En torno al animal racional. Leopoldo José Prieto López

En torno al animal racional - Leopoldo José Prieto López


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Pero un caballo o un perro en su pleno vigor es, sin comparación, un animal más racional, y más dialogante, que un niño de un día, o una semana. Pero supóngase que fuera este el caso, ¿qué probaría eso? La cuestión no es si pueden razonar, ni si pueden hablar, sino si pueden sufrir.55

      Ahora bien, si se es consecuente, la petición de derechos para los animales implica el rebajamiento del concepto de persona al de animal capaz de sentir (o de tener conciencia sensible) y de tener intereses sensibles. Pero la persona no es eso. La persona es el ser de naturaleza racional. El problema que suscita Bentham sobre los derechos de los animales no es un problema moral, sino antropológico y en última instancia metafísico. La cuestión no es si los animales tienen o deben tener derechos, sino si son capaces de tenerlos. Más aún, la cuestión radical es qué son los animales y qué son los hombres. Solo a partir de una clarificación de lo que es el hombre y el animal, como se pretende hacer en este libro, podrá hacerse ulteriormente luz sobre lo que es debido a uno y a otro.

      El tema que ahora abordamos es necesariamente más abstracto. Pero su estudio es indispensable, porque en él se contiene uno de los dos principios que sustentan el pensamiento de Singer.

      El término persona tiene dos acepciones, una jurídica y otra metafísica. Desde el punto de vista jurídico, persona es el ser capaz de derechos y obligaciones. Desde el punto de visto metafísico la persona es, según la clásica definición de Boecio, el ser individual de naturaleza racional. La fórmula precisa empleada por Boecio es sustancia individual de naturaleza racional. Es claro, lógicamente, que el sentido jurídico se basa en el metafísico. La atribución de derechos y obligaciones presupone la capacidad de tener y usar de los derechos y de hacer frente a las correspondientes obligaciones. Ahora bien, esta capacidad no es otra que la naturaleza racional, o, en otras palabras, la capacidad de entender y querer.

      En la definición de la persona de Boecio conviene ahora analizar tres términos: sustancia, naturaleza y racional. El cuarto término de la fórmula de Boecio, el adjetivo individual, tiene sentido especialmente en el contexto de la problemática trinitaria, que es de donde surge el sentido metafísico del concepto de persona, pero a nosotros no nos interesa ahora. Así pues, la persona es una sustancia de naturaleza racional. Sustancia es aquel ente que es en sí y no en otro. Toda sustancia es necesariamente de un determinado tipo. El tipo de sustancia que es un determinado ente es aquello que se conoce con el nombre de naturaleza. Además de esto, la naturaleza es el principio de operaciones de la sustancia. Pues bien, en este sentido la persona es aquella sustancia que es capaz de realizar actos racionales (en última instancia espirituales), es decir, actos de entendimiento y voluntad. Así pues, sustancia-naturaleza-actos racionales son los tres niveles metafísicos que constituyen la persona.

      Conviene aclarar que la relación que hay entre naturaleza (racional) y actos (racionales) es la misma que hay entre ser (que es un acto primero o fundante) y tener o hacer (que es un acto segundo, fundado, más superficial). Efectivamente, algo o alguien es lo que es no por lo que hace (que sin duda guarda una estrecha relación con lo que es, pero que no lo hace ser ni le confiere una determinada naturaleza), sino por lo que ella misma es. Ello quiere decir que el ser (o ahora la naturaleza) y el obrar se encuentran en planos ontológicos distintos. Incluso si algo o alguien no obrara como es propio de los seres de su naturaleza, no dejaría por eso de ser lo que es. En tal sentido, la naturaleza humana es de suyo racional. Los hombres son capaces de ordinario de realizar actos de razón. Pero no dejaría de ser hombre (es decir, sujeto poseedor de la naturaleza humana), no dejaría de ser persona humana aquel ser humano que por diversas circunstancias (como el hallarse en estado de gestación, o de enfermedad psíquica, o el encontrarse en estado de sueño o de pérdida transitoria de la conciencia, como en el caso de la embriaguez o de los estupefacientes, etc.) llegara a ser temporal o incluso permanentemente incapaz de tales actos. La personalidad humana no la constituyen los actos racionales, sino el ser capaz de realizar estos actos, es decir, el ser de naturaleza racional. Es persona humana quien participa de la naturaleza humana, aunque algún obstáculo impida la realización de los actos propios de la persona, como son los actos de razón; del mismo modo que es suficiente para ser un piano tener la naturaleza del piano, aunque resulte que el piano está deteriorado, o que es un mal piano o que es un piano desafinado o que, simplemente, es un piano incapaz de producir ya sonido hermoso alguno. Sin duda, un piano así será un piano estropeado, gravemente defectuoso, y todo lo que se quiera. Pero un piano estropeado, gravemente defectuoso, etc., es, a fin de cuentas, un piano.

      Hemos dicho que el ser y el obrar se encuentran en planos diferentes. La persona humana es tal, queda constituida como persona humana en virtud del ser, más en concreto en virtud de la naturaleza humana, no de su obrar. Se es una persona humana porque se es racional y no solo porque se obra racionalmente, aunque esto sea lo que ocurre de ordinario. Los actos racionales expresan la naturaleza racional, pero no la constituyen, porque el plano sustancial de la naturaleza es un nivel más profundo que el de los actos segundos u operaciones, que presuponen el ser constituido en esa naturaleza. Conviene tener esto en cuenta para poderse adentrar en la teoría de la personalidad de Peter Singer con una idea mejor fundada.

      Hemos visto que la orientación utilitarista de la ética de Singer proviene del influjo de Bentham y de Hume. Ahora hay que analizar su concepto de persona, cuyo origen se halla en Locke.

      Singer distingue en la expresión ser humano dos sentidos que considera disociables, es decir, que de suyo no tienen por qué coincidir. Ser humano significa tanto ser miembro de la especie Homo sapiens como ser persona. Así pues, según Singer, la misma expresión ser humano puede significar cosas bien distintas. Los dos sentidos contenidos en esta expresión no van necesariamente unidos, como hemos dicho, pues es posible que haya personas que no son miembros de nuestra especie (Singer piensa sobre todo en los grandes simios) y hay miembros de nuestra especie que no son personas (aquellos que carecen de conciencia).56 El expediente —llamémoslo así— de Singer para llegar a este resultado está en el modo de entender la función de los actos racionales. Entendiendo el concepto actos racionales en un sentido muy impreciso (que en última instancia es falso), Singer se cree autorizado a otorgar personalidad a determinados animales dotados de un sistema nervioso desarrollado. Es claro que nuestro autor identifica racionalidad y capacidad cerebral desarrollada. Igualmente a algunos seres humanos (de naturaleza racional por consiguiente, pero impedidos de realizar los actos propios del hombre) Singer les niega el carácter de personas. El resultado al que de este modo llega nuestro autor es sumamente grave, porque a dichos seres humanos no personales se les podría eliminar (o usar de cualquier forma, que siempre es menos que matar), aunque, eso sí, sin causarles dolor.

      Pero vayamos por pasos. Los dos sentidos que Singer distingue en la expresión ser humano en el fondo corresponden (aunque con un claro toque materialista) a lo que hemos dicho antes sobre la naturaleza y los actos. Desde el punto de vista de la naturaleza (que Singer entiende en un sentido meramente material o biológico), el ser humano es el individuo miembro de la especie biológica Homo sapiens. Aquí la naturaleza humana se identifica con la especie zoológica Homo sapiens. Desde el punto de vista de los actos, el ser humano es persona solo en la medida en que es capaz de hecho de realizar actos de razón (Singer prefiere decir actos conscientes). Lo más importante a tomar en cuenta de este análisis de la persona es que el énfasis se pone en los actos. El cambio con respecto a la metafísica salta a la vista: la persona deja de ser aquella instancia metafísica permanente que funda el carácter de ciertos actos y se convierte en el conjunto mismo de los actos realizados; es decir, la noción de persona se desplaza desde el ser al obrar. De este modo se evitan las exigencias que dimanan de la noción metafísica de persona, que no excluye de ningún modo los actos (al contrario, les proporciona su fundamento), pero que pone el énfasis no en ellos, sino


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