Antes de que hable el volcán. Oscar Melhado

Antes de que hable el volcán - Oscar Melhado


Скачать книгу
bien, había un detalle, que nuestro espíritu intempestivo y poco analítico no había previsto: el león pesaba más de doscientas libras. Cuando entre los tres, el alacrán, el gato y el gallo lo intentamos levantar y lo llevamos a casi un metro de altura, no pudimos resistir el peso y el león cayó en descenso libre en la tarima del gimnasio, por poco se fractura la columna vertebral. Nuestro colegio quedó campeón, pero nuestro aprendiz de león resultó sufriendo un profundo dolor de espalda.

      Mis experiencias más intensas de esos años fue hacer paseos al volcán y observar Sivarnia y el mar no lejos de allí. El mar fue algo íntimo que me permitió, por primera vez, tener la sensación de una naturaleza enérgica que me ampliaba un espacio de libertad que no tenía en la cotidianidad. Fue mi tiempo de surfeador durante el colegio una experiencia maravillosa. Mi indumentaria, mi calzoneta de baño y mi tabla para las olas. Ni las experiencias más intensas en múltiples viajes, podrían sustituir esos pocos minutos y segundos de deslizarme en una ola. Segundos tan intensos como un éxtasis con olor de algas marinas. Grabados permanentemente en mi inventario de experiencias más intensas. Levantarnos temprano para entrar al mar con la primera claridad. Navegar hasta donde se originan las olas, evitando cortinas de olas como tsunamis, y después esperar con todos los sentidos alertas la pared de tres metros que nos permitirá el embelesamiento máximo de la felicidad. En el silencio insólito del mar, observar la costa desde el nacimiento de las olas. Momento sublime de libertad suprema. Integrado absolutamente con la naturaleza, movido por la fuerza vital de una ola gigante. Lo más lejano a la cotidianidad. Ninguna ola es igual ni llegará a serlo. Es Heráclito a la quinta potencia: ¡Si nadie se bañará en el mismo río, mucho menos en una ola traviesa en un mar majestuoso! Cada ola tiene su propia personalidad, su tipo particular de formación, velocidad y soltura. Y los olores y sabores, olor a fino musgo marino y a sal de vida. Es la experiencia sensorial más completa, ni siquiera la ópera ya que le falta lo papilar. Aquí, cada sorbo de agua sabe a todos los viajes marinos y a todos los animales más exóticos del fondo del mar. Definitivamente, jamás cambiaría mis años de surfeador. Experiencia altiva y máxima de amor por lo húmedo, por lo fugaz, o sea por la vida.

      El acercamiento al mar fue mi refugio en años de confusión. Me escapaba por las mañanas para poder estar de regreso en Sivarnia. El mar me otorgaba plenitud y libertad en años de búsqueda de genuinidad. La dinámica con mis compañeros cercanos era interesante y cada uno de ellos, un planeta o una isla al estilo de Donne. Uno de ellos era alguien totalmente diferente a los demás. Interesado en estudiar y con un halo que presagiaba que sus años de juegos escolares ya habían pasado. En fin, diferente a nosotros, preocupados nada más por divertirnos y pasarla bien. Aunque Sivarnia era una olla de ebullición, y en el ambiente había como neblina, la certeza, más que presagio, que una hecatombe social como la erupción del volcán se acercaba. A nosotros no nos interesaba el futuro. Sin embargo, él tenía sus aspectos mundanos que hacían transparentar en esa áurea aparentemente hermética una naturaleza viva, que, a veces, entraba en contradicción con su rigidez de objetivos. Él me contaba su experiencia de cuando sirvió de edecán de un campeonato de softball femenino organizado por esas fechas en el país. Además de ser eficiente en su labor, tuvo romances furtivos con alguna de las jugadoras, quienes querían aprovechar también la experiencia de tener un muchacho exótico. Lo cual, él también aprovechó, botando todas sus barreras, como el profesor Fausto tocado por la tentación de la carne.

      Tuvimos una educación universal y amplia y desde muy jóvenes leíamos a los clásicos universales y vernáculos, pero solo él, a sus escasos diecisiete años, fundó un periódico donde le dedicó unos artículos al genio checo Kafka. Estos intereses intelectuales, muy por arriba de las preocupaciones cotidianas de todos nosotros, siempre me generaron un gran respeto por él. Posteriormente, la vida nos juntó en ciudades más complejas y con historias vastas: México, Washington y Ginebra. Para esas fechas, yo ya había dejado mis juegos infantiles y tenía preocupaciones intelectuales más profundas. Él, al contrario, siempre tuvo una claridad indeleble de sus intereses por el pensamiento.

