismo, que es considerado el sistematizador del utilitarismo, asegura haber encontrado la inspiración para su propia formulación del utilitarismo en Hume, Helvetius y Beccaria (1738-1794).
• Los principios del utilitarismo
Sobre los principios de los que parte la ética utilitarista, se puede decir que son fundamentalmente los siguientes:
a) En general, puede decirse que el utilitarismo es un intento de convertir la ética en una ciencia positiva (descriptiva, por tanto) de la conducta humana, hasta el punto de creer poder hacer de ella una ciencia «exacta como la matemática».47 Este rasgo pone al utilitarismo en clara relación con el positivismo, sobre todo en John Stuart Mill.
b) En consecuencia, dada su procedencia y orientación antimetafísica y positivista, el utilitarismo prescinde de la consideración del fin, deducible únicamente de la naturaleza humana, y se limita al estudio de los motivos que de hecho mueven al hombre a obrar, encontrando en la tradición hedonista el placer como el motivo último al cual el hombre, y todo otro ser sentiente, obedece.
c) Pero el utilitarismo considera un placer imperfecto el del hombre individual si no se pone en relación con la sociedad. Por ello prefiere atender más al carácter supraindividual o colectivo del placer como motivo de las acciones humanas en general, según la fórmula propuesta por Cesare Beccaria: «La felicidad mayor dividida entre el mayor número de hombres» (la massima felicità divisa nel maggior numero).48 Se deja ver en esta fórmula claramente el gusto por la descripción aritmética, tan característico del utilitarismo como una ciencia descriptiva de la conducta. Visto en estos términos, el utilitarismo es más una sociología que una ética. Por otro lado, la fórmula de Beccaria presupone la aceptación de la coincidencia de la utilidad privada con la utilidad pública. El intento de explicar la coincidencia de estas dos formas de utilidad fue una de las principales aportaciones realizadas al utilitarismo por John Stuart Mill. En su opinión, la ley de la asociación psicológica era capaz de explicar esta coincidencia: la felicidad de los demás es deseada por el hombre individual porque revierte en su propia felicidad.49 Por eso mismo J. S. Mill ponía en relación la coincidencia de utilidad privada y pública con el sentimiento de la humanidad que Comte había constituido como el fundamento de la nueva religión positiva del grand Être: la religión del gran Ser, es decir, la Humanidad.50
d) Como nueva orientación de la ciencia moral, que pretendía ser descriptiva y rigurosa, el utilitarismo ofrecía una base especulativa a la naciente economía política, cuyos pioneros (Thomas Malthus, 1766-1834; y David Ricardo, 1772-1823)51 se identificaron de inmediato con la filosofía utilitarista, compartiendo también su espíritu positivista y reformador.
e) Finalmente, el espíritu antimetafísico del utilitarismo, lo incapacitaba para considerar el carácter intrínsecamente bueno o malo de una acción humana (en cuanto en relación directa u opuesta a los fines a los que de suyo tiende la naturaleza humana). De ahí que, no pudiendo ser establecido que una acción humana sea buena o mala por sí misma, solo puede serlo atendiendo a sus consecuencias. Por eso el utilitarismo, si quiere mantener una apariencia de teoría moral, tiene que hacer suyo el consecuencialismo, según el cual una acción es buena o mala por las consecuencias que su realización comporta (en cantidad y calidad de placer o dolor) y no por una etérea bondad o maldad intrínsecas en las que no cree. De hecho, como hemos referido, el utilitarismo y consecuencialismo son identificados por no pocos filósofos y teólogos morales.
