Devorador de almas. Ana Zapata

Devorador de almas - Ana Zapata


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segundo piso como toda una dama. No vengas con el ceño fruncido. ¡Para variar!* Le respondo en otro mensaje: *¡Para variar! Intenta dejar de conseguirme citas* Doy la vuelta al vidriado para encontrar las escaleras. No me siento nerviosa. Al contrario, este momento para mí se siente como un fastidioso tramite. Como ir a pagar mis deudas.

      Un alfombrado rojo cubre cada escalón, intento no volcar la copa sobre el lujoso tapiz mientras me concentro en mantener la estabilidad de las sandalias. Le dedico malos pensamientos a mi amiga. La veo en lo alto de la escalera, esperando para ayudarme.

       —Hola —musita con mirada calculadora. Está más emocionada que yo. Continuamos hacia una sala en medio, donde se acomodan sillones alargados de color púrpura. Un grupo de personas brinda en el fondo, frente una barra de metal. El barman de detrás juega ágilmente con una botella mientras las mujeres lo aplauden notablemente entretenidas. Bufo nuevamente. ¿Por qué yo no puedo divertirme como ellas?

       Victoria me propina un disimulado codazo llamando mi atención.

       —Es él —interrumpe señalando con la mirada hacía un extremo de la barra. Cuando él gira en cámara lenta siento que se me aflojan las piernas. Una sensación de ahogo me oprime el pecho. Me revuelvo por dentro sosteniendo con mucha concentración la copa. Victoria nota mi expresión, pero no dice nada.

       —No puede ser —murmuro reacia. Él se acerca rápidamente mirándome de reojo.

       —Buenas noches, Jezabel. —Está tenuemente sorprendido. Como si nada hubiese sucedido entre nosotros.

       —Isaac… tanto tiempo —respondo con tono molesto y apretando los labios. Respiro entre dientes mirando mi copa.

       —¿Se conocen? —interrumpe la pelirroja asombrada. Su plan se acaba de esfumar.

       —Lamentablemente —pronuncio resentida. Él permanece serio.

       No se incomoda por mi comportamiento.

       —¿Cómo? —reitera ella confundida como si se hubiese perdido algo de vital importancia.

       —Somos amigos —repone Isaac. Su tono es suave y apacible. No solía hablar así antes, cuando éramos amigos.

       —Fuimos… hasta donde yo sé. —Aclaro mi garganta con el ceño fruncido.

       —Imposible —altera la pelirroja. Suena realmente asombrada.

       No había olvidado sus preciosos ojos celestes, de un profundo matiz claro. Él sabe lo que provoca en las otras mujeres, por lo que pensó en algún momento que yo podía corresponderle. No fue así. Motivo por el cual dejamos de ser amigos. Me parece tan absurdo e injusto.

       —Me da gusto volver a verte Jezz… —observa con tranquilidad. Suspiro con resignación.

       Evito el sentimiento que me provoca su presencia. Lo había extrañado bastante. Endurezco el gesto.

       —A mí no. —Mis palabras salen con veneno. Él no se inmuta.

       Victoria se muerde el labio, gira en mi dirección fulminándome con la mirada.

       —Iré por otra copa —menciona antes de alejarse.