      Sivarnia, como un volcán, estaba en erupción. Comenzaba una guerra civil que duró más de una década. En pleno año del inicio de la guerra civil, cuando el enfrentamiento era una situación de inercia que nada o nadie podía evitarlos, la suerte estaba decidida y los grupos de izquierda habían emprendido el camino de las armas, y el ejército y la derecha la decisión también con las armas de exterminar a la oposición. Los enfrentamientos eran cotidianos. Aunque siempre había existido la violencia, el país entró en una convivencia con la brutalidad y la muerte que persistió incluso después de la finalización del conflicto. Era como una avalancha de fuego desprendiéndose de las laderas del volcán y destrozando todo a su paso, llenando de fuego y dolor a Sivarnia.

      El colegio de la orden de la azucena era un estandarte de pensamiento conservador, inclusive, en un año, habíamos tenido una inmigración de estudiantes de otros colegios, porque sus padres alarmados estaban preocupados por el supuesto adoctrinamiento ideológico que recibían. Con mis amigos cercanos, sentíamos que existían situaciones y partes de la historia que no nos habían contado. Los hermanos de la orden de la azucena no tenían elementos para explicar lo que estaba sucediendo en los asfaltos de Sivarnia. La mayor parte de nuestros compañeros no tenían mayor capacidad de entendimiento y eran permeados por la ideología anticomunista prevaleciente en sus hogares de clase media, situación digna de los mejores días de las casacas negras del Duce. Otros seguían la marea por limitaciones o por complejos sociales.

      Con algunos de mis amigos, decidimos que había una explicación que no estaba allí y que existía en la inmensa miseria del país un murmullo que había pasado de ser callado a tener voz. Definitivamente, que no teníamos todas las claves para entender lo que estaba sucediendo y funcionábamos más con la sensibilidad. Tuvimos la oportunidad de conocer a un arzobispo, quien, dejando las comodidades y las taras eclesiásticas, había tomado un camino diferente de búsqueda de justicia y denuncia. Nos rebelamos contra el maniqueísmo de nuestros compañeros y la pasividad llegando a cobardía de nuestros educadores. Esto nos trajo enemistades y odios y si no hubiéramos salido del país, lo más seguro es que hubiéramos engrosado la lista de la innumerable cuenta de los privados de mundo que pronto pasarían a un anonimato extremo y se convertirían en el olvido, no sin antes dejar una cicatriz imborrable de dolor en los cercanos a ellos. Años después, nos dimos cuenta lo cerca que estuvimos del peligro, más de lo que imaginábamos. Algunos de nuestros compañeros del colegio fueron miembros de los grupos de exterminio de derecha y uno de ellos tuvo la deshonra de participar en el asesinato del famoso arzobispo. Otro terminó en prisión acusado del caso de desfalco al gobierno más grande en la historia del país.

      Nosotros reivindicábamos, no solamente sensibilidad social, sino también una búsqueda espiritual, misma que fue resentida con mucho odio por nuestros compañeros. Lo irónico es que muchos de los que se burlaron de nuestra ingenuidad espiritual son los que después de muchos años, se hicieron miembros activos de todo el espectro de sectas religiosas estrambóticas.

      Siempre me he preguntado cómo ha sido posible que se hubiere engendrado en mi promoción personajes extremadamente infames, más allá de la normal desfachatez. La única respuesta que tengo es que fuimos la generación de la explosión volcánica. Fue a mi generación que le tocó exactamente la línea divisoria de otra erupción social en el país y las erupciones siempre generan dolor y sangre. El magma de lo más profundo agota toda su paciencia y tiene que brotar. Nos tocó vivir sin opción, arrebatados como por un torrente de lava en un conflicto que nosotros no los originamos, pero éramos víctimas que necesitábamos tomar posición. Arrasó a algunos a hechos abominables como involucrarse en asesinatos de opositores y los que no tomaron partido también fueron afectados y los que pudieron migrar lo hicieron y los que se quedaron vivieron años de temores, inseguridades y peligros.

      En el año memorable del inicio del conflicto armado el dolor y la violencia, como lava sin control, estaba en nuestras aceras. La irracionalidad abundaba rampante en todos los sitios. Los jóvenes inquietos e irreflexivos fueron sumados a la inercia de dicho torbellino social. Diariamente, aparecían cadáveres de las ejecuciones sumarias del régimen militar, el cual bajo la consigna anticomunista eliminaba a sus oponentes. Por el lado de los grupos de izquierda, había también irracionalidad, resentimiento y dogma. Hubo secuestros de hombres


Скачать книгу