• El utilitarismo en la bioética actual
En las últimas décadas, el utilitarismo ha vuelto a hacerse presente en la defensa de lo que se ha dado en llamar, con típica expresión utilitarista, la calidad de vida, contra las posiciones en defensa del principio de la sacralidad de la vida humana. En el actual debate bioético el utilitarismo ha tomado partido a favor del aborto, la eutanasia, la reproducción asistida y las aplicaciones de la genética a la vida humana. Los autores más destacados en este panorama son James Rachels,52 John Harris,53 Helga Kuhse (en coautoría con P. Singer)54 y sobre todo Peter Singer, nuestro autor, el más representativo actualmente de los filósofos utilitaristas, quien, como ya hemos visto, concibe la ética no como un estudio de problemas abstractos, sino como una obra de reforma (o de revolución) de las convicciones morales que sea capaz de dar origen a una nueva moral. La nueva moral de Peter Singer pretende, ante todo, ser un instrumento eficaz para la defensa de los intereses (nótese que no se dice derechos) de todos los individuos sentientes a partir de lo que este autor llama el utilitarismo de las preferencias, que es una versión renovada del utilitarismo decimonónico. En esta nueva concepción moral, Singer critica el especieísmo, que hasta ahora ha amparado únicamente los derechos de las personas humanas. El concepto de persona, que reviste una importancia capital en la nueva estrategia utilitarista de Singer, ha sido redefinido a partir del criterio de la capacidad de autoconciencia. El nuevo concepto de persona ha llevado a Singer a negar que sean personas los embriones humanos, los recién nacidos y los afectados por enfermedades psíquicas si están privados de la conciencia.
El utilitarismo es una ética empirista
Hemos visto que Hume se encuentra en el origen del utilitarismo. Su filosofía moral descansa fundamentalmente sobre la eliminación de la razón (como facultad de conocimiento del bien) y de la voluntad (como facultad de tendencia al bien, que Hume rebaja al plano de los apetitos sensibles) y en la afirmación de que el conocimiento humano se reduce a la experiencia (que, se le llame impresiones, percepciones, ideas, siempre se trata de una representación de naturaleza sensorial). La eliminación de la razón y de la voluntad (las dos facultades del espíritu humano) tiene una consecuencia inmediata: el bien queda reducido al bien sensible y el mal al mal sensible; es decir, bien y mal se equiparan, a falta de la intervención del espíritu, al placer y al dolor. Se aprecia fácilmente que la reducción del bien al nivel sensible presupone la negación de la espiritualidad humana. El empirismo es una forma de materialismo. Para Hume, bueno es lo que proporciona o aumenta el placer y malo lo que comporta o incrementa el dolor.
Jeremy Bentham continúa la construcción del edificio de la ética empirista allí donde Hume lo había dejado. Hume había equiparado, implícitamente al menos, a hombres y animales en lo esencial. Tratando en la Investigación sobre el entendimiento humano de la razón de los animales, había puesto las bases para negar la razón y la voluntad humanas y, en consecuencia, para equiparar hombres y animales. Bentham, sin embargo, va más allá; o al menos hace explícito lo que Hume solo había sugerido. Admitiendo que la capacidad de experimentar placer y dolor es el verdadero fundamento de la moral y de la posesión de derechos, Bentham no tiene más remedio que postular la existencia de los derechos de los animales.
¿Pero hay razón alguna por la cual debiéramos dejar que se les atormente [a los animales]? Ninguna que yo pueda ver. ¿Hay razón alguna por la cual no debiéramos dejar que se les atormente? Sí. Varias. Lejos está el día, y lamento decir que en muchos lugares ese día no ha pasado aún, en que la mayor parte de los individuos de nuestra especie han sido tratados por la ley, bajo la denominación de esclavos, exactamente al mismo nivel en el que, en Inglaterra, por ejemplo, son todavía tratadas las razas inferiores de animales. Puede que llegue el día en que el resto de la creación animal logre adquirir esos derechos que nunca podrían haberles sido arrancados sino por la mano de la tiranía. Los franceses han descubierto ya que la negrura de la piel no es razón para que un ser humano fuese abandonado sin remedio al capricho de un torturador. Puede que llegue un día en que se reconozca que el número de patas, la vellosidad de la piel o la terminación del os sacrum sean razones igualmente insuficientes para abandonar a un ser sensitivo