Comunicación en sesión. Eduardo Issaharoff

Comunicación en sesión - Eduardo Issaharoff


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psicoanalíticas se centraban en el estudio de “un” sujeto, aunque jamás se excluían las influencias del mundo intersubjetivo sobre la estructura de ese sujeto. Experiencias como la psicosexualidad –con sus nociones de finalidad de la pulsión–, o de “acción específica”, siempre suponían que el sujeto necesitaba de los otros intersubjetivos para expresar y desarrollar acciones, anhelos y deseos.

      Pero tanto la experiencia de satisfacción –modelo inicial de intercambio entre los dos sujetos–, como otros planteados por el psicoanálisis, no son descriptos como estructuras temporales de intercambio permanente. Se suele describir la incidencia que tienen sobre la estructuración interna del sujeto, pero la situación clínica, sostenía Liberman, corresponde a una situación de intercambio permanente, donde se podría presumir que cada movimiento de uno de los sujetos afecta en su funcionamiento estructural al otro. Y este tipo de proceso de intercambio necesita ser incluido como modelo central del campo clínico y no constituye el contenido de los distintos desarrollos de las teorías psicoanalíticas, a excepción de la transferencia. En ella, si bien no se describe un proceso de intercambio permanente, sí se conceptualiza una estructura intersubjetiva en uno de sus momentos de estructuración.

      Si bien hemos señalado la necesidad de incluir alguna caracterización muy general del método como punto de partida para estudiar los modelos teóricos, junto a la creación de un espacio relacional que incluya la posibilidad de observación de los impactos de esta conexión y a la importancia del intercambio permanente como matriz singular del proceso clínico, tendríamos que agregarle una tercera cuestión: la posibilidad de que el modelo psicoanalítico y su espacio clínico puedan constituir el ámbito experiencial para la reformulación, modificación y observación de la mayor o menor adecuación de las distintas teorías que fueron surgiendo en el desarrollo de esta disciplina a partir de la obra de Freud, donde ya podemos encontrar más de una. Y además, sobre todo de los esquemas posfreudianos que no siempre suponen teorías asimiladas a un núcleo central, coherentes, convergentes y con un cierto lenguaje compartido.

      Vemos en esta postura de Liberman una polémica interesante para nuestra discusión actual. Se trata de debatir si la clínica psicoanalítica y su método van a implicar un empobrecimiento del desarrollo del psicoanálisis (posición que puede ser sostenida, y que incluso puede tener algunos indicios en la propia obra freudiana) o, por el contrario, si puede constituir un campo de microsucesos y microexperiencias emocionales desarrolladas entre dos participantes, en el que los modelos auxiliares que podrían examinar vicisitudes del lenguaje, de las expresiones corporales y de los distintos matices que las estructuras expresivas producían, podrían permitir nuevos desarrollos de las teorías de cambio y detenimiento, de las teorías del funcionamiento afectivo, de las categorías valorativas y de las hipótesis más abarcadoras sobre el funcionamiento psíquico que se jugaban en la práctica.

       Otra cuestión en este campo de las relaciones son los modelos extradisciplinarios que Liberman fue seleccionando e introduciendo en sus desarrollos. Estos modelos tenían la característica de ser sistemas conceptuales que daban cuenta del intercambio, un elemento fundamental en la caracterización de la clínica psicoanalítica. Ahí es donde vemos la necesidad de introducir teorías y disciplinas que se ocuparan del intercambio comunicativo, de aspectos del lenguaje y de nociones semiológicas y semióticas que fueron utilizadas por él para redefinir algunas categorías.

       Pero no solamente en la vertiente externa al psicoanálisis podemos observar este tipo de selección; dentro de los propios desarrollos freudianos y posfreudianos se enfatizaron algunos territorios que acudían particularmente a la problemática relacional, a la problemática de intercambio y a tratar de ubicar las categorías explicativas en el contexto de los vínculos intersubjetivos. Esto produjo distintas connotaciones, entre otras un énfasis en la segunda tópica, porque implicaba el funcionamiento interno de áreas relacionales intersubjetivas; valoraciones en el campo del superyó, de las funciones de coordinación y de intercambio en el caso del yo, y ciertos núcleos básicos vinculados con la entropía y tendencias pulsionales más generales en el caso del ello.

