La enseñanza de la bondad. Mary Beeke
la gente carece de incluso un remanente de gracia común, los resultados son devastadores. Aparece en las noticias todos los días y es trágico. Las personas se lastiman. Las familias son arruinadas. La sociedad se desmadeja. Las guerras arrasan. ¿Por qué sucede esto? Es gracias a la depravación, al pecado y a Satanás.
A Dios no se le acaba la paciencia. A veces deja ir a algunos. Suele ocurrir gradualmente. Por medio de ignorar en repetidas ocasiones los llamados de la conciencia podemos volvernos insensibles a la maldad del pecado y caer con mayor profundidad en él. Al estar rodeados por influencias malvadas, por ejemplo: entretenimiento violento, incitación política o cultural al mal o vivir en un ambiente de maltrato; podemos ser alejados todavía más de Dios y acercados más al diablo. Satanás es el enemigo de Dios y de Su gracia, y va a hacer todo en su poder para promover el mal. Las semillas de maldad encuentran terreno fértil en nuestros corazones pecaminosos. Sin la fuerza restrictiva de Dios, todos nos iríamos por ese camino. Pero gracias a Dios, Su gracia sigue disponible. Precipitémonos a Él por el bien de nuestra vida.
La bondad pura fluye de la gracia salvadora de Dios y colorea nuestras vidas con un gozo que puede ser atractivamente contagioso. Otros pueden ser atraídos a nuestro Dios a través de nosotros. Su ley es exaltada y Su nombre honrado. ¿Es este tipo de bondad el que usted y yo estamos expresando? ¿Estamos glorificando a Dios? Con la bendición celestial, el ciclo de la gracia de Dios manifestada en los creyentes atrae a los pecadores a Cristo y puede repetirse una y otra vez.
Capítulo 3
Nuestros motivos
De las raíces crecen los frutos. Así como hay muchas variedades de fruto, también hay muchas variedades de bondad. Todos hemos llevado a cabo actos de misericordia con motivos ulteriores para promovernos a nosotros mismos, y todos hemos expresado gentileza genuina en beneficio de nuestro prójimo. A medida que examinemos nuestros motivos, podemos tomar el pulso de nuestra bondad para ver si nuestros motivos son puros o para ajustar nuestra actitud cuando sea necesario. Este capítulo describe actos de benignidad que provienen de diferentes motivos que van desde los originados por una mezcla de generosidad y egoísmo a los que son más altruistas.
Bondad por ganancia personal
Juan vende tecnología de robótica a la industria automotriz. Es un campo sumamente competido, así que invierte mucha energía en ganarse a sus clientes. Les envía tarjetas de felicitación en su cumpleaños, busca su compañía en cenas caras y por teléfono. Lleva a algunos de ellos a jugar golf e incluso asistió al juego de fútbol del hijo de uno de sus clientes. Mientras tanto, la esposa de Juan le ruega por más atención y tiempo. Juan suele perderse los juegos de voleibol de su propia hija, y siempre está de mal genio en casa.
“Antonio” tiene una relación inestable con sus padres. A menudo les habla con desdén. Cuando ellas necesitan que él haga algo en la casa, reacciona desafiantemente y no lo hace. Pero cuando necesita pedirles dinero prestado o necesita llevar su coche al mecánico, les habla con mucha dulzura a sus padres y voluntariamente hace todo lo que le piden que haga. Agradece su ayuda y les dice a sus padres que los ama, pero pronto regresa a su conducta problemática.
La gentileza por ganancia personal no tiene el bienestar de los demás como su meta final. Tiene un ojo puesto en los beneficios que va a ganar para sí mismo. Hay cierto adagio en el mundo de los negocios que reza: “Si me rascas la espalda te rasco la tuya”, pero la generosidad dura solo mientras los “beneficios” duren, y si alguien hace que su familia sufra por su progreso personal, no es bondad completa. La verdadera gentileza permanece sincera, abierta y benigna con todos.
En el hogar, muchas veces somos menos gentiles con nuestros seres más cercanos. Si esta es nuestra debilidad, debemos ejercitar el dominio propio y ser tan considerado en casa como lo somos con nuestros amigos. Ser gentiles en casa solo por nuestras ganancias egoístas está a un paso de utilizar a nuestra familia, lo cual es crueldad y no compasión. Se requiere oración, autodisciplina, instrucción de la Biblia y el poder del Espíritu Santo para barrer con este rasgo de carácter hasta extinguirlo.