       —¿Cómo estás? —Evalúa mi expresión. Sabe bien que denota: “Me siento molesta. Te odio. De todos los idiotas que Victoria me presentó, eres definitivamente el peor”, pienso con verborragia. —Estoy perfectamente —respondo robando la palabra preferida de mi mejor amiga. Sigo reacia, aminorando la respiración. Me debo calmar. Estoy molesta, pero no puedo hacer un dramático escándalo. —¿Sigues sola? —indaga sorprendiéndome. No me lo esperaba. Fue directo. Qué atrevimiento. Lo voy a tener que matar. Me indispongo del resentimiento. Sonríe cuando lo miro con odio. —Eso no es de tu incumbencia —respondo con acritud. —Tú por lo visto no has cambiado. Sigues buscando una víctima… —Sabía que eras tú —alega casi demostrando recelo. Está diferente. Su mirada es diferente. Me provoca algo raro. No le doy atención y continúo con mi postura resentida, sin ser evidente. —¿Cómo conociste a Victoria? —Pregunto con desinterés. Sonríe nuevamente, con los labios apretados, ahogando todos mis recuerdos de él, de nuestro tiempo juntos. —¿Por qué lo preguntas? ¿Te interesa? —inquiere intenso y seductor. No lo recordaba de esa forma, sino más reservado. Tiene más seguridad. Me incomoda su seguridad. Ahora yo me siento intimidada y eso no me lo permito nunca. —Para nada —repongo crispada. —Ella me contactó. —¿En una página de citas? —En su hotel. Me lo imaginaba. Victoria está loca. —¿Y cómo sabías que me conocía? —interrogo acusadoramente. —Me mostró tu foto —aclara con honestidad. Oculta una sonrisa tentadora. Tuerzo el gesto incomoda. No tenía idea de que me buscaba pareja de ese modo. —¿Fue una casualidad?… Lo dudo —advierto bebiendo un poco para relajarme. —No lo fue —aclara sin expresión. De repente, casi imperceptiblemente, la claridad de sus ojos se oscurece—. ¿Quieres tomar aire? —pregunta indagando mi semblante enrojecido por la cólera. —Creo que sí —respondo dubitativa mirando alrededor. Debo calmarme. La pelirroja charla con un grupito de mujeres en la barra. Le doy una mirada aprensiva para que vuelva. —¿Me disculpas? —Isaac asiente encantador como nunca y con un brillo extraño en la mirada. —Vamos al sanitario —murmura Victoria. La sigo por un pasillo hacia la derecha de las escaleras, que al fondo se divide en dos direcciones. Una indica el sanitario de damas y la otra, el de los caballeros. Apenas ingresamos, lanzo un gemido. Varias mujeres jóvenes que hablan en voz baja me miran sorprendidas. —Imposible—advierte Vic— ¿Cuándo fueron mejores amigos? Nunca lo mencionaste ¿Qué más me ocultas? —Increpa ofendida. —Fue mi mejor amigo, además, ¿cómo pudiste mostrarle mi foto? —chillo molesta. Ella esconde los labios evitando responder. Ignoro a las demás y me dirijo al lavabo para mojarme las manos. —¿Cómo pudiste ocultármelo? Nos conocemos hace tantos años… —No estábamos juntos todos los días Victoria. A demás, no quería que insistieras. Isaac fue como un hermano para mí. —¿Es una casualidad? —Claro que no —objeto con seguridad. Aunque no lo puedo explicar. Es extraño. —Le interesas —observa perspicaz. —No —disiento algo perturbada. Ya tengo demasiado con nuestro encuentro y la imagen mental de Victoria mostrando mi foto a cualquier hombre. Es repulsivo. —Claro que sí —continúa ella, retocándose los labios. Entonces escuchamos una risa sarcástica proveniente del pasillo. Las dos nos miramos al mismo tiempo. —Maldita arpía —masculla Victoria recomponiendo la postura. —¡No te atrevas!— me advierte, y sé que se refiere a Isaac. Una mujer esbelta, con un vestido blanco perlado hace su entrada triunfal. Ondea su cabellera rubia con delicados movimientos felinos. Me clava la mirada con aire de superioridad. Beatriz es la enemiga principal de Victoria. Las dos están siempre chocando egos y peleando por algún hombre, o por alguna otra cosa sin valor. Por mi parte ignoro su grotesca altanería. Me parece una persona tan hueca… —Victoria, qué gusto verte —interrumpe. —Buenas noches —responde ella con sutileza en la voz. Quien no la conoce podría pensar que le cae bien. Ambas se miran con rivalidad. Pongo los ojos en blanco y entro a uno de los sanitarios sin darle importancia. —¿Y quién es el galán? —la escucho preguntar. Nos había visto. Salgo notando la expresión intensa de Victoria. —Es un amigo de Jezz —dice territorial. Un mensaje claro. —¿Tu amigo? —. Duda con el rostro angelical —¡Qué afortunada! —agrega secándose las manos con delicadeza. Tiene las uñas largas y arregladas tanto como Victoria. —Si… un viejo amigo —aclaro sin interés. Me da igual si lo quiere engatusar. La pelirroja me toma del brazo para salir. —¿Se lo dejarás a ella? Estoy indignada Jezz. Ni siquiera me respondas —bufa sin perder la postura. —Estaba mejor sin verlo. —Por supuesto que no. Si él solía ser tu amigo significa algo para ti. No lo arruines. Isaac nos espera al pie de las escaleras con la mirada fija en mí. Siento un profundo escalofrío a lo largo de la espina. Cuando me acerco, tiende su mano para que no trastabille sobre el último escalón. Temo hacerlo si lo rechazo. Victoria sonríe encantada dirigiéndose hacia atrás de la enorme escalera que conduce a un jardín trasero, en donde se ubica una enorme tienda de telas rojas plagadas de flores y telas brillantes que forman arcos sobre la pista y cintas que flotan en el aire. Se escucha una música tranquila al fondo de la tienda. Recorremos un camino de parqué en forma de abanicos que culmina en un organizado grupo de mesas, decoradas con manteles haciendo


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