       Enfatizó también Liberman la teoría del desarrollo psicosexual, ya que era uno de los modelos que apuntaba a los intercambios en el campo del deseo erótico y sus vicisitudes de desenvolvimiento histórico-procesal. En el campo clínico, también la teoría de la transferencia; o sea que la teoría de la psicosexualidad, la teoría de las instancias y la teoría de la transferencia incluyen o se constituyen sobre tres de los modelos freudianos más importantes.

      Si a esto sumamos modelos extra-interdisciplinarios ya estamos delineando cuál era la estrategia metodológica de Liberman, quien intentaba conectar las distintas vertientes con una actitud que podríamos llamar “instrumentalista”. En este sentido, jerarquizaba distintos modelos, a los cuales conectaba como sistema explicativo de las problemáticas relacionales en el campo clínico.

      Liberman fue un conocedor de los clásicos, en particular de Abraham y Fenichel, de quienes tomó esquemas del desarrollo para armar modelos instrumentalizables y acentuó la importancia de los puntos de fijación, por ser elementos que dan cuenta de conflictos en el desarrollo, y la posibilidad de diseñar a su alrededor esquemas psicopatológicos, pues implican situaciones que se dan también en un sistema relacional. Liberman completó este sistema con nociones de otras disciplinas para converger en un modelo en el cual las vicisitudes afectivas definidas desde el psicoanálisis por las teorías de la libido y del narcisismo, se completan con vicisitudes del intercambio comunicativo, pero ya no solamente en una escala clínica, sino también en una escala del desarrollo que constituyó el sistema conceptual básico de diseños psicopatológicos propios, de los que nos ocuparemos luego.

      Debemos agregar que, además de los desarrollos de Freud, Abraham y Fenichel, Liberman fue un introductor de los esquemas kleinianos, pero “operacionalizados”, sin instalar la teoría como un todo sino a través de algunos de sus aspectos, los que le permitieron, precisamente, utilizar los modelos de las relaciones objetales para definir combinatorias intersubjetivas internas y externas. Pretendía así conectar los movimientos internos en el desarrollo de un sujeto con la dramática relacional que se expresa tanto en su sistema de relaciones a lo largo de su historia como en la dramática clínica de los intercambios en la pareja terapéutica.

      De la teoría kleiniana tomó el modelo de las fases, el funcionamiento dividido en los momentos esquizoparanoides y depresivos, la descripción de las fantasmáticas humanas y sus influencias relacionales, las operatorias de tipo persecutorias y depresivas, agregándole el esquema de Pichon Rivière, en el que se conectaba la posibilidad de extender el movimiento intrapsíquico al campo clínico dramático del psicoanálisis, donde la sesión aparece como una unidad estructural.

      La noción pichoniana de “proceso en espiral” permite articular la experiencia analítica como un desarrollo experiencial en una unidad de tiempo. Ahí aparece la importancia de la noción de “proceso”, así como las descripciones psicopatológicas a través de las tres áreas de la conducta. Además, aparece la noción de “vínculo” como una especie de unidad relacional cuyas vicisitudes pueden ser interesantes tanto en el estudio de la clínica psicoanalítica como en el desarrollo humano y en la estructura temporal del proceso terapéutico.

      En síntesis, uno de los ejes conceptuales más constantes en esta obra es la correlación entre las vicisitudes del desarrollo personal modelizado, con aportes del psicoanálisis clásico y del kleiniano, y modelos de campos como el comunicacional, el semiótico y otros, con las vicisitudes dramáticas relacionales en el campo témporo-espacial llamado “proceso terapéutico analítico”.

      Esta perspectiva global sobre método clínico y estrategia metodológica constituye un supuesto fundamental para examinar los modelos teóricos y el aporte de conceptos psicoanalíticos como los que a continuación se detallan.

      La noción general del aparato psíquico

      Para Liberman aparato psíquico era uno de los niveles más abarcadores de la teoría psicoanalítica, ya que permitía diseñar un concepto global que contuviera las problemáticas del ser humano, además de los aportes que Freud y otros autores hicieron a la perspectiva más explicativa de los desarrollos del psicoanálisis. Esto no significa un eclecticismo


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