Bondad preferencial
La familia “López” es un clan muy unido. Son extremadamente amorosos y generosos con los miembros de la familia y los amigos cercanos. Son educados con las personas que ven en público. Pero son poco amigables con las personas con las que han tenido desavenencias en el pasado. En lugar de permitir que las ofensas del pasado mueran apaciblemente, continuamente las avivan por medio de hacerlas el centro de las discusiones familiares. Sus hijos reciben la pasión de sus convicciones y mantienen viva la enemistad.
La “señora Martínez” se encuentra en medio de la descarga de frustraciones sobre su hijo. Suena el teléfono y en un instante su voz cambia de estar adornada con enojo a estar adornada con miel. Tiene una conversación dulce con su amiga, pero vuelve a su enojo con su hijo una vez que cuelga el teléfono.
La bondad preferencial juega con el favoritismo. Puede ser genuina y generosa, pero no es universal. Quizá haya acciones individuales de generosidad, pero eso no es bondad imparcial e integral. Con una benignidad orientada al clan, el resultado positivo muchas veces es cercanía y lealtad. Pero el resultado negativo es arrogancia y mala voluntad que se pasa de generación en generación. Mientras aplastan a otros (sea a los de otra raza, religión o clase) se exaltan a sí mismos. Hay familias cristianas que lo hacen, pero no es una virtud cristiana. De hecho en la Escritura se enseña lo opuesto. La bondad preferencial es condenada por Juan: “El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas” (1 Juan 2:9). “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso” (1,Juan 4:20a). El remedio es una autoevaluación honesta y la implementación de la Regla de Oro.
Con una misericordia intermitente quizá obtengamos una reputación de gentileza en la comunidad, pero los más cercanos a nosotros ven nuestra hipocresía. Comprometemos su respeto e incluso quizá nos ganemos su resentimiento. La Escritura nos advierte: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4). Muchas veces lo hacemos debido a fatiga emocional o física, o porque no estamos en sintonía con Dios. Él puede ayudarnos a demostrarles a nuestros hijos el amor que está en lo profundo de nuestro corazón. Puede borrar el enojo y el egoísmo que son barreras para el cuidado que les queremos prodigar a nuestros hijos.
Bondad para atraer la atención
“Jasón” no es tan popular como le gustaría. Se le ocurrió una idea para agradarle a sus compañeros. Trajo un puñado de billetes de un dólar a la escuela y comenzó a repartirlos a ciertas personas. Se supo que Jasón estaba regalando dinero, y pronto estaba rodeado de amigos. Le dio un dólar a cada uno, pero tenía un rincón especial en su corazón para “Erika”, así que ella recibió dos. Brilló bajo tanta atención. Pero su gozo duró solo mientras le alcanzó el dinero. Cuando sus manos quedaron vacías, sus “amigos” desaparecieron; incluyendo a Erika, quien le dio uno de sus dólares a “Juan”, un muchacho que ella quería que la notara.
Cuando Tristán conoció a Dinora, supo que era el amor de su vida. Dinora realmente no lo había notado, así que Tristán se esforzó por encontrarla en los pasillos de la escuela, ayudarla con la tarea e invitarla a comer. A él lo consumía ser amable con ella, y finalmente ella se enamoró de él. Se casaron y tuvieron varios hijos, pero Dinora recuerda esos primeros días y se pregunta cómo y cuándo fue que la bondad aminoró.
Sin importar que fuera en el plano romántico o no, si somos honestos la mayoría de nosotros tenemos que admitir que algunas de nuestras muestras de bondad son a cambio de la atención que recibimos. Nos gusta impresionar a la gente. Esto está profundamente grabado en la psique humana. Si escarbamos un poco más, podemos encontrar orgullo en la raíz de ésta. Queremos dar una impresión positiva; queremos vernos bien. ¿Y eso qué tiene de malo? Veamos nuevamente el panorama completo. Sí, cierto grado de esto es perfectamente natural en el romance. Pero si estamos ignorando a los “Don Nadie” de este mundo y mostrándole amabilidad solo a aquellos que queremos impresionar, estamos mostrando la “acepción de personas”