En torno al animal racional. Leopoldo José Prieto López
puede ayudar a remediar en algo este estado de cosas. Pero necesita la información que solo pueden proporcionarle las ciencias particulares sobre el hombre. En fin, pocos proyectos de reflexión interdisciplinar son tan urgentes hoy como el de la cuestión antropológica. Precisamente para alcanzar este fin surgió la antropología filosófica en la primera mitad del siglo XX. Y precisamente por esta razón ha sido la misma antropología filosófica la ciencia que ha estimulado y fomentado la cooperación de las ciencias afines o colindantes con la antropología, sobre todo la biología, para hacer luz en la magna cuestión de qué es el hombre.
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El libro se estructura en tres partes. La primera parte, que no se adentra aún en el estudio de las antropologías biológicas propiamente dichas, lleva por título «Un acercamiento cultural a la cuestión hombre-animal». Su objeto es indagar algunos aspectos del contexto cultural del que procede la concepción animalista del hombre. La integran dos capítulos. El primero «El mono desnudo de Desmond Morris» se dedica al análisis y crítica de algunas de las ideas sugeridas por este autor, a la vez que se propone, ya desde el principio, un acercamiento de signo contrario a la naturaleza humana, estructurado en un análisis tripartito (metafísico, gnoseológico y antropológico) del hombre como el ser que busca la verdad. El segundo capítulo «Peter Singer y el Proyecto Gran Simio» contiene una exposición y una valoración crítica del pensamiento de Peter Singer. Su finalidad es poner de manifiesto las consecuencias extremas que comporta en la ética la falsa opinión que iguala al hombre con el animal. Esta primera parte se propone mostrar, en definitiva, que el problema fundamental en autores como Morris y Singer reside, ante todo, en una deficiente comprensión de la cuestión antropológica, cuyo principal defecto radica en la interpretación materialista de la naturaleza humana.
Después, en la segunda parte, que se ha llamado «La aportación de la biología a la cuestión hombre-animal», se inicia el estudio de las antropologías biológicas propiamente dichas. Los capítulos tercero «Mundo circundante e instinto de los animales» y cuarto «La orientación física del hombre al espíritu» constituyen esta parte que, como su mismo nombre indica, tiene una orientación prevalentemente biológica. Los autores estudiados en ella son efectivamente biólogos.
La tercera parte, titulada «La aportación de la antropología filosófica a la cuestión hombre-animal», se compone de cinco capítulos en los que se presentan diversas contribuciones filosóficas que se han caracterizado por la relevancia otorgada a la perspectiva biológica. La integran los capítulos quinto «Los inicios de la antropología biológica», sexto «Carencias orgánicas y funciones espirituales», séptimo «Apertura al mundo y racionalidad humana: la contribución de la fenomenología a la cuestión hom-bre-animal», octavo «Filosofía y biología en el estudio de Zubiri sobre el hombre» y noveno «Otros planteamientos antropológicos de orientación biológica».
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No quiero dejar pasar la ocasión de mostrar mi gratitud a todos aquellos que me ayudaron en la preparación de este libro. Mi agradecimiento se dirige, en primer lugar, a mis compañeros de la Facultad de Filosofía del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Roma). Un reconocimiento especial debo expresar a Rafael Pascual, decano de filosofía en el momento de la conclusión de la primera versión del libro y director del Master en Ciencia y Fe encuadrado en el proyecto STOQ, por el apoyo brindado durante los años de preparación de esta obra. Agradezco también vivamente a todos los compañeros que generosamente se han tomado la molestia de leer la obra para sugerir ideas o anotar correcciones. Entre ellos debo mencionar a Alfonso Pedroza y a los profesores Víctor Pajares, Miguel Paz, Fernando Pascual y Carlos Villalba, a quienes de un modo especial reitero las gracias por sus sabios consejos y orientaciones.
1 T. Hobbes, «Objectiones tertiae, cum responsionibus authoris», AT, VII, 175: «Potest, inquit, esse ut res cogitans sit corporeum aliquid».
2 F. Crick, La búsqueda científica del alma, Debate, Barcelona 2003, 4.
3 Cf. I. García Peña, «Animal racional: breve historia de una definición»: Anales del Seminario de Historia de la filosofía 27 (2010) 295-313, 298-299.
4 I. Kant, «Vorlesungen über die Metaphysik» (nach Pölitz), KGS, XXVIII/2, 183-184. La traducción es mía.
Primera parte
UN ACERCAMIENTO CULTURAL A LA CUESTIÓN HOMBRE-ANIMAL
I
El mono desnudo de Desmond Morris
1. EL PLANTEAMIENTO DE DESMOND MORRIS
Un rasgo biológico especialmente característico del hombre es su desnudez, es decir, la carencia del típico pelaje que protege a las demás especies de mamíferos. Dirijamos la atención por unos momentos al libro de Desmond Morris, The Naked Ape: A Zoologist's Study of the Human Animal, («El mono desnudo: un estudio de un zoólogo sobre el animal humano») (1967), un best-seller de divulgación de zoología-antropología materialista.1 Desmond Morris insiste de continuo en que el hombre es única y exclusivamente un mono. Eso sí, comparado con los demás simios, es un mono peculiar. La mayor de sus peculiaridades consiste en que es un mono desnudo. Pero al llegar el momento de explicar la razón de esta desnudez humana, el autor se ve obligado a admitir el carácter extraño, anómalo y biológicamente peligroso de este típico rasgo humano. Por de pronto, la desnudez es presentada por Morris como un rasgo neoténico. Ahora bien, la neotenia es, caso de admitirse su carácter de estrategia evolutiva, una extraña forma de evolución que consiste en hacer permanentes en el adulto algunas características orgánicas propias del estadio fetal o infantil. Merece la pena dedicar algo más de atención a este libro.
Desmond Morris (1928-) es un zoólogo británico que cree que la antropología es un simple capítulo de la zoología. Desde el punto de vista zoológico, algunos de los adjetivos que, según este autor, expresan mejor la naturaleza del ser humano son los siguientes (siempre pospuestos al sustantivo mono): vertical, cazador, fabricante de armas, territorial, neoténico, cerebral, primate por linaje-carnívoro por adopción, dispuesto a conquistar el mundo, etc.2 Pero de todos los adjetivos imaginables que pueden acompañar a este sustantivo, ninguno define al hombre con tanta precisión como el de desnudo.
Hay ciento noventa y tres especies vivientes de simios y monos. Ciento noventa y dos de ellas están cubiertas de pelo. La excepción la constituye un mono desnudo que se ha puesto a sí mismo el nombre de Homo sapiens […]. Es un mono muy parlanchín, sumamente curioso […] [pero] a pesar de su erudición el Homo sapiens sigue siendo un mono desnudo.3
Con estas palabras se da inicio a libro de tan insólito y desafortunado título. El animal racional de antaño ha sido degradado a la condición de simple simio lampiño.
Esta denominación parece a su autor «un nombre sencillo y descriptivo, fundado en la simple observación y que no involucra presunciones especiales».4 Pero, desde luego, una cosa es cierta, admite Morris: esta criatura es un caso extraño. ¿A qué se debe el estado de desnudez del ser humano? ¿Qué hecho, qué necesidad biológica puede dar razón de esta insólita estrategia evolutiva emprendida por este atípico primate que —según Morris— es el hombre? ¿Por qué de ciento noventa y tres especies de simios y monos actualmente